El presidente de Rusia se atrasó una hora para arribar a la ceremonia mundial en Jerusalén y suspendió su encuentro bilateral con el presidente de Argentina.
Putín saluda a Alberto Fernández al llegar al Museo Yad Vashem |
Alberto Fernández y Vladimir Putin se iban a reunir en Jerusalén para dialogar acerca de la relaciones bilaterales entre Argentina y Rusia y tratar la compleja situación mundial. La ceremonia mundial que recordó a las víctimas judías de la Shoa, que se realizó en Israel, era la oportunidad para iniciar su propia relación política y personal. Pero Putin llegó tarde al Museo Yad Vashem, adonde se desarrollo el quinto Foro Internacional del Holocausto, y la cita quedó postergada para otra oportunidad.
Tras colocar la ofrenda floral, Alberto Fernández se encontró con Putin por primera vez. El líder ruso ya había hecho su discurso recordando el papel clave del Ejercito Rojo para liberar el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, y cuando vio que pasaba el presidente argentino se levantó de su lugar en la primera fila y se saludaron.
Fue en ese momento que Alberto Fernández y Putin quedaron en llamarse por teléfono para conversar los temas que quedaron pendientes ayer, aseguró un miembro de la delegación presidencial.
La reunión planificada entre Alberto Fernández y Putin tenía un formato aleatorio: podía ocurrir antes del homenaje mundial a las víctimas del nazismo, o cuando concluyera la ceremonia oficial. Como el jefe del Kremlin llegó tarde al acto organizado por el estado israelí, la Cancillería argentina evaluó que todo podía ocurrir cuando terminaran las actividades protocolares en el Museo Yad Vashem pero Putin debía partir raudamente hacia el aeropuerto Ben Gurion para embarcar rumbo a Moscú.
El presidente argentino sabía que cualquier contratiempo podía complicar la reunión, ya que el líder ruso llegaba con la agenda apretada y sólo se trataba de establecer un primer contacto diplomático. Por eso, desde el Kremlin anunciaron que Putin podía conversar unos minutos con Alberto Fernández, y que el formato se haría bajo el concepto de “diplomacia de a pie”.
Es decir: los dos parados, quizás en una corta caminata, para hacer lo que dos pensaban hacer: conocerse y avanzar en una relación bilateral que sirva a los países.
Putin firmó con el hijo bobo de Franco Macri un puñado de acuerdos comerciales que pretende ejecutar, y por eso ahora apuesta a un vínculo profundo con Alberto Fernández. Esos acuerdos significaban la posibilidad de construir una central nuclear, desplegar las vías del tren previsto para unir Buenos Aires con Vaca Muerta, fuertes inversiones en un complejo agroindustrial cercano al Paraná y participar con empresas rusas en logística petrolera.
Por su parte, el presidente argentino construye una agenda de política exterior “desideologizada” y la relación bilateral con Putin puede contribuir a esa estrategia. Alberto Fernández busca un espacio en el sistema internacional que no signifique un plegamiento con la Casa Blanca ni el cliché ideológico que sostiene una supuesta pertenencia de su gobierno al bloque bolivariano.
El encuentro fallido de Alberto Fernández con Putin iba en ese sentido. No hay que descartar un viaje presidencial a Moscú antes que concluya 2020.
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