martes, 5 de noviembre de 2019

Miles de chilenos volvieron a movilizarse contra el gobierno de Sebastián Piñera y fueron reprimidos por la policía cuando intentaron llegar al palacio presidencial

Convocados por redes sociales a un “superlunes” de protestas, los estudiantes volvieron a las calles de Santiago, Valparaíso y Viña del Mar para exigir la renuncia del mandatario y que se cambie la actual Constitución.



La protesta social retomó ayer su tercera semana en Chile, con decenas de miles de personas, en su mayoría estudiantes, manifestando en las calles para exigir cambios a un poder que parece impotente para apagar la crisis.

Convocados por redes sociales a un “superlunes” de manifestaciones, los chilenos marcharon y se concentraron en las calles de Santiago y otras ciudades como Valparaiso y Viña del Mar.

En la capital, la jornada reunió temprano a manifestantes frente a los tribunales, los taxistas protestaron contra el cobro de peajes dentro de la ciudad y luego la protesta se hizo multitudinaria alrededor de la céntrica Plaza Italia, donde se registraron algunos incidentes aislados con la policía.

Decenas de miles de personas se reunieron en la Plaza Italia de Santiago y los choques estallaron cuando los manifestantes intentaron avanzar hacia el palacio presidencial de La Moneda por la céntrica avenida Alameda. Allí, con varios puntos de contención por parte de efectivos de la policía, se generaron diversos enfrentamientos.

Alrededor de Plaza Italia también hubo varios choques, y la policía lanzó gas lacrimógeno y chorros de agua para contener la manifestación. 


En el centro de la ciudad de Viña del Mar, a unos 120 km al oeste de Santiago, donde hasta ahora las protestas sociales habían tenido una menor intensidad, manifestantes también enfrentaron a la policía y saquearon tiendas de un céntrico centro comercial.

“Esto aún no termina” es el lema para las protestas que convocan para esta semana en Chile, uno de los países más estables de América Latina hasta este estallido social sin precedentes, que sorprendió a un poder político que todavía no sabe cómo controlar la crisis.

Las protestas cuestionan un Estado ausente en educación, salud y pensiones dentro de un modelo económico de libre mercado, donde una minoría controla la riqueza del país. De esta manera se han multiplicado las voces de izquierdas y derechas que piden cambiar la Constitución, una herencia de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

El presidente Sebastián Piñera, que canceló la organización de la APEC y la cumbre de clima de la ONU COP-25 previstas para pocas semanas más en Santiago, afirma que prefiere antes que nada “un diálogo amplio”.

Una encuesta de Cadem divulgada el domingo, reveló que un 87% está a favor de que se cambie la actual Constitución. Piñera paga con una caída estrepitosa de popularidad sus errores y tropiezos en la gestión de la crisis desde el primer viernes de protestas. En un fin de semana, decretó el estado de emergencia, sacó a los militares a las calles e impuso un toque de queda, todas medidas que se pensaban sepultadas desde la época de mano dura de Pinochet.

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