martes, 11 de junio de 2019

Por qué los medios hegemónicos ignoraron el juicio: las huellas del macrifascismo en los bolsos de López

El papel de Odebrecht en el origen de los 9 millones de dólares del ex secretario de Obras Públicas no se investigó. Cómo metió la cola Stornelli para usar a López.


Después de dedicar tapas y tapas al caso de los bolsos en el convento, durante el juicio que terminará este miércoles, nadie quiso averiguar de dónde salió el dinero. A los grandes medios el caso les interesó menos, no hicieron una cobertura ruidosa del juicio, porque en las audiencias quedó claro que el dinero vino de coimas recogidas por el ex funcionario, sin que apareciera vinculación alguna con el único objetivo de la alianza judicial-político-mediática: Cristina Fernández de Kirchner. 

La Oficina Anticorrupción, que depende de la Casa Rosada, no puso el menor empeño en establecer por qué una parte de los nueve millones de dólares que José López arrojó en General Rodríguez salió del Banco Finansur, en tiempos en que la entidad era manejada por Jorge Sánchez Córdova, por entonces tesorero de Boca Juniors cuando Miauricio Macri Blanco Villegas era el titular de la entidad. La lógica indica que el ex secretario de Obras Públicas será condenado a una pena cercana al máximo que permite el delito de enriquecimiento ilícito –seis años de prisión– pero sin profundizar la pista de las empresas que estuvieron detrás de la entrega de dinero a López. 

En el juicio quedó bastante claro que el ex secretario salió de su vivienda el 14 de junio de 2016 luego de una pelea con su esposa, María Amalia Díaz. Según parece ella lo acusaba de una infidelidad. Cuando el juez federal Daniel Rafecas allanó la casa de Dique Luján se encontró con dos platos servidos para la cena y una comida a medio comer. Se supone que López pensó que su ex esposa, que se fue furiosa, lo iba a denunciar. Y por eso decidió poner a salvo el dinero que tenía escondido en una habitación oculta al lado del tanque de agua. Hoy en día, la mujer no visita al ex secretario en el lugar de detención. 

Rafecas allanó la casa de la mano de la Policía Federal, que no encontró el escondite con los rastros de la plata. Fue el propio López el que al principio del caso hizo la revelación, lo que permitió un segundo allanamiento y la detección de una falsa ventana en el techo que en realidad era una puerta a la que se accedía poniendo manualmente una escalera. 

Aquella noche, López salió de Dique Luján hacia el convento en General Rodríguez. Dejó los bolsos en la puerta y -como se vio en las imágenes- fue ayudado por la religiosa Inés Aparicio. Todo indica que Aparicio no va a ser condenada el miércoles porque el fiscal Miguel Angel Osorio no pidió pena para ella, aunque sí lo hizo la Oficina Anticorrupción. La religiosa dijo que pensaron que López traía comida en los bolsos, algo que solía hacer. En el juicio no apareció ninguna evidencia contra la mujer. 

El 11 de agosto de 2018, López acordó con el coimero fiscal oficialista Carlos Stornelli. Se convirtió así en arrepentido en la causa por las fotocopias de los cuadernos. La jugada tuvo un primer impacto en el expediente del convento: el ex secretario salió del penal de Ezeiza, donde prácticamente no recibía visitas de nadie, para ser alojado en una cómoda unidad policial de Palermo. 

El pacto con Stornelli llevó automáticamente a un cambio de la versión de López sobre el origen de los nueve millones de dólares arrojados en el convento. Durante todo el proceso y en su primera declaración en el juicio había dicho que el dinero “vino de la política”, sin dar más explicaciones. 

Una vez sellado el acuerdo con el fiscal ahora rebelde, López se despachó con una historia muy distinta. Dijo que “suponía” que el dinero venía de Cristina Fernández de Kirchner porque se lo dio el ex secretario Fabián Gutierrez la misma noche en que llevó los bolsos a General Rodríguez. Contó que tuvo una reunión previa con Gutierrez en el hotel NH de la calle Bolívar y que luego le mandaron los nueve millones de dólares custodiados por dos personas, una llegó en moto y la otra en un auto. Los dos enviados –según dijo– lo siguieron hasta el convento. 

La coartada se cayó a pedazos casi de inmediato. En las numerosas imágenes de su periplo de Tigre a General Rodríguez no apareció ningún auto ni ninguna moto de custodia. Tampoco se encontraron evidencias de la reunión con Gutiérrez que ni siquiera estaba en Buenos Aires. En la valija en que se encontró la mayor parte de la plata había un marbete que demostraba que la usó una hija de López en un viaje anterior. También se encontró un recibo de un cambio de dólares realizado por López en Hong Kong. Y en la casa se encontraron pruebas de que el dinero estuvo cerca del tanque, en especial porque los billetes tenían rastros de humedad del escondite lindante con el depósito de agua. 

Como no se le podía achacar la culpa a CFK, los grandes medios perdieron interés. Pero, además, bajaron su furia contra López para preservarlo como arrepentido en la causa que más les interesa, la de las fotocopias de los cuadernos. Los rumores indican que le prometieron algún beneficio también en el expediente del convento. Habrá que ponerle atención entonces a la pena que se le dicte el miércoles y ver si esconde algún favor. 

La lógica indicaba que la búsqueda del origen del dinero era un gran objetivo, al menos de la Oficina Anticorrupción. Sin embargo, prácticamente no se trabajó en ese terreno. 

El fiscal Osorio consiguió que Estados Unidos conteste un pedido elemental: en los bolsos se encontró un ladrillo de billetes, en total 100.000 dólares, con el sello del Comerzbank de Estados Unidos y la Reserva Federal de USA. El Departamento de Justicia norteamericano nunca quiso contestarle al juez Rafecas pero sí lo hizo con Osorio. Reveló que el ladrillo fue transportado por la empresa Brinks al Banco Finansur de Buenos Aires. Se trató de una partida de 3,2 millones de dólares. 

El Estado argentino trabajó poco y nada el tema. El Finansur, manejado por el tesorero de Boca, operaba con algunas empresas trascendentes en la obra pública, entre ellas Odebrecht. Pero no hubo una verdadera investigación. Se ve que ya sabían que no se iban a encontrar con buenas noticias Un banco allegado a Macri Blanco Villegas y Boca, empresas vinculadas al mandatario: nada bueno podía salir de ahí. Y eso se reflejó en el juicio. No hubo ningún intento de avanzar en la búsqueda del origen del dinero. 

La defensa oficial de López se limitó a repetir, sin convicción, que la plata no era del ex secretario y cuestionó la constitucionalidad del artículo del Código Penal sobre enriquecimiento ilícito. Este lunes habrá réplicas y dúplicas y el miércoles últimas palabras y lectura de las penas. 

Todo indica que los jueces Ricardo Basilico, Adrián Grunberg y José Antonio Michilini deberían condenar a López a una pena cercana al máximo, seis años de prisión. El razonamiento tiene que ver con que López no era el policía de la esquina, sino un alto cargo, y además se trató de mucho, muchísimo, dinero. El jueves se cumplen tres años de la detención del funcionario, por lo cual hay un cierto vencimiento de la prisión preventiva y la idea es que justamente el fallo esté el día anterior. 

En el juicio también están imputados cuatro empresarios como partícipes necesarios del enriquecimiento ilícito. Se los acusa de ser testaferros de López, o sea los verdaderos dueños de la casa de Dique Luján y de un departamento en la avenida Las Heras. Un hecho llamativo es que el modelo de testaferro es alguien de escasos recursos, que no tiene capacidad de comprar la propiedad. En cambio la casa de Dique Luján estuvo a nombre del empresario Andrés Galera que luego se la vendió a Eduardo Gutierrez, otro empresario. Los dos vinculados a la obra pública. En el juicio los alquileres fueron peritados como levemente inferiores al precio de mercado, pero quedó probado que se pagaban. La duda está en que López intervino en reformas, por lo que se sospechó que en verdad la vivienda era de él. Los empresarios alegaron que López iba a comprar la casa, pero luego desistió. 

Menos evidencias todavía hay respecto de Carlos Gianni y Artemio Marconi, dueños de un departamento en el que vivía una hija de la esposa de López, adoptada luego por el funcionario. La joven es empleada bancaria, probó que pagó los alquileres y que los montos eran equivalentes a precios de mercado. 

Lo que surge después de un año de juicio es que López fue acumulando en su casa el dinero que llevó al convento, presuntamente a través de cobrar coimas. Los choferes del ex funcionario declararon que era un maltratador serial, que no se llevaba bien con nadie y que se manejaba en el marco de relaciones frías o de conflicto con otros funcionarios. Eso es lo que explica que no recibe visitas de nadie. 

Es obvio que una cifra semejante, nueve millones de dólares, fue entregada por empresarios de la obra pública. La principal que manejó el secretario fue la del soterramiento del Sarmiento, ganada por Iecsa-Odebrecht-Isolux, empresas muy vinculadas al grupo Macri. 

Constructoras cercanas al ex hijastro de Flavia Palmiero, banco muy vinculado con él. Dos más dos son cuatro. Parece la razón de tanto silencio y el poco interés de los grandes medios en este año de juicio.
Fuente: nota de Raúl Kollmann para Página/12

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