En tiempo record, la Justicia Federal de San Martín rechazó el habeas corpus presentado por Mirta Baravalle, cofundadora de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, al cumplirse 43 años del secuestro y desaparición forzada de su hija Ana María Baravalle, embarazada de cinco meses.
La presentación reclamaba al Estado que desde hace más de cuatro décadas no se sabe qué pasó con Ana María, su nieto o nieta ni con su yerno, Julio César Galizzi.
Pocas horas después de que Baravalle, de 94 años, acudiera al juzgado de Alicia Vence asistida por les abogades Gabriela Conder y Eduardo Soares, la jueza rechazó "la acción de habeas corpus", pero ordenó que se dispusieran medidas útiles y pertinentes a los fines de continuar recabando toda la información posible sobre el secuestro y desaparición de Ana María Baravalle, Julio César Gallizi, y Camila o Ernesto Gallizi Baravalle, su hija o hijo.
El bebé nació en cautiverio a fines de diciembre de 1976 o principios de enero de 1977. La lucha de Mirta de tantos años por encontrar a sus seres queridos coincide con los más de 400 jóvenes que aún siguen apropiados, para lo cual cada vez que tiene la oportunidad exige al Poder Ejecutivo que abra los archivos de la dictadura, que siguen en manos del Estado y de la Iglesia y que ningún gobierno desde el 1983 hasta hoy abrió.
Ana María Baravalle y Julio César Gallizi militaban en el PRT-ERP. Sus compañeros la llamaban "Alicia" y a él "Mario Mancilla". Fueron secuestrados el 27 de agosto de 1976 en su domicilio del partido de San Martín, ella estaba embarazada de cinco meses. El joven permaneció detenido en el centro clandestino de Automotores Orletti.
"A principios del '77 fui a la Casa de Gobierno, a entrevistarme, porque supuestamente nos iban a dar información. Ahí nos quedamos esperando a que alguien nos informase, pero nadie lo hizo. Y seguimos yendo. Una mañana estábamos cinco personas frente a la Casa de Gobierno y llegaron cinco soldados con sus Itacas a pedirnos que nos retiráramos, así que nos fuimos a la Plaza, donde hay un banco circular. Nos sentamos en el banco tres mujeres, una de ellas puso una bolsita en el suelo, sacó un tejido y se puso a tejer, como diciendo: 'Aquí estamos tranquilamente tomando el sol'. Era Azucena (Villaflor de Vincenti). Fue ella la que nos convocó para ir a la Plaza, porque era el único lugar dónde había una posibilidad de ser escuchadas. El primer jueves éramos catorce pero después, lamentablemente, los secuestros empezaron a ser tan sistemáticos que cada vez éramos más". Así resumió Baravalle aquellos primeros días de su incansable batalla contra la impunidad.
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