La crisis económica impactó en las compras al exterior, con una baja del 21,2 por ciento en septiembre. Autos y maquinarias son los más afectados. Las exportaciones cayeron 4,8 por ciento por la sequía. Hubo superávit comercial después de veinte meses.
El derrumbe de la economía que siguió a la fuerte devaluación del peso quedó reflejado en los datos del comercio exterior que difundió ayer el INDEC. Las importaciones cayeron en septiembre 21,2 por ciento respecto de igual mes de 2017, hasta los 4699 millones de dólares. Las exportaciones, a pesar de la ganancia de competitividad cambiaria, también disminuyeron en la comparación interanual. Lo hicieron en un 4,8 por ciento, hasta los 5013 millones de dólares.
La baja de las compras al exterior más pronunciada que la de las ventas permitió recuperar el superávit comercial después de veinte meses consecutivos con números en rojo. El saldo positivo fue de 314 millones de dólares, aunque en el total del período enero-septiembre el déficit todavía alcanza a 6453 millones de dólares, lo que es un 26,5 por ciento superior al del mismo lapso del año pasado.
La caída de 21,2 por ciento en las importaciones es la más alta desde febrero de 2015. Hasta abril pasado las compras al exterior sostenían un ritmo de crecimiento acelerado superior al 20 por ciento, producto de la apertura de la economía promovida por el régimen. Con el inicio de la corrida cambiaria a fines de ese mes, la tendencia empezó a revertir. Ya en junio se produjo una caída del 7,5 por ciento, que luego se profundizó al ritmo de la recesión.
Todos los rubros de importación, salvo combustibles y lubricantes, bajaron en septiembre respecto de un año atrás. El peor resultado fue para las compras de vehículos, con un declive del 50,2 por ciento (51,4 en cantidades, compensado por un alza del 2,9 en precios). El mercado automotor nacional está en franco retroceso por el efecto combinado de una suba de precios de los vehículos y el incremento de las tasas de interés de los créditos prendarios.
Las importaciones ligadas con la producción nacional también sufrieron duras caídas. Las de bienes de capital (maquinarias) retrocedieron 42,3 por ciento (-40,1 en cantidades y -3,7 en precios); las de piezas y accesorios para bienes de capital, 23,8 (-28,0 en cantidades, con una suba de 5,9 en precios), y las de bienes intermedios (insumos) bajaron 0,3 (-15,0 en cantidades, pero los precios aumentaron 17,4 por ciento).
Las compras de bienes de consumo también anotaron una fuerte baja por la suba del dólar. Fue del 27,5 por ciento (-25,0 en cantidades y -3,4 en precio), aunque en el año aún crecen 3,6 por ciento. Finalmente, las importaciones de combustibles fueron las únicas que crecieron, un 23,3 por ciento, pero básicamente por efecto de la devaluación, ya que los precios escalaron 31,3 por ciento y las cantidades declinaron 6,0 por ciento. Entre enero y septiembre, las importaciones registran un incremento del 5,9 por ciento, hasta los 52.087 millones de dólares.
Por el lado de las exportaciones, la devaluación no alcanzó a activar las ventas, que cayeron en septiembre 4,8 por ciento en la comparación interanual. En ese sentido, las manufacturas de origen industrial (MOI) registraron una contracción del 4,0 por ciento (-4,4 en cantidades y un alza del 0,5 en precios). En el año crecen 11,1 por ciento. Pero la explicación principal para el flojo desempeño de las ventas al exterior se encuentra en la evolución del sector primario, con un desplome de sus operaciones del 32,3 por ciento, producto de la sequía. Las manufacturas de origen agropecuario, en tanto, avanzaron 1,2 por ciento. El mejor resultado fue para combustibles y energía, que despegó un 122,2 por ciento. En nueve meses del año, las exportaciones totales crecen 3,5 por ciento, hasta los 45.634 millones.
Los números del comercio exterior, en suma, muestran que lo que manda en la economía nacional es la recesión, que hundió las importaciones, en tanto que las exportaciones tardan en responder y agravan el cuadro general. El dato que rescata el macrifascismo es que empieza a achicarse el desequilibrio del sector externo, a fuerza de crisis para los argentinos, sin alterar los resortes principales de apertura importadora que llevaron a esta situación.
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