lunes, 2 de septiembre de 2019

Lorenzetti quiere volver a presidir la Corte con el apoyo de los gobernadores pero choca con Cristina

Alberto se apoya se apoya en Highton. Rosatti y Maqueda esperan. La teoría del Lawfare que abona la ex presidenta.


Ricardo Lorenzetti quiere aprovechar el posible cambio de gobierno para volver a la presidencia de la Corte Suprema con el respaldo de los gobernadores peronistas.

Rafaelino como el gobernador electo de Santa Fe, Lorenzetti ocupó la presidencia del máximo tribunal durante 11 años, hasta que en 2018 Miauricio Macri Blanco Villegas logró imponer al clarinista Carlos Rosenkrantz en su lugar. Desde entonces, Lorenzetti se enemistó con la Rosada, se "peronizó" y conformó una tríada opositora al régimen con Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqudeda.

Curiosamente quien se opone a la vuelta de Lorenzetti no es Elisa Carrió, que pidió su juicio político y lo hostigó durante toda la era macrifascista, sino Cristina Fernández de Kirchner, que lo tuvo como presidente de la Corte durante sus ocho años de gobierno.

Cristina sospecha que hubo una mano internacional detrás de las fotos de ella declarando en Inodoro Py, la catarata de procesamientos en su contra y el encarcelamiento de su último vicepresidente, entre otras tantas figuras de su gobierno.

La ex presidenta cree que tanto el kirchnerismo como el encarcelado Lula da Silva en Brasil o el ecuatoriano exiliado Rafael Correa, fueron víctimas del "Lawfare" -guerra judicial en inglés-, un teoría que sostiene la existencia de una surte de conspiración internacional empujada por los Estados Unidos para barrer a los gobiernos "populistas" o de izquierda que dominaron la región durante la primera parte del siglo XXI.

El Lawfare, por definición, consiste en desprestigiar a un cierto sector político con un abuso de los procedimientos legales. En Brasil, la figura que identifica Cristina y sus aliados del PT con esa corriente es a Sergio Moro, ahora ministro de Justicia de Jair Bolsonazi, quien a través de del caso Lavajato provocó la caída del PT. El crack que hizo Moro en la política brasileña con sus fallos desembocó en la destitución de Dilma Rousseff y en el posterior encarcelamiento de Lula. Moro comenzó a caer en desgracia en los últimos meses luego que se conocieran chats para perjudicar a Lula y escuchas para desestabilizar a Nicolás Maduro. La semana pasada recibió un golpe fuerte de la Corte Suprema de Brasil, que por primera vez revirtió un fallo suyo sobre el Lavajato: Aldemir Bendine, ex presidente de Petrobras, deberá regresar a primera instancia para una nueva condena.

El espejo de Moro en Argentina es el impresentable juez federal Claudio Bonadio, el enemigo público número uno de la familia Kirchner. Cristina sabe que Bonadio se quiere jubilar, junto a otros jueces federales que jugaron a la par de la Rosada en los últimos cuatro años. Pero también recuerda que fue Lorenzetti quien se prestó a una foto con Bonadio y el propio Moro, cuando el brasileño estaba en ascenso y vino al país a explicar cómo combatir la corrupción. "Ahí hubo algo", suele decir la ex mandataria, que parecería no estar dispuesta a amnistiar a Lorenzetti.

Más allá de los reacomodamientos que ya empezaron a darse en Inodoro Py aún antes de las generales de octubre, Cristina cree que así como el Lawfare tuvo un impacto continental, la contraofensiva de esta corriente debe jugarse de manera simultánea con otros líderes de la región y acaso por eso, la liberación de Lula está tan presente en el discurso y hasta la acción política del hombre que eligió para disputar la presidencia.

Alberto Fernández supo ser testigo del ascenso del rafaelino a la presidencia de la Corte cuando era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Ahora, se apoya en la jueza Elena Highton de Nolasco, a quien nombró en su momento y ahora monitorea por medio de su cerebro jurídico, Marcela Losardo, quien suena para ministra de Justicia o Secretaria Legal y Técnica de su gobierno 

Con un Rosenkrantz muy identificado con el macrifascismo, la mira para la nueva presidencia estará puesta en los movimientos de Rosatti y Maqueda. Estos dos ministros prefieren esperar para definirse y recuerdan que el presidente de la Corte se elige con cinco votos, que son los de los jueces de la Corte. Nadie más. El último antecedente en ese sentido es elocuente: en la última elección Lorezentti entró a la sala de acuerdos convencido que sería confirmado y cuando se retiró había perdido 4 a 1 con Rosenkrantz.

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