Por Raúl Dellatorre para Página/12
En su primera conferencia de prensa, el flamante presidente del Banco Central, Guido Sandleris, anunció que la entidad no participará en el mercado cambiario mientras la divisa fluctúe entre 34 pesos (de piso) y 44 pesos (de techo). Si supera ese valor, el BCRA limitará su intervención a 150 millones de dólares por día, sin importar el valor que alcance el dólar.
Además, el nuevo jefe del Banco Central anunció que para combatir la inflación se dispondrá “una tasa de crecimiento cero de la base monetaria” desde ahora hasta junio de 2019, una medida de concepción monetarista extrema que podría provocar una caída de magnitud impredecible en el nivel de actividad.
Tampoco habrá un techo explícito al nivel de las tasas de interés, que se definirán a diario por el nivel de las Leliq (letras de liquidez), instrumento por el cual el Banco Central retribuye a los bancos por colocaciones a siete días.
Ambas medidas, acordadas y respaldadas por el Fondo Monetario Internacional y de carácter ortodoxo extremo, supondría que el dólar y las tasas suban sin límite al sólo efecto de frenar la inflación.
Al limitar el dinero en circulación, se espera que si suben los precios se reduzca la cantidad de operaciones que puedan concretarse, lo cual le pondría techo a la inflación.
Y si los pesos en la plaza se fueran hacia la compra de dólares, podría subir su cotización pero hasta el límite de agotar los pesos disponibles.
Ambas medidas, acordadas y respaldadas por el Fondo Monetario Internacional y de carácter ortodoxo extremo, supondría que el dólar y las tasas suban sin límite al sólo efecto de frenar la inflación.
Al limitar el dinero en circulación, se espera que si suben los precios se reduzca la cantidad de operaciones que puedan concretarse, lo cual le pondría techo a la inflación.
Y si los pesos en la plaza se fueran hacia la compra de dólares, podría subir su cotización pero hasta el límite de agotar los pesos disponibles.
En teoría, se alcanzaría una situación de equilibrio para el dólar y la inflación, pero con consecuencias sociales, en materia de recesión y caída de capacidad de demanda de los sectores de ingresos fijos (asalariados), impredecibles.
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