Si las elecciones de 2018 se realizaran nuevamente, el ultraderechista obtendría el 36 por ciento de los votos y sería derrotado por el discípulo de Lula.
Si las elecciones atípicas de 2018, cuando Lula fue proscripto, se realizaran nuevamente Jair Bolsonazi obtendría el 36 por ciento de los votos válidos y sería derrotado por Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, con el 42 %, señaló una encuesta publicada por el diario Folha de San Pablo. El 28 de octubre el capitán jubilado se impuso en el ballottage con el 55,1 por ciento frente al 44,8 de Haddad, pupilo del ex presidente cuya candidatura fue impedida por el entonces juez de primera instancia Sergio Moro y miembros del Supremo Tribunal Federal el cual quedó bajo la égida de un "consejero" del Ejército, que fungió como comisario político.
Moro sería recompensado días después de los comicios al ser nombrado como ministro de Justicia y Seguridad Pública del régimen de Bolsonazi.
En el sondeo de Datafolha conocido ayer se describe la decepción del electorado. frente un presidente accidental al que algunos analistas de la prensa dominante ya ven como candidato a un impeachment.
Transcurridos ocho meses de gobierno el militar es reprobado por el 38 por ciento de los entrevistados, lo cual significa un rechazo de cinco puntos más alto que el medido en la encuesta de julio. Al tiempo que el 29 por ciento tiene una imagen "buena" , es decir, cuatro puntos menos que hace dos meses.
Son los números de una bancarrota posiblemente inimaginada por los autores del golpe que derrocó a Dilma Rousseff en 2016 y en abril de 2018 encarceló a Lula para acabar definitivamente con el proyecto político petista.
De acuerdo con Datafolha este es el gobierno más impopular, en el comienzo del mandatato, de los últimos 24 años. Cuando Lula cumplió ocho meses de gestión su imagen negativa era del diez por ciento, en el mismo período Dilma tenía un rechazo de once puntos y Fernando Henrique Cardoso tenía una desaprobación del quince por ciento.
La conjura que sentó Bolsonazi en el despacho del cuarto piso del Planalto pasó por alto un dato incuestionable de la realidad política brasileña: la derecha y la ultraderecha no han parido ningún líder capaz de ganar elecciones democráticas. No pudieron imponerse en 2002 y 2006 contra Lula, ni en 2010 y 2014 frente a Rousseff. Y marchaban hacia la quinta derrota segura en 2018 cuando el ex tornero tenía el cuarenta por ciento de intenciones de voto frente al veinte del paracaidista de ultraderecha.
De ese golpe basado en el voluntarismo conservador de jueces, militares y medios -con la bendición de Washington- surgió un personaje como el presidente en funciones que sobresale por su negación de la verdad.
En la mañana de ayer, por ejemplo, ninguneó la encuesta comparándola a Papa Noel y un mes atrás quiso esconder las estadísticas de la deforestación amazónica echando al físico que dirigía el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales. Acusó al mundo de estar bajo una "psicosis ambientalista" poco antes de comenzar los incendios que devastaron la Amazonia.
A pesar de la ficción construida por el mandatario y su entorno lo concreto es que entre enero y agosto su apoyo popular cayó más del cuarenta por ciento. Datafolha mostró que en la actualidad sólo lo votarían los electores evangélicos y fanáticos de ultraderecha como los que amenazaron a un periodista de Pará, por haber informado sobre el plan "Día de Fuego" en el que se incendiaron miles de hectáreas de ese estado amazónico.
Esta fuga hacia la insensatez ya preocupa a miembros de las fuerzas armadas y una parte del campo conservador que lo catapultó al poder.
En ese contexto un sector de de los militares ya no se molestarían con la puesta en libertad de Lula a diferencia de lo sucedido el año pasado cuando su prisión era innegociable, escribió Folha.
Si finalmente el jefe petista deja la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba, algo que puede ocurrir este mes, el Planalto tendrá un nuevo dolor de cabeza.
Ocurre que ex mandatario está en condiciones de galvanizar las corrientes de opinión descontentas con el régimen que no logró reactivar la economía, está a punto de reformar el sistema previsonal, no redujo la desocupación del 13 por ciento, amenaza la Bolsa Familoia y recortó el presupuesto universitario.
Y eso no es todo, el veterano político de 73 años ya anticipó su intención de revisar lo sucedido en unas elecciones contaminadas por las fake news y hasta puso en duda la veracidad de la puñalada sufrida por el entonces militar alterando el curso de la campaña.
Fuente: nota de Darío Pignotti, desde Brasilia, para Página/12
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