En medio del apuro y la desesperación, el oficialismo ya no se preocupó este fin de semana por mantener la discreción sobre este punto.
Lo que era una especie de secreto a voces dentro del régimen de la alianza de derecha Cambiemos quedó finalmente blanqueado en medio de la profunda crisis que atraviesa el macrifascismo: la relevante participación de Carlos Grosso en la mesa chica del PRO y en la toma de decisiones.
Tal vez por el pasado del ex intendente porteño, que la mayoría de la población vincula con la corrupción pese a que jamás pudieron probarle ningùn delito ni ha recibido condenas por parte de la Justicia, el oficialismo siempre intentó que su presencia pasara inadvertida.
Sin embargo, este fin de semana, en medio de la confusión y el apuro por llegar a este lunes con algún mensaje que genere confianza en la sociedad, hasta los medios aliados revelaron su rol fundamental en las deliberaciones que se vienen llevando adelante durante las últimas horas.
De este modo, se sinceró su pertenencia a la denominda "mesa chica" de Mugrizio Macri Blanco Villegas, junto a Jaime Durán Barba, Marcos Peña Braun Menéndez, Horacio Rodríguez Larrata y María Eugenia Vidal.
La última vez que un gobierno dejó que se supiera que había convocado a Carlos Grosso, no le fue muy bien. Ocurrió a fines del 2001 Adolfo Rodríguez Saá lo convocó durante su alborotado y fugaz mandato. Ante los cuestionamientos, Grosso respondió que “no me llamaron por mi prontuario sino por mi inteligencia”.
En cuanto a su relación con el hijo bobo de Franco Macri, lo conoce desde muy joven, ya que se desempeñó como ejecutivo del holding familiar SOCMA entre 1978 y 1983. Luego, a partir de que el retrasado mental decidió lanzarse a la política y conformar el PRO, se transformó en uno de sus principales consejeros.
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