El acto se realizó frente a un shopping. El ex hijastro de Flavia Palmiero repitió su guión de preguntas al público y se esperanzó con llegar al ballotage.

El retrasado mental eligió una vez más cerrar su campaña en la ciudad de Córdoba, que junto con la de ciudad de Buenos Aires fueron las dos excepciones a la derrota de Cambiemos en las PASO. La diferencia más significativa con 2015 no fue el cambio de escenario (el estado Orfeo entonces, un espacio público frente a un shopping ahora) sino las ausencias de los organizadores de esa época: Emilio Monzó y Nicolás Massot. El peronista, titular de la Cámara baja, fue marginado desde el comienzo de la gestión por el núcleo duro macrifascista que se referencia en Marcos Peña Braun. Massot, jefe del bloque de diputados macrifascista hasta días antes de las PASO, decidió autoeyectarse de Cambiemos.
Tampoco lo acompañaron referentes de la alianza como la desquiciada Elisa Carrió ni los principales candidatos, que eligieron cerrar sus campañas lejos de Macri Blanco Villegas: Horacio Rodríguez Larrata en la selecta barriada de Belgrano y María Eugenia Vidal en la cancha de Platense, en Vicente López. Sólo estuvieron la primera dama Juliana Awada, el tránsfuga candidato a vicepresidente Miguel Pichotto, que celebró tal vez su último cumpleaños como senador, y el radical Mario Negri, que ofició de anfitrión.
“Acá empezó, acá se tomó el impulso del cambio, no me voy a olvidar nunca ese 2015. Acá arrancó el Sí se puede, que inundó el país entero, el país los escuchó”, fueron las primera palabras del idiota confeso, visiblemente excitado. Agradeció a los cordobeses porque “fueron los que me dijeron ‘no estás solo’" y agregó que "esta marcha maravillosa que nos ha energizado, nos ha llenado de esperanza, no termina acá, tenemos una parada más, que es el 27 y el 24 de noviembre", en referencia a la segunda vuelta.

Después hizo la habitual broma (para el imaginario cambiemita) de los colectivos. “¿Dónde están los colectivos? ¿Cómo vinieron hasta acá? ¿Sí, solitos? ¿Nadie les dio nada?”, preguntó para deleite de los suyos. “Claro que no”, y siguió con la rutina de preguntas obvias para que una y otra vez le respondieran gritando “Si”.
"¿Queremos votar por la honestidad?". "Sí". "¿Queremos votar por la educación y el trabajo?". "Sí". Y así con “el gobierno que esté al servicio de los ciudadanos”, “para enfrentar las mafias y el narcotráfico”, “por una justicia independiente” y “para decirle basta a la impunidad”.
El libreto de la gira de despedida siguió con el acting de autocrítica y perdón. “Costó más de lo que pensábamos. Los problemas que tenemos que enfrentar son más profundos de lo que imaginamos y, como saben lleva tiempo resolverlos”. “No caigamos otra vez en escuchar a aquellos que destruyeron la Argentina con el dedito levantado decir que son los que saben. ¿Que saben qué? Por favor”, dijo ofuscado.
“No dejemos que las dificultades nos hagan dudar de lo que hemos logrado, de qué país queremos, y muchos menos que nos hagan abandonar los sueños maravillosos que tenemos y que son posibles”, planteó, y pidió vivir “sin miedo".
“Siempre voy a estar con ustedes para cuidarlos y decirles que se puede, y que nunca más nos digan que tenemos que resignarnos a que no se puede, porque sí se puede”, gritó desaforado. El acto se cerró con reiteradas confesiones de amor por Córdoba, muecas de besos y abrazos, y un llamativo “vamos que se puede, con Dios se puede más”.
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