lunes, 12 de noviembre de 2018

Los galpones de Rodríguez Larrata: un desierto con inundaciones y sin luz

En el verano de 2017 Larreta les prometió el paraíso a manteros y manteras después de una salvaje represión. Pero les mandó a otro infierno: uno en el que ni siquera pueden trabajar.


Tras la represión a manteros y manteras en enero de 2017, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta acordó con ellos y ellas que podrían seguir con su trabajo a unas cuadras de plaza Miserere. 

Allí podrían continuar con la venta y dispondrían de sus propios puestos en galpones cedidos por el Estado. 

Claro que lo harían en blanco y tendrían el apoyo y la propaganda suficiente como para que la cosa funcione, y no tuvieran que volver a caer en los oscuros hábitos de la “ilegalidad”. Pero nada de eso se cumplió. “La gente no nos conoce. Cada día se hace más difícil”, lamenta Margarita, referente de vendedores ambulantes de Once.

“Ropa para toda la familia”, dice un cartel en letras amarillo patito, al 70 de la calle La Rioja. Adentro hay ropa, mucha ropa. Además de calzado, accesorios para celulares, juguetes, santos, bijouterie y artículos varios. “Lo auténtico no necesita etiquetas”, sostiene una pintada inmensa, lo suficientemente grande como para levantar la mirada desde cualquier rincón del predio de dos pisos - y casi 3000 metros cuadrados-; y leer en voz baja, y pensar en lo cínico y perverso que puede llegar a ser el Estado.

En la Feria del Once, allá por 2017, comenzaron siendo 400 vendedores; mientras que en la Feria de la Estación (en Perón 2869), la ciudad de Buenos Aires depositó a 350 personas más. Naturalmente, lo nuevo generó curiosidad en el público que se acercaba a consultar, comprar, o simplemente iba de paso. Pero con el tiempo, el interés se perdió. “Muchos compañeros renunciaron por no tener dinero para reponer la mercadería. Y tener lo que tenemos nos ha costado años de sacrificio”, confiesa Margarita a Revista Cítrica.

“La venta está muy baja por la falta de publicidad. Lamentablemente el Gobierno no tiene ningún interés en que esto funcione. Pensamos que íbamos a entrar en la formalidad del sistema, pero ya llevamos casi dos años, y no pasa nada. Muchos tienen miedo de salir a vender por la policía”, agrega Henry. “Nos tienen privados de nuestra libertad. Es algo sin fundamento. Nos obligan a estar acá, pero ellos deben cumplir lo que nos prometieron”, piensa Alex. 

Los dejan semanas y meses, sin luz ni agua en los baños. Eso explica que en el predio haya más baldes que gente. Es el ir y venir incesante de los vendedores cargándolos en mano, con agua que sacan de la canilla del garaje de al lado. “El gobierno nos trajo para que nos aburramos y nos terminemos yendo. Esta es una tierra muerta”, piensa Arlene. "Eso sí; sobra agua cuando llueve y se filtra por los techos, y se moja la mercadería. Nadie da respuestas ni se hace cargo de las pérdidas, ya que el galpón, no tiene seguro", agrega. La higiene deja tanto que desear que no es extraño encontrarse con alguna rata.

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