jueves, 26 de abril de 2018

Resistir por mérito propio

Editorial

Con el gobierno de Cambiemos se instaló fuerte y contundentemente el efectivo mensaje de la meritocracia. A la sociedad le hicieron creer, al trabajador le hicieron pensar que tenía ciertos derechos, y ahora estamos pagando los costos de esa fiesta del derroche. Ellos han venido a despertarnos de ese sueño en el que nos sumergieron como si huebieran sido moscas tsé-tsé.


Como bien señala Afredo Zaiat en su nota del 22 de abril de 2018, en Página/12 en referencia al brutal aumento de tarifas, durante el 2016 el gobierno pudo desplegar parte de sus maniobras ya que la sociedad contaba con un cierto colchón económico para afrontar los aumentos generalizados. Colchón que provenía de años en los que pudo ahorrar, en los que pudo mejorar su calidad de vida y en los que contó también con una vida organizada tanto económica como socialmente.

Pero como todo colchón se desgasta con el paso del tiempo. Las medidas que fue tomando el gobierno de cambiemos pegaron directo al núcleo duro de sus votantes. La clase media hoy esta siendo ahogada con una gran batería de aumentos que no pueden afrontar.

Sin distinción pero si con cautela han ido escalafón por escalafón. En principio quitaron las retenciones al agro y la minería, favoreciendo las cuentas de estos sectores que tienen una alta rentabilidad, en detrimento de la clase trabajadora que paga esa transferencia de recursos con el deterioro de su poder adquisitivo. Dijeron que la inflación era lo más fácil de controlar y sin embargo, hoy parecen que han perdido la brújula para controlarla.

Los despidos masivos y la precarización laboral también colaboran a un malestar social importante. Por un lado esta la parte de la sociedad que no llega a fin de mes con su salario y aquellos que fueron despedidos de una manera totalmente humillante, derrotando psicológicamente a todo aquel que se atreva a levantar su voz de protesta.

Luego de la salvaje represión de diciembre al votarse la reforma previsional, quedó claro que al gobierno no le afecta la protesta masiva. La solución para ellos es fácil: represión.

Los sindicatos han tenido dos años muy activos, tratando de cubrir los múltiples conflictos provocados por el gobierno. Muchos de ellos conflictos reales y otros fueron maniobras distractivas para poder tapar sus verdaderas intenciones. A modo de ejemplo, ante algún escándalo sea una cuenta offshore o una causa por lavado de dinero, se tapa resucitando a Nisman o metiendo preso a algún miembro del gobierno anterior.

Hemos llegado a un punto de estrangulamiento social y económico insostenible, que necesita nuevos cauces donde canalizarse y expresarse. Es tiempo quizás en tomar medidas de fuerza innovadoras y más efectivas para poder subvertir la situación.

La sociedad argentina, sobretodo la clase trabajadora necesita alguien que los guíe, un líder , un movimiento, y así debe ser. El problema es que hoy los liderazgos están siendo cuestionados nuevamente como en el 2001.

Más allá que la cocina de la política tenga otros tiempos que la gente de a pie no logre entender, hay cuestiones que deben ser atendidas de manera urgente.

Si seguimos cayendo en la trampa del oficialismo ante un papelito que no deja de ser escandaloso o un diputado detrás de una cortina burlándose de los diputados de la oposición, siempre van a ganar ellos.

El campo popular y nacional debe de manera urgente tomar medidas que también desconcierten al oficialismo. Hace pocos días vimos un video que cuenta como han reaccionado los trabajadores de las empresas energéticas de París. A modo de protesta le han devuelto el servicio a aquellas personas que no habían podido pagar, provocándole pérdidas a las empresas.

Esas son medidas que tienen un efecto real, pero que deben contar con la unidad de la sociedad. Tomar medidas que le provoquen pérdidas a los sectores que más recaudan. Las empresas de energía, las de transporte, los grandes productores del agro, etc.

Ya no sirve levantar los molinetes en las cabeceras de cada línea de subte. O no prender las luces durante una hora. Hay que hacer que sean las empresas las que pierdan por una vez y quizás otra hasta que podamos hacer valer nuestros derechos.

Medidas activas más allá de las movilizaciones masivas con la gente en la calle. Medidas que tengan el mismo resultado que las medidas que toman los poderosos. Ellos van directo a golpear el bolsillo de gran parte de la sociedad. Pues entonces demos el golpe al bolsillo de ellos. 

Para esto si es necesario de líderes o dirigentes que se pongan a la vanguardia para guiar la masa. La unidad de la clase trabajadora es la única manera que tenemos para frenar a esta derecha insensible y brutal.

El momento es éste. Para poder evitar que vuelvan en el 2019 a ganar las elecciones, para poner un freno sin que se siga derramando la sangre de los mismos de siempre.

Cuando se habla de golpe no se habla de un golpe institucional sino de un golpe que les haga entender que la gente ya no puede comer, que ya no llega a fin de mes y que los derechos más básicos están siendo vulnerados con una enorme indiferencia.

Necesitamos la unidad en todos los estratos sociales, unidad en las distintas opciones políticas y unidad sindical. Ante la ausencia y complicidad de la CGT y muchos que dicen ser oposición pero sin embargo son funcionales al gobierno. Es la unidad la que nos va a salvar y nos va a permitir recuperar los derechos que no fueron parte de una fiesta sino el resultado de años de lucha.

Vinieron para terminar de recaudar las cuentas que quedaron pendientes desde la última dictadura cívico-militar. Para eso necesitaron inventar esta crisis, que hoy es real, inventar un enemigo al que hay que combatir.

La meritocracia hoy nos dice que no tenemos derecho a usar un aire acondicionado en verano, que no tenemos derecho a tener sueldos dignos, que debemos ajustar los gastos, que los jubilados deben pagar por sus remedios y aceptar alegremente una reducción en sus haberes. Los pibes deben resignar sus netbooks y libros. Y debemos acostumbrarnos a gastar menos energía ante el invierno crudo que se viene. 

Hay que invertir el peso de la carga. Es el estado quien debe garantizar la calidad de vida de sus pueblos. Y no al revés. Hoy la sociedad está pagándole la fiesta a unos pocos.

Nadie pretende un golpe institucional. Tan solo con tomar la Constitución Nacional la sociedad tiene vía libre para actuar. Y también para reflexionar acerca de la clara extinción de una democracia que nos costó recuperar. Por más mérito que se hagan, por más recortes que cada familia haga para llegar a fin de mes, la cuerda se tensa y más tarde o más temprano se corta.

Ya no pasa por vacaciones si o vacaciones no. El problema real hoy es el pan del día a día, y si logramos poner el plato en la mesa que sea con luz. Pasa por derechos básicos que hacen al estándar mínimo de una buena calidad de vida.

Quizás esto sea una alternativa al discurso de todo el arco opositor al oficialismo, que solo expresa lo más que estamos pero que no nos dicen cómo salimos. 

Debemos por el bien de las grandes mayorías pasar de lo discursivo a la acción. Será difícil pero también será una nueva forma de adaptarse a las maniobras de la derecha no solo en nuestro país sino en gran parte de nuestra América Latina.


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