Uno de los intercambios importantes del sábado 17 de enero lo concretó Nisman con Diego Lagomarsino. Son tres tandas de mensajes: a la mañana, a la tardecita y a la noche.
Por de pronto, se corrobora nuevamente que el propio Nisman borró de manera sistemática: fueron 24 whatsapps y el fiscal los borró siempre al final de cada tanda. En total, borró cuatro veces. Lagomarsino no recuerda el contenido de los whatsapp y ni siquiera recordaba que los hubieran intercambiado. Sí recordaba que hablaron por teléfono varias veces por el préstamo del arma.
Los que sustentan la hipótesis de que Lagomarsino fue parte del plan homicida -el fiscal Eduardo Taiano, el juez Julian Ercolini y la Cámara Federal, entre otros- argumentaron al principio que el informático estaba en la escena del supuesto crimen en el momento del disparo. El intercambio de cinco whatsapp entre las 21.15 del sábado y las 21.17 ya deja en claro que no estaban juntos, algo que también está probado por las cámaras de seguridad que ubican a Nisman en su departamento y a Lagomarsino en su casa. O sea, Nisman estaba con vida cuando el informático se fue de su casa a las 20.30.
Lagomarsino entregó su celular, sin que se lo pidieran, el lunes 19 de enero de 2015, o sea al día siguiente de la aparición del cuerpo. Durante un año y medio, la querella de Arroyo Salgado insistía en que el informático podía estar en el departamento en el momento del disparo. Esos whatsapps probaban de forma categórica que estaba en su domicilio, de manera que no le servía ocultar esos mensajes sino todo lo contrario.
El segundo ángulo de quienes sustentan que existió un plan criminal del que formaba parte Lagomarsino es que el informático no le dio el arma a Nisman sino que se la entregó a un supuesto comando iraní-venezolano-kirchnerista. La versión de Lagomarsino es que Nisman lo llamó a la tarde, lo urgió a que vaya al Le Parc, le pidió el arma prestada argumentando que quería ahuyentar a cualquier patotero que se le cruzara en el camino estando él con sus hijas. Luego Lagomarsino fue a su casa, buscó la pistola, regresó al Le Parc, se la entregó a Nisman, explicándole el funcionamiento, y terminó la jornada volviendo a su casa en Martínez, donde ingresó a las 21.02. La secuencia de idas y vueltas está constatada por las cámaras de seguridad.
El intercambio de catorce whatsapps entre las 19.21 y las 19.25 de ese sábado también consolida la versión del informático. Lagomarsino estaba en su casa buscando la pistola y Nisman estaba ansioso. Estos mensajes encajan con lo que Lagomarsino dice desde el primer día: Nisman esperando el arma, el técnico en su casa buscándola. En cambio, al informático no se le encontraron en cuatro años ni llamadas con personajes extraños ni reuniones con personas sospechosas de pertenecer o esta ligados al supuesto comando.
El gran problema es que los textos de esos mensajes no aparecen. Del celular de Nisman no se pudieron sacar porque el fiscal los borró y no hubo forma de recuperarlos. Sucede que a veces cuando se borra un mensaje se puede recuperar, pero si el sistema operativo sobreescribe ese mensaje borrado con otro nuevo, no se puede rescatar el texto original. Eso ocurre de manera aleatoria, por eso hay mensajes recuperables y mensajes que no se pueden recuperar. Queda la esperanza de rescatar lo escrito en el celular que Lagomarsino entregó al día siguiente de la muerte de Nisman, el 19 de enero de 2015. Lagomarsino, como Nisman, borraba los mensajes de manera metódica.
El trabajo, con nueva tecnología, se hizo recientemente, pero el fiscal Taiano lo guarda bajo siete llaves. A la defensa de la Lagomarsino, encabezada por Maximiliano Rusconi, la fiscalía le dijo que la copia no se podía entregar porque hay que ponerle una marca de agua para que no se filtre al periodismo. Se supone que la entregarán ahora en febrero. Si de esos textos surgen mensajes de Nisman preguntando “¿encontraste?” o “¿me lo estás trayendo?” quedaría virtualmente demolido el expediente, porque probaría que era el fiscal el que había pedido el arma. En los últimos días corrió la versión de que Taiano hizo trascender que los textos tampoco se pudieron recuperar del celular de Lagomarsino, algo que resulta extraño ante el ocultamiento.
Los mensajes de la mañana tampoco refutan la versión del informático. No entroncan con la idea de que Lagomarsino le entregó el arma al comando iraní-venezolano-kirchnerista. Tampoco tiene sentido que le haya ofrecido la pistola a Nisman para que después el supuesto comando la utilice. Todo es descabellado, contradice la lógica y las pruebas.
El gran problema es la utilización de la causa de la muerte de Nisman en la batalla geopolítica. Le interesa que quede como un homicidio a las derechas de Estados Unidos, Israel y la Argentina para seguir apuntando a Irán y lo que ellos llaman los gobiernos populistas. En especial, le importa al macrifascismo para usarlo como argumento contra el kirchnerismo.
Fuente: nota de Raúl Kollmann para Página/12
Fuente: nota de Raúl Kollmann para Página/12
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