Tras la muerte del último presidente de la dictadura cívico militar, Reynaldo Bignone, quien antes de entregarle el Gobierno a Raúl Alfonsín firmó un autoindulto que pretendía exculpar a todos sus camaradas por los crímenes cometidos entre 1976 y 1983, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo recordó la entrevista que mantuvo con el genocida en diciembre de 1977 mientras buscaba a su hija Laura, secuestrada un mes antes.
En diciembre de 1977, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quien buscaba a su hija Laura, secuestrada un mes antes, embarazada de tres meses, fue recibida por el entonces secretario de la Junta Militar, Reynaldo Bignone, a quien le pidió que no matara a su hija, estudiante de historia y militante de la Juventud Peronista. El genocida no solo dio por sentado que las Fuerzas Armadas mantenían secuestrada a su hija sino que respondió que “hay que hacerlo”. Durante el encuentro, el militar mantuvo sobre su escritorio un revólver con la culata de madera muy lustrada.
Cinco meses después, el 25 de mayo de 1978, Bignone le entregó a la familia el cuerpo de Laura “para mostrar eso del ‘honor’ de un asesino”, según relató Carlotto en una entrevista que brindó al pasquín ultraconservador La Nazión, en 2006.
En 2014, dos meses antes de encontrar a su nieto Guido, durante una de las audiencias del juicio por los crímenes cometidos en el centro clandestino de detención conocido como La Cacha, Estela recordó sus impresiones de aquel encuentro con Bignone de 1977.
“Él ya era secretario de la Junta Militar. Antes de verlo, me sometieron a terribles controles de seguridad. Me recibió en su despacho, a solas, con un arma sobre el escritorio, como ridícula ostentación de fuerza”, comenzó su relato la titular de Abuelas el 4 de junio de 2014 ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 1 de La Plata. Carlotto, quien conocía a Bignone, aseguró en el juicio de La Cacha que el día en que la recibió "enseguida noté que ese hombre era otra persona, muy distinta a la que había conocido en Castelar. Era algo así como un loco suelto”.
“Le conté mi drama. Reaccionó descontroladamente”, prosiguió Estela y luego, contó que Bignone le preguntó "señora, ¿en qué andaba su hija?”. Después pronunció una serie de frases sin sentido, que pretendían responsabilizar a Laura. “Fíjese, les hemos dicho que se entreguen voluntariamente y que les reducimos la pena y los ponemos, en esos casos, en cárceles especiales, que existen realmente. Yo le doy fe que existen… Pero no, no hay caso… Siguen y siguen”, le advirtió el ahora fallecido último dictador de la era militar.
Estela salió de aquella reunión del 77 “derrotada”. “Yo le planteé que sólo le pedía que no me la mataran, que la pasaran a disposición del Poder Ejecutivo, que si había hecho algo… yo la iba a esperar, pero no me dio muchas esperanzas”, contó. La “historia oficial” sostenía que Laura nunca había estado ni detenida ni embarazada, y que había sido abatida mientras circulaba en un coche, armada, y que había querido eludir un control policial.
Años después, Carlotto pudo confirmar que fue asesinada de espaldas y a 30 centímetros de distancia. Las marcas en los huesos de la cadera confirmaron también que había tenido un niño a término.
En aquel encuentro de fines de 1977 con Carlotto, Bignone aludió a las diferencias entre las Fuerza Armadas argentinas y la persecución a los tupamaros uruguayos: “Nosotros no queremos que pase eso. Y entonces, ‘hay que hacerlo’”. Allí Estela tomó conciencia de que no volvería a ver a Laura. “Al decir ‘hay que hacerlo’ estaba diciendo una sola cosa: matarlos. Bueno, ahí me agarró la desesperación, cuando caí en la cuenta de las perspectivas reales que tenía Laurita por delante”, recordó la abuela de Ignacio Guido Montoya Carlotto.
"Esa conversación, más la experiencia vivida por mi marido -que veía cómo los mataban prácticamente al día siguiente del secuestro- me convencieron de que mi hija ya estaba muerta. Entonces le dije… 'Si ya la mataron, lo que quiero es que me devuelvan el cuerpo, porque quiero enterrarla cristianamente, para no volverme loca buscando en las tumbas NN”, relató Carlotto en el juicio de la Cacha. La respuesta de Bignone fue "deme más datos, cómo le decían, qué apodo de guerra tenía”.
“Esa es la prueba evidente de que los mandos tenían toda la represión bajo su control… Salí de esa entrevista derrotada. Pero no lloré delante de Bignone, para nada. Ni le rogué, tampoco. Simplemente fui a pedir, con toda dignidad, por la vida de mi hija”, concluyó la titular de Abuelas.
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