El histórico entendimiento alcanzado con el bloque sudamericano genera fuertes divisiones entre las 28 naciones que integran la Unión Europea, e incluso al interior de algunas de ellas. Una radiografía para entender qué se discutirá antes de firmar el tratado final.
El acuerdo sellado el 28 de junio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur no sólo genera controversias en Sudamérica. Si bien una mirada simplista asumiría que Europa debería salir favorecida por su poderío económico y por el peso de los bienes industriales en sus exportaciones, el entendimiento despierta profundas divisiones entre los 28 países del bloque.
Ningún tratado de libre comercio genera unanimidad, porque siempre hay sectores que salen favorecidos ante la expansión de los mercados, que conviven con otros que pierden, porque no están en condiciones de competir. Los representantes de unos y otros en el ámbito de la UE mantienen por estos días discusiones fuertes, que en algunos casos adquieren un tono dramático.
Para que el Europarlamento y los 28 congresos nacionales ratifiquen el acuerdo del lado europeo será necesario que se alcancen consensos básicos que acerquen a esas posiciones enfrentadas. Ese proceso puede demandar mucho tiempo y, si las negociaciones no prosperan, puede hacer que se caiga el tratado.
"El acuerdo tiene ganadores y perdedores en todos los países de la UE. Los grupos más críticos son los agricultores y los ambientalistas. Seguirá habiendo cuotas para productos como la carne, las aves de corral y el azúcar, pero como los aranceles bajarán considerablemente, será más fácil exportar a la UE. Además de temer a la competencia, los agricultores también temen que los productos del Mercosur no cumplan los altos estándares de calidad europeos, y señalan el riesgo de nuevas enfermedades. En cambio, la industria y las empresas que exportan a América Latina son las ganadoras, ya que el acuerdo suprime los aranceles. Será especialmente beneficioso para los exportadores de automóviles, maquinaria y productos farmacéuticos", explicó Sophie Vanhoonacker, profesora de Gobierno en la Universidad de Maastricht.
Los que impulsan el pacto
Hay razones de sobra para pensar que el tratado puede ser beneficioso para Europa en su conjunto. Supondría la creación de un área de libre comercio con 770 millones de consumidores, la décima parte de la población mundial. Para dos bloques que anualmente intercambian bienes por 98.000 millones de dólares y servicios por 38.000 millones, las perspectivas de crecimiento son enormes.
El 91% de las exportaciones europeas a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay dejarán -progresivamente- de pagar aranceles, lo cual podría darle un impulso muy importante a las ventas de automóviles, autopartes, productos químicos y maquinaria industrial. Por su parte, el Mercosur tendría el beneficio de dejar de abonar tarifas aduaneras sobre el 93% de sus exportaciones a Europa, y recibir un trato preferencial para el 7% restante. Su expectativa es aumentar especialmente las ventas de carne vacuna, pollo, azúcar y etanol.
"Hay una serie de países que han apoyado las negociaciones durante mucho tiempo. El Reino Unido, las naciones nórdicas, Alemania, España y Portugal. Es porque son competitivos en términos de exportaciones de bienes industriales, o porque debido a sus vínculos históricos -por ejemplo, España-, ven esto también como un proyecto político", dijo Manfred Elsig, profesor del World Trade Institute de la Universidad de Berna.
Las grandes organizaciones patronales europeas son las más entusiastas. Christoph Leitl, presidente de Eurochambres, que reúne a las principales cámaras de Comercio e Industria del continente, dijo que era "una oportunidad única para alentar la estabilidad y la integración" entre los dos bloques.
Todavía más enfática fue la la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (ACEA), el sector que puede salir más favorecido con la eliminación de los aranceles, que hoy son del 35 por ciento. "Hay un verdadero potencial de crecimiento de la industria automovilística de la UE, tomando en cuenta el tamaño del mercado del Mercosur, tanto en términos de población como de PIB", afirmó Erik Jonnaert, secretario general de la ACEA.
La UE vendió el año pasado 73.000 vehículos en los cuatro países de sudamericanos, una pequeña parte del total de 3,3 millones de autos nuevos que se comerciaron en la región, así que las perspectivas de crecimiento son muy elevadas. Bastante similar es el panorama para los laboratorios y para los fabricantes de productos químicos.
Esta combinación vuelve a Alemania el país más favorecido. La gran potencia europea tiene un PIB de 3.8 billones de dólares y un superávit exportador de 6% del producto. Vende al exterior maquinaria por 271.700 millones de dólares, vehículos por 263.700 millones y productos farmacéuticos por casi 100.000 millones.
Los autos son el principal producto de exportación de España, otro de los impulsores. El año pasado vendió por un valor de 58.900 millones de dólares, un 17,1% de sus exportaciones. Las gestiones del presidente Pedro Sánchez fueron decisivas para convencer a algunos de sus pares más dubitativos.
El Reino Unido, que sería otro de los grandes beneficiarios, probablemente no pueda cosechar los frutos del acuerdo, ya que está en vías de dejar la UE. Claro que, después de todas los idas y vueltas, a esta altura no se puede descartar de plano que se revierta el Brexit.
"Hay que destacar que los consumidores en ambos lados del Atlántico serán los mayores beneficiarios del acuerdo si este llega a ratificarse, dada la reducción de los precios que se produciría tras la eliminación de los aranceles. La teoría del comercio internacional estima que las ganancias netas en bienestar suelen ser positivas tras la liberalización comercial, si se tienen en cuenta los efectos sobre los consumidores y productores, incluso descontando la pérdida en ingresos arancelarios por parte de los estados. Sin embargo, dado que los efectos sobre el empleo en determinados sectores para los cuales se elimina la protección serán potencialmente negativos, serían necesarias políticas económicas que redistribuyan las ganancias de ganadores a perdedores, y en esto suelen fallar los estados", sostuvo Inmaculada Martinez-Zarzoso, profesora de teoría económica de la Universidad de Gotinga, Alemania.
Los que dudan o están en contra
"El impacto global es difícil de cuantificar. Los países de la UE pueden obtener algunos pocos beneficios y los consumidores se verán favorecidos por la reducción de los precios agrícolas si, y sólo si, los beneficios no son absorbidos por los comercios minoristas. Algunas pequeñas explotaciones pueden sufrir, y son esperables ciertos efectos secundarios en el medio ambiente. En general, las posibles ganancias y pérdidas serán diferentes según las dimensiones sectoriales, geográficas, de aptitudes y de ingresos per cápita, más que a nivel país", dijo Luca De Benedictis, profesor de economía internacional de la Universidad de Macerata, Italia.
Ningún país de la UE tiene bienes agropecuarios entre sus principales ventas al exterior. Sin embargo, los productores ocupan en algunas partes un lugar social y político privilegiado. Están claramente en contra, porque no quieren competir ante economías que se especializan en este tipo de exportaciones, y tienen un poder de lobby nada desdeñable.
Copa-Cogeca, una de las mayores asociaciones agrícolas de Europa, planteó que el acuerdo con el Mercosur era "la caja de Pandora". Por ejemplo, los productores de naranjas temen competir con Brasil, que es el primer exportador mundial. Algo parecido pasa con los limones y Argentina, ya que además hay antecedentes de excesos de abastecimiento en el mercado. En el caso argentino también hay miedo por el avance de sus vinos, que hoy pagan un 20% de tarifas aduaneras.
El país con el núcleo de resistencia más visible es Francia, donde productores agrícolas y ganaderos están organizados en pequeñas explotaciones, muchas familiares, que reciben importantes subsidios del gobierno. Sus críticas se centran en la desigualdad que, desde su punto de vista, implicaría tener que competir con las "fábricas de carne" del Mercosur, en las que se produce en masa, sin tantas restricciones medioambientales, con antibióticos, hormonas de crecimiento y soja transgénica.
"Uno de los países que puede verse perjudicados es Francia. En concreto, por sus agricultores, dado que es exportador neta de productos agrícolas y ha sido beneficiario de la protección que la Política Agraria Común (PAC) ha proporcionado a dicho sector durante décadas. De hecho, ya han habido protestas y la portavoz del gobierno francés, Sibeth Ndiaye, dijo que Francia no ratificará el acuerdo hasta que no queden claros los detalles", sostuvo Martinez-Zarzoso
En el Senado, donde estos sectores están sobrerrepresentados, no va a ser nada sencillo que pase el tratado, porque el rechazo no distingue entre ideologías. El senador socialista Claude Bérit-Débat dijo que era una "aberración" que va a afectar "la salud de los ciudadanos" y condenó también el impacto sobre el medioambiente, por lo que implicaría acordar con Brasil en un momento en que está avanzando la deforestación de la selva amazónica y gobierna alguien como Jair Bolsonazi, que descree del cambio climático.
"A veces, es la percepción de lo que puede significar para su economía lo que puede ser motivo de oposición. En lo que respecta a los productos agrícolas, Francia ha sido un firme defensor de la protección europea. No está claro si el agricultor francés experimentará una fuerte competencia, por ejemplo, de la carne vacuna argentina, pero los campesinos tienen una tradición de manifestaciones y protestas. Se movilizan fácilmente", dijo Amy Verdun, profesora de política europea y política económica de la Universidad de Leiden.
A pesar de la visibilidad de las críticas, sería un error ubicar a Francia entre los países que están en contra. Los sectores de punta de la tercera economía europea, como los fabricantes de autos y de aviones, ansían que se cierre el tratado. Por eso, más allá de su cautela para no herir las sensibilidades del campo, el gobierno de Emmanuel Macron lo apoya.
Bruno Le Maire, ministro de Economía, lo defendió este viernes, aunque anticipó que vigilarán muy de cerca la implementación. "Hay que estar muy atentos con la aplicación, para asegurarse de que los productores de Mercosur respetan las mismas normas sanitarias, medioambientales y de bienestar de los animales que nosotros, asegurarse que se respetan las garantías que se han dado (…) Hay una cláusula de salvaguardia prevista, pedida explícitamente por Macron, por la cual si estos compromisos no se respetan podemos suspender inmediatamente el acuerdo".
"Sabemos que habrá liberalización en el sector agrícola, pero no hemos visto todos los detalles. Habrá cuotas tarifarias para la carne de vacuno, las aves de corral, el azúcar, el cerdo y el etanol. Se trata de zonas sensibles, pero a través de las cuotas se puede gestionar la cantidad total de importaciones, y los períodos de introducción gradual, con fases transitorias de reducción arancelaria, ayudarán a los agricultores de la UE a adaptarse", señaló Elsig.
En una situación similar a Francia está Italia, que en el norte del país tiene empresas altamente industrializadas, que podrían ganar mucho con el entendimiento, pero que conviven con una economía bastante menos desarrollada en otras regiones, que podrían no soportar la competencia.
Otros países se manifestaron más firmemente en contra del pacto con el Mercosur, porque son relevantes los sectores afectados, pero no tienen ganadores tan claros. Irlanda es un ejemplo. Regina Doherty, ministra de Empleo, dijo que el acuerdo era "decepcionante e insatisfactorio" y anticipó que trabajarán para "tratar de mitigar su impacto". En esa lista están también Bélgica y las naciones de Europa del Este, sobre todo Polonia y Hungría, que tienen políticas comerciales más restrictivas.
"En mi opinión, el tratado superará la fase de aprobación en Europa. La ratificación llevará algún tiempo, pero el hecho de que los Estados Unidos hagan tanto ruido sobre el proteccionismo, y de que los europeos en general sean mucho más multilateralistas, debería ayudar a que se acepte en los distintos parlamentos. Sospecho que no habrá demasiados problemas. Si es necesario, se llegará a un acuerdo entre bastidores que beneficie a los pocos países preocupados por el impacto de este acuerdo en los puestos de trabajo inmediatos", afirmó Verdun.
Fuente: nota de Darío Mizrahi para Infobae
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