jueves, 12 de septiembre de 2019

Para reprogramar la deuda con el FMI, Alberto Fernández busca aliados en el mundo

Intenta posponer los pagos y cumplir con los bonistas. Se lo pidió a Sánchez, seguirá con López Obrador y otros líderes. Detalles de la tensa reunión con los técnicos del FMI.


"Tienen cuatro consigas, las repiten y ni miran el país del que hablan. Es imposible que volvamos a negociar con esta gente", describió la economista Cecilia Todesca la tensa reunión que junto a Alberto Fernández y Guillermo Nielsen mantuvieron hace quince días con los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El resumen de la hija del director del INDEC fue uno de los pocos datos que llegó este mes de quienes integraban el círculo más cercano a Fernández antes de ser candidato presidencial, que se llamaron a silencio en los medios por orden de Santiago Cafiero, posible jefe de Gabinete en diciembre. 

En charlas privadas, Todesca quiso dejar claro que el comunicado de Alberto rompiendo relaciones con el FMI fue producto de esa fallida conversación y no de un debate interno. "Insisten en pedir restricción monetaria, no hay un peso en la calle y la inflación se fue a las nubes. No hay cómo entiendan que no funciona", se resignó, en diálogo con sus amigos albertistas.

La tensa reunión con Alejandro Werner y Roberto Carderalli, los técnicos enviados por el FMI, abrió un conflicto de Alberto con el organismo que dominará su gestión, si finalmente gana en octubre, y sólo le encuentra salida con un apoyo internacional para reprogramar los vencimientos que por ahora no está en carpeta en Washington.

"Si hay un respaldo de Europa y los otros países industrializado, (Donald) Trump puede ceder y patear los pagos para un segundo mandato. Si no lo hace el FMI entrará en conflicto con su principal deudor (Argentina), que representa el 60% de su cartera de créditos. Sería una crisis financiera innecesaria y de una escala impredecible", desafían, no sin algo de temor, que irá creciendo día a día. 

La vocación de chocar, explican, no es por populismo universtiario, sino porque consideran improbable que los técnicos del FMI acepten otro plan que no sea bajar la emisión monetaria, aun cuando ya no funcionó. Sólo una presión política puede obligarlos a cambiar su libreto. 

Es lo que Alberto le pidió al presidente de España, Pedro Sánchez; y sería el principal tema de su reunión con el jefe de Estado de México, Andrés López Obrador, previsto para el 19 de septiembre. En sus primeros vínculos con el mundo busca referencias de la búlgara Kristalina Georgieva, que el 4 de octubre reemplazará en la presidencia del Fondo a la francesa Christine Lagarde. 

Pero el peso lo tienen los gobiernos y sobre todo el de Estados Unidos, con el 16,74 % del directorio del FMI y poder de veto sobre las decisiones más importantes, que requieren el apoyo de un 85%. Sólo las medidas menores se pueden tomar con el 70% de los votos. 

La decisión de no enviar 5400 millones de dólares que Macri Blanco Villegas esperaba como parte del acuerdo, justamente, se debe a que no hubo una mayoría del directorio dispuesta a respaldar el giro después del encontronazo de Fernández con Werner y Carderalli. Cómo actuarán con otro presidente argentino dispuesto a patear el tablero pero con mayor respaldo popular es una de las grandes incógnitas de 2020. 

Para sumar presión, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, que ya planean una ley para controlar la deuda externa que toman los presidentes, vienen repitiendo a dúo que Lagarde es la responsable de la debacle financiera del país por conceder un crédito millonario y no evitar que mayoría de los fondos se fuguen del país. 

En su entrevista televisiva de último domingo, Massa calificó al FMI como "usurero del barrio", por querer cobrar primero que el resto de los acreedores, y abrió la puerta a una reprogramación de los vencimientos, incluso anterior a la que pueda haber con los bonistas privados. 

El cronograma de vencimientos inmediato que le espera al presidente electo es casi incumplible sin un nuevo endeudamiento o un shock exportador que nadie espera. En los primeros cinco meses de 2020 debe pagar U$S 23.400 millones, la mayoría a bonistas privados que apostaron por el hijo bobo de Franco Macri al inicio de su gestión y por estas horas se arrepienten. Y para los otros tres años el FMI espera cobrar la mayor parte de los U$S 57 mil millones desembolsados este año, intereses mediante. Las cifras estremecen, están publicadas en la secretaría de Finanzas de la Nación y en el bunker de Alberto las repasan a diario.

Las negociaciones con los acreedores, aseguran, empezarán el 28 de octubre, esperan que después de un triunfo contundente, con mayor diferencia que en agosto, que pueda mostrar un gobierno mayoritario y con cómodas mayorías parlamentarias. 

La expectativa o necesidad es tener panorama de reprogramación acordado en diciembre, para llegar mejor parado a un enero que mete miedo entre los economistas: vence el congelamiento de combustibles y las bajas de IVA a productos de canasta básica, suficiente para un pico de inflación incontrolable, de esos que hacen temblar a los presidentes. Incluso a los recién llegados.

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