Hasta el FMI comprobó la ineficacia del “Messi de las finanzas” y Mugrizio Macri Blanco Villegas lo entregó con la esperanza de seguir ganando tiempo en un barco que se hunde.
Luis Caputo renunció ayer a la presidencia del Banco Central. En una breve carta de agradecimiento a Macri Blanco Villegas, el ahora ex titular de Central adujo "motivos personales". Nada más lejos de la realidad: Caputo se va por las objeciones del FMI a una política monetaria que para el organismo internacional era errática, pero sobre todo "opaca", como dijo en una durísima declaración la propia Christine Lagarde.
El viernes pasado cuando Caputo renunció al cargo, su segundo Gustavo Cañonero se propuso para reemplazarlo. Cañonero es amigo de Alejandro Werner, el mexicano-argentino que dirige el Departamento del Hemisferio Occidental, esto le permitió continuar en el cargo de vicepresidente, pero como número uno de la entidad, el hijo bobo de FrancoMacri eligió a Guido Sangleris, que venía desempeñándose como segundo de Nicolás Dujovne.
Sandleris se acercó al macrifascismo de la mano del ministro de Hacienda bonaerense, Hernán Lacunza, de quien fue su primer secretario de Finanzas en la provincia. Pero luego tomó distancia y se convirtió en un hombre clave en la conducción del ministerio de su amigo Dujovne. Su ascenso al Central implica un triunfo rotundo en la interna que el ministro de Hacienda mantenía con Caputo. Pero el dato político saliente es la consolidación de la influencia de Marcos Peña Braun Menéndez sobre todo el equipo económico, como nunca lo tuvo.
Dujovne y Sandleris tienen muy buena relación con el jefe de Gabinete y aceptan sus directivas, algo que Caputo y sus antecesores siempre resistieron.
Como era previsible, los mercados reaccionaron mal a la salida de Caputo, un trader que generaba algún respeto en ese mundo, aunque su gestión estuvo cruzada de manejos especulativos muy poco claros con grandes fondos como Templeton, BlackRock, Pimco y otros grandes tenedores de deuda argentina, a los que hizo perder mucho dinero con apuestas fallidas, que luego intentó recortar.
Este tipo de manejos opacos, motivó un enorme malestar en el FMI que quedó expresado en una lacerante declaración de su titular, Christine Lagarde, al diario Financial Times. En esa entrevista la ex ministra de Economía de Francia sostuvo que el FMI pretendía que la Argentina tuviera una política monetaria con "claridad, transparencia, información adecuada y debida para los operadores del mercado y una mejor comunicación".
La salida de Caputo se da en un contexto de enorme fragilidad, donde el régimen macrifascista tuvo que aceptar este lunes que lejos de los 20 mil millones de dólares que el mercado creía que iba a sumar el nuevo acuerdo, serán apenas entre 3.000 y 5.000 millones y anticipos de desembolsos. La negociación fue mucho más dura de lo esperado, pese al apoyo contundente de la administración de Donald Trump, que considera estratégico sostener a Macri Blanco Villegas. Francia, Holanda y Alemania mantienen en el organismo una línea muy dura contra la administración de la alianza de derecha Cambiemos, por ciertos negocios con China a cambio del swap anunciado el lunes.
Los directores de esos tres países son los que se plantaron para que el nuevo tramo no supere el rango de los 3.000 a 5.000 millones de dólares y rechazaron de plano sumar otros 20 mil millones al acuerdo en curso. El gobierno de Macrón está enojado con el ex hijastro de Flavia Palmiero porque incumplió contratos acordados para el área de defensa y el de Alemania tiene reproches similares vinculados a las centrales nucleares.
El FMI debe lidiar además con el riesgo de un escándalo de reputación mayúsculo: De los 50 mil millones de dólares comprometidos inicialmente para la Argentina en un programa que alcanzaba hasta finales del 2020, el régimen amcrifascista ya se gastó 15.000 millones. Si le anticipan desembolsos, podría darse la desmesura que esta gestión se gaste una cifra bastante cercana al total y quede para el próximo mandato un monto insignificante, pero sí todos los vencimientos. Sería muy difícil entonces para el organismo contradecir la idea que se trató de un inmenso salvataje con nombre y apellido.
La caída
La caída de Caputo comenzó el viernes pasado cuando presentó su renuncia. En ese momento, Macri Blanco Villegas consiguió retenerlo y le sacó la promesa que volverían a charlarlo luego que se anuncie el acuerdo con el FMI. Por eso, el timing de la renuncia tuvo algo de venganza personal. Un día antes de lo que podría ser el anuncio del nuevo acuerdo con el FMI y con el retrasado mental sonriendo a Lagarde en una elegante cena neoyorkina, Caputo detonó su salida.
"El Messi de las finanzas" mantenía desde el fallido anuncio del subnormal del acuerdo con el FMI -que todavía no tenía-, una durísima interna con Nicolás Dujovne, que siguió hasta el lunes. El ministro de Hacienda se opuso a aquel anunció. Como también se opuso a la más reciente filtración sobre un supuesto paquete de ayuda extra de 20 mil millones de dólares. En ambos casos se trató de operaciones sobre la prensa empujadas desde el Central, para tratar de recuperar confianza en los mercados. No pudieron salir peor. Se terminó conociendo la verdad y el resultado fue que incluso lo que podía ser una moderada buena noticia, terminó decepcionando.
Pero la pésima política de comunicación de Caputo, que incluyó cancelar las conferencias de prensa y hacerse una autoentrevista como única explicación de su política monetaria, no fue el detonante principal de su salida, aunque contribuyó.
La causa central fue la tensión con el FMI desde el inicio del diseño del primer programa, cuando el organismo dejó claro que no iba a aportar dólares a la Argentina para que financie una fuga de divisas. Caputo siempre resistió esa decisión y fue maniobrando para gastar esos fondos en un fallido intento de contener la suba del dólar que hizo que algunos fondos muy especiales recortar pérdidas.
Por eso, como reveló este medio, la tensión llegó a su pico días atrás, cuando en el tramo final de las negociaciones con el FMI se consultó al organismo si se podía hacer una venta fuerte de reservas para parar la escalada del dólar y el staff del FMI dijo que no. Caputo desobedeció la orden y vendió cientos de millones de dólares de reservas y frenó la escalada, pero el impacto de esa rebeldía fe demoledor para su estabilidad.
"Prefiero pedir perdón antes que permiso", fue la frase con la que cerró la discusión con Dujovne, que llamó para recriminarle su desobediencia a las directivas del FMI.
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