El ex ministro de Economía ya definió el trazo grueso de un paquete de decisiones política y económicas para estabilizar el país.
Roberto Lavagna aún no confirmó que será candidato a presidente pero se mueve como tal: visita gobernadores, embajadores y hasta organismos internacionales con interés en el futuro argentino, como el Fondo Monetario Internacional.
Y en esas charlas surgieron las primeras medidas que tomaría en un eventual desembarco en la Casa Rosada el 10 de diciembre. La principal será política y consiste en un acuerdo entre los todos los actores posibles como señal de unidad nacional, pero con especial énfasis en el radicalismo, en una suerte de remix del gobierno de Eduardo Duhalde, que integró en su gabinete a ministros de la UCR y el PJ.
A Lavagna, le molesta la etiqueta de "Pacto de la Moncloa" como promovieron sin éxito Miguel Pichotto y el radical Ernesto Sanz al inicio del régimen fascista de Miauricio Macri Blanco Villegas. Prefiere evitar esas etiquetas pomposas y busca algo más sencillo: mostrar volumen político para calmar al mercado.
En esa búsqueda, sus asesores están atentos al desenlace de la Convención radical, aún sin fecha ni lugar pero necesaria para acordar el marco de alianzas, o sea, ratificar o no la continuidad del frente Cambiemos. La atención que pone en es cita no es menor. Un sector importante del radicalismo cada vez más desencantado con el régimen macrifascista, se tienta con la candidatura del ex ministro y por eso el encuentro se sigue demorando. El senador Julio Cobos fue uno de los dirigentes importantes de la UCR que blanqueó la atracción que genera Lavagna en su partido.
Lavagna intenta capturar la mayor cantidad posibles de radicales, con la esperanza de tenerlos de su lado en el Congreso desde diciembre. "En ese juego, está pensando en el día después, con un acuerdo económico-social similar al de 2002. Sólo hay margen para una oposición macrista y otra de izquierda y/o kirchnerista", remarcan. El ex titular del Palacio de Hacienda imagina así construir una mayoría en el Congreso con diputados peronistas, socialistas y radicales.
En ese tejido es clave el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, que se empieza a consolidar en el lavagnismo como un constructor político incansable. La gran apuesta es extender este marco de alianzas, que incluye a los gobernadores peronistas, hasta el porteño Martín Lousteau.
Con ese respaldo, Lavagna imagina una rápida negociación con el Fondo Monetario Internacional. El ex ministro ya se reunió tres veces con los técnicos del organismo que siguen el caso argentino. En esas reuniones el equipo que lidera el italiano Roberto Cardarelli reconoció de inmediato que el primer acuerdo negociado con la administración del hijo bobo de Franco Macri en agosto del año pasado fue "muy malo", pero defendieron el segundo entendimiento.
Lavagna no piensa lo mismo y les dejó muy claro porque cree que es inviable. Un diagnóstico similar al que traza el ex presidente del Banco Nación, Carlos Melconian, que según comentaron allegados de ambos, habría abierto una línea de diálogo con el ex ministro.
El ex ministro, entiende que cumplir la meta del déficit en 2020 es imposible y aun lográndolo, más difícil será salir de la recesión, mejorar la recaudación fiscal y empezar a pagar los vencimientos al FMI al año siguiente.
"Sólo se sale creciendo", es su frase que más fastidia al ex hijastro de Flavia Palmiero, pero no se cansa de repetir en cada reunión. Y habla mucho: con Juan Schiaretti dedicó una hora y media a repasar la coyuntura económica del país. La renegociación de la deuda que imagina tendría otro capítulo con los Bancos beneficiados de las abultadas tasas de interés de las Leliq, un riesgo creciente que podría alcanzar las dimensiones de la desaparecidas Lebac.
Por eso, Lavagna estudia un esquema para desarmar esas posiciones a cambio de reducir el alto porcentaje de encajes impuesto por el Banco Central a los bancos, a los que les exigiría reservar una porción de esos fondos para créditos productivos a tasas razonables. Levantar el deprimido consumo interno será otro de los ejes de su plan económico.
Por otro lado, no piensa darle prioridad a las "reformas estructurales" que exige el FMI, como la reforma previsional o laboral que Macri Blanco Villegas intenta concretar desde que asumió y ahora promete para un eventual segundo mandato. Lavagna cree que intentar avanzar por ese lado sólo lograría agravar el conflicto social y no arrojaría mayores beneficios a la delicada situación del país.
Como sea, el ex ministro no imagina un tránsito sencillo por la presidencia: en el mejor de los casos, el rebote económico llegaría en 2021, junto a las elecciones legislativas. Y eso en el hipotético caso que todo salga como lo planea.
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