La vicepresidenta anunció que el año próximo se dedicará a escribir sus memorias, pero hace rato está marginada en el PRO. No logró mejorar la vida de las personas con discapacidad, área que estuvo bajo su control.
Como la típica amiga servicial que en cuanto ve venir el fin de fiesta se apura a levantar las copas y retirar los globos, Gabriela Michetti anunció que el año próximo se dedicará a escribir sus memorias.
Tal vez ya tenga algo escrito. Sus amigos del baile del “Sí, sí, se puede” la venían desinvitando desde antes de las PASO. Esa foto del cierre de campaña donde se la ve posando para una selfie que la excluye “por no estar a la altura”, confirma su lugar perdido de “La nº 2” y la despedida de cualquier puesto de sobrevida política. Pero también se alcanza a ver en esa foto el desprecio del Estado macrifascista hacia un sector muy concreto de la población. Desprecio en formato meme: habilitación a la burla dentro y fuera de Cambiemos. En formato políticas públicas: el nuevo código de edificación de la ciudad que excluye a ciudadanxs con discapacidades, el espectacular retiro de 70 mil pensiones el año pasado (Michetti dijo que se enteró por los diarios), la burocracia creada para que esas pensiones no se puedan recuperar, la ausencia de una perspectiva desde la discapacidad en las resoluciones sobre salud, trabajo y más.
¿Vale doble que la vice presidenta integre esta zona de la ciudadanía? Sí, porque el factor “mujer y en silla de ruedas” fue un gesto sensibilizante, esperanzador y electoral muy similar a la destreza en el lenguaje de señas que desplegó Michelle Bolsonaro en la asunción de su marido, quien este año también recortó fondos para el mismo sector. La escena del festejo en las elecciones hace 4 años donde el hijo bobo de Franco Macri baila con Gabriela incluyendo la silla en la coreografía, contrasta con las que vinieron luego (disponibles en YouTube) donde el retrasado mental ingresa al Senado caminando a paso de “hombre apurado” mientras la vice, rezagada, avanza chocándose con obstáculos varios, incluido su compañero.
Ni ella ni ninguno de los presentes en aquella selfie que se hizo viral salió a hacerse cargo de la humillación pública. El algoritmo habrá detectado una tendencia. Después de todo, los chistes sistemáticos sobre la parálisis de Michetti, la borrachera de Bullrich Luro Pueyrredón o la gordura de Carrió son licencias de una cultura machista que se regodea en ridiculizar al equipo femenino en el poder.
No volveré y seré memorias
¡Pero ella no dijo “Memorias”! Auténtico ejemplar de Cambiemos, piensa redactar una "memoria de gestión”. O sea: viajar del planeta de los memes al de los memorandum.
Qué escribirá Michetti, es un misterio que promete no convertirse en best seller. Por el momento adelantó un renglón que confirma su estilo: “En el Senado hice muchas cosas, arreglamos el edificio. Y eché a 3.500 tipos de los 7.000 que había”.
Aunque también, como esa amiga servicial que cada tanto se harta de que la tomen para el churrete, denunció a los suyos: "Porque si uno no se aparta de la escena mediática y del posicionamiento político, no tiene la posibilidad de gestionar exitosamente".
La pulsión autobiográfica es comprensible entre quienes alguna vez se sentaron en el (¡no hay!) sillón vicepresidencial. La Constitución les ha diseñado un rol muy acotado. ¿Alguien puede recordar la lista de vices desde 1983 hasta hoy sin espiar su celular? El mayor pico de esplendor se da en la candidatura cuando presidente y vice integran una “fórmula” química y mágica. El vice representa las alianzas, garantía de rumbo y también placebo para la ansiedad binaria general. Pero una vez en funciones le toca encauzar su vuelo propio, o desbarrancar como "Chacho" Álvarez; desempatar en el Senado; remplazar al presidente cuando viaja o cuando se muere, ocasiones donde salvo excepciones mejor no lucirse: Cobos y María Estela Martínez de Perón entrarán juntos a la posteridad. En este sentido, como ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner no sólo demostró alta agudeza política al inventar esta fórmula que la incluye, también se ha impuesto el desafío de mantenerla química y mágica en funciones.
Es probable que la memoria de Michetti quiera imprimirse por sobre la de Google que la recuerda con escándalo y sospecha de corrupción desde el primer día. Mientras la veíamos festejar el triunfo de Cambiemos en la tele, en su casa un guardaespaldas le robaba 250 mil pesos y 50 mil dólares. Rauda hizo la denuncia pero no se dio cuenta de lo mucho que le iba a costar justificar un dinero no bancarizado. Entonces salió a la luz su fundación SUMA, que parece haber hecho honor al nombre con aportes que también costó justificar. Si sus remplazos durante vacaciones y viajes de Macri Blanco Villegas no tuvieron relevancia, la red detecta un remplazo estrella: en 2017, el presidente fue denunciado por "administración fraudulenta y negociaciones incompatibles con la función pública” porque el Estado le había perdonado 70 mil millones de pesos a una empresa (Correo Argentino) del grupo Macri. El año pasado, por decreto presidencial se dio por clausurado ese sumario. No firma el ex hijastro de Flavia Palmiero. Firmó Michetti y refrendó Marcos Peña Braun.
En las redes, sus intervenciones aparecen prácticamente todas bajo las etiquetas #papelón o #blooper. Pero esa clasificación merece ser rectificada. Aplicar para el casillero de las burradas no debería desplazarla de otros, como por ejemplo, la apología de la violencia de Estado. Michetti justificó, tal vez compitiendo en likes con Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, el asesinato del joven Rafael Nahuel, baleado por la espalda y cuando huía sin armas en un operativo de desalojo de la Prefectura Naval, diciendo: “el beneficio de la duda siempre lo tiene que tener la fuerza de seguridad que ejerce el monopolio de la fuerza”.
¡Vamos todavía!
Último momento. Que se detengan esas memorias. A pocos días de las elecciones, el algoritmo vuelve a darle una oportunidad a Gabriela.
Es que ella es, nada menos, la autora de este pensamiento: "Debe haber un respeto a la vida desde la concepción, por una cuestión de sentido común, más que de ciencia, digo, todos pasamos por ser embriones, todos pasamos por ser fetos, luego bebés, adolescentes y adultos". Y su grito de “¡vamos todavía!” que soltó a micrófono abierto en el Senado cuando la postura antiderechos vencía en la votación por la ley de interrupción voluntaria del embarazo, hoy cotiza alto en el mercado marketinero de Cambiemos.
Vuelve entonces Gabriela a la campaña, rosario en mano. Y el vago neoliberal que alardeaba de liberal en estos temas, sale de gira por las provincias hecho un cruzado anti aborto y repartiendo servicio militar no obligatorio para jóvenes que dejó sin trabajo. Mientras tanto queda en evidencia hasta qué punto habilitar la discusión por la legalización en el Parlamento fue una movida para dar luz celeste a los evangélicos.
Gabriela, la doña santa que se opuso a la ley de matrimonio igualitario aclarando que tenía un amigo gay, también se opone a una de las causales contempladas en la legislación desde 1921, el aborto en caso de violación: “Entiendo el drama que significa, pero hay tantos dramas en la vida. O sea… Yo no lo hubiera permitido. Lo podés dar en adopción, trabajar con un psicólogo, no sé". Otra vez. No se debería leer bajo el paraguas del papelón, declaraciones donde la banalización de “los dramas” y el imperio del “yo no sé” forman parte de una política de Estado. La vicepresidenta no es una papelonera del montón, es una gran representante de la coherencia de Cambiemos cuyo flamante “Nº 2”, Miguel Angel Pichotto, ya aportó la idea de quemar villas, dinamitarlo todo.
Escriba lo que escriba, Gabriela Michetti será olvidada como la compañera de fórmula de un régimen fascista que tiró al aire muchas ideas atroces. Y las cumplió.
Fuente: nota de Liliana Viola para Página/12
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