Por Flor Ragucci, para Página/12
La sentencia de cárcel para los cabecillas de la trama corrupta Gürtel, vinculada con el Partido Popular, lleva al presidente español hacia un posible final precipitado. Todos los partidos, excepto Ciudadanos, anunciaron su voto a favor de Pedro Sánchez, quien tomaría el relevo en la Moncloa.
Mariano Rajoy intentó mantenerse en pie a toda costa pese al vendaval desatado por las sentencias judiciales que confirman casi una década de corrupción en su partido y al sismo territorial que amenaza con la separación entre Cataluña y España. Pero el presidente conservador sucumbió ayer en el debate parlamentario sobre la moción de censura presentada contra él por el líder socialista Pedro Sánchez hace tan solo una semana, después de conocerse el fallo de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel. Gracias a la decisión de último momento de los nacionalistas vascos, la propuesta obtendría mañana el voto de la mayoría del Congreso, ya que contaría con el apoyo de todas las formaciones excepto Ciudadanos, y supondría la salida del poder del número uno del Partido Popular (PP), dos años antes de que venza su legislatura. El relevo en la Moncloa, de confirmarse los votos anunciados hoy en su favor, sería para Pedro Sánchez, quien después de sus dos intentos frustrados de hacerse con el gobierno -en 2015 y en 2016- asumiría finalmente como presidente hasta que se celebren los nuevos comicios, para los que todavía no hay fecha.
El voto crucial del Partido Nacionalista Vasco (PNV) se desveló recién en la segunda mitad del debate. El anuncio del apoyo de sus cinco diputados -imprescindibles para alcanzar los 176 parlamentarios que conforman la mayoría- fue el puntapié que precipitó la caída del PP del Gobierno. El portavoz parlamentario de la formación vasca, Aitor Esteban, confirmó ante el hemiciclo los rumores que a esas horas de la tarde circulaban por doquier: “Respondemos a lo que demanda mayoritariamente la sociedad vasca votando que sí a la moción del PSOE”. Para los nacionalistas vascos -al igual que para el resto de formaciones de la oposición- “la sentencia del pasado jueves supuso un antes y un después en la sociedad (...) y el debate trasciende lo jurídico”, declaró Esteban, en alusión al fallo de la Audiencia Nacional condenando a los cabecillas de la “Trama Gürtel”, a través de la cual el PP se financió ilegalmente y se benefició de cuantiosas coimas durante más de seis años.
Pero no solo la corrupción del actual partido de Gobierno inclinó la balanza de los nacionalistas vascos hacia el “chau” a Rajoy. También la promesa de Pedro Sánchez de mantener los presupuestos nacionales que, precisamente el día anterior a conocerse la sentencia, el PP había aprobado gracias al voto del PNV. El líder socialista fue explícito en este punto porque sabía que, de otra forma, su moción de censura no prosperaría, de modo que se declaró dispuesto a gobernar con unos presupuestos sobre los que hace exactamente una semana había votado en contra. “Este no es nuestro presupuesto pero no lo vamos a retirar por responsabilidad de Estado”, aseguró Sánchez, ratificando así las inversiones de 540 millones de euros en el País Vasco que Rajoy ofreció al PNV para ganar su apoyo, también entonces clave.
“Dimita y esta moción de censura habrá terminado aquí y ahora”, le lanzó Sánchez al presidente español en su primera intervención durante el debate. El secretario general de los socialistas quiso dejar claro en todo momento que esta moción no era un intento desesperado de conseguir el poder sin pasar por las urnas, sino una iniciativa con un único objetivo: sacar al líder del PP de la Moncloa. Sin embargo para el presidente español, Sánchez es un “oportunista” que pretende acceder al poder a toda costa -después de su intento fracasado de investidura en 2016- y “lo razonable” es que un político renuncie solo cuando pierde la confianza de los electores o de la Cámara, algo que según él está muy lejos de la realidad.
Rajoy defendió su permanencia al mando de la Nación con uñas y dientes, plantando cara al hemiciclo con su altivez habitual, imperturbable inclusive ante el dedo acusador de una oposición que, de manea unánime, sacó a relucir la reciente sentencia que confirmó la “caja B” de su partido y su cooperación con la trama criminal “Gürtel” desde 1999 a 2005. La sesión se inició con la presentación de la moción por el secretario del Organización del PSOE, José Luis Ábalos, justificando la empresa, principalmente, en la inaceptabilidad de que siga siendo presidente alguien que dirige una formación cuyo tesorero -Luis Bárcenas- fue condenado a 33 años de prisión por malversación de fondos, así como otros altos cargos de la Comunidad de Madrid cuando esta era gobernada por el PP. “¿Son acaso ustedes Teresa de Calcula, señor Ábalos?”, le respondió Mariano Rajoy, apelando al ya conocido recurso del PP de competir en torno a quién es el más corrupto. “¿Tienen algún condenado en sus filas?¿Cuando llegue la sentencia de los ERE (caso que afecta al ex gobierno socialista de Andalucía), se van a poner una moción de censura a sí mismos?”, preguntó, sarcástico, el presidente español, para concluir que, según su interpretación de la sentencia del jueves pasado, “en el PP ha habido corruptos, pero el PP no es un partido corrupto”.
Otro de los argumentos a los que se aferró Rajoy para tratar de evitar su caída -antes de marcharse y dejar vacía su silla en el Congreso a mitad del debate- fue la inestabilidad económica y su consiguiente efecto negativo en los mercados tras el anuncio de la moción de censura por parte del PSOE. “Nada en esta vida es gratis. La bolsa ha caído en España en 26.500 millones y la prima de riesgo ha subido un 14 por ciento en un solo día desde que Sánchez anunció su moción”, remarcó el primer mandatario, insistiendo en que “se han encendido todas las alarmas” en el sector empresarial ante la crisis política. El caballo de batalla de la estabilidad y la prosperidad económica que, según Rajoy, es mérito exclusivo de su Gobierno, fue, una vez más, el arma utilizada para defender su modelo, así como “la unidad de España”, a la que también ve peligrar por la alianza estratégica del PSOE con las fuerzas independentistas catalanas y vascas.
Pedro Sánchez no ignoraba que el abordaje del conflicto territorial era una de las grandes pruebas a superar para ganar la confianza de los parlamentarios secesionistas, muy reticentes a su figura tras el apoyo al artículo 155, por el cual se suspendió el autogobierno en Cataluña tras la declaración de su independencia unilateral. De ahí que parte central de su discurso fuera dirigido a las bancadas de Esquerra Republicana (ERC), PdeCAT -formación liderada por Carles Puigdemont- y, por supuesto, los vascos de PNV, siempre contrarios al 155. El candidato socialista se comprometió a “restablecer los puentes rotos” con Cataluña y, si la moción de censura triunfa, como nuevo presidente “sentar las bases para iniciar el diálogo entre el Gobierno de España y el nuevo Govern de la Generalitat”. Todo ello, eso sí, “sin alimentar retóricas excluyentes”, según advirtió Sánchez, en referencia al ideario que le atribuye al flamante president, Quim Torra -a quien él rechazó públicamente en más de una ocasión- y subrayando que su Gobierno “cumplirá y hará cumplir la ley”.
Tal como se preveía, los únicos en anunciar su voto en contra de la moción del PSOE fueron los de Ciudadanos, quienes, en cambio, prefirieron insistir en su demanda de dimisión hacia Rajoy, aún después de que la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, hubiera confirmado que el todavía presidente español no iba a renunciar sino que pensaba esperar hasta la votación final para acatar el resultado. “No queremos un gobierno zombie por la corrupción, pero tampoco un gobierno frankestein con los que quieren liquidar España”, declamó su número uno, Albert Rivera, en su intervención en el Congreso. El líder de Ciudadanos reprochó a Sánchez llegar al Gobierno con los votos de las formaciones independentistas, dado que, en su opinión, la mayor crisis del estado español no es la corrupción sino el “separatismo”.
Para Pablo Iglesias, líder de Podemos, “más vale tarde que nunca”, tal como afirmó, a su turno, desde el estrado, recordando que su partido intentó lo mismo hace un año -echar a Rajoy con una moción de censura- y no lo consiguió por falta de apoyos. Reclamándole a Pedro Sánchez “un gobierno amplio” que los incluya porque “con 84 diputados no se puede gobernar”, Iglesias defendió que “la única alternativa es un entendimiento entre progresistas con vascos y catalanes”, una opción imposible hasta el momento pero aparentemente factible en la votación de hoy.
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