Elegiría a la presidencia provisional y a los principales cargos de la Cámara. Habría un interbloque con el PJ de los gobernadores, que podría presidirlo si Alberto suma partidos provinciales.
En el Instituto Patria dejan correr las versiones sobre los posibles gabinetes de Alberto Fernández y Axel Kicillof, pero repiten una máxima: "Las listas para el Congreso las hicimos para tener gente nuestra en las bancas y eso no cambió".
En las nóminas intercalaron los elegidos de los gobernadores con militantes de La Cámpora, quienes si Alberto llega a la Casa Rosada seguirán las instrucciones de Cristina Fernández de Kirchner desde la presidencia Senado, donde ya diseña un esquema de poder con su gente de confianza en los cargos más relevantes.
El principal es la presidencia provisional, tercer lugar en la línea de sucesión presidencial y con la misión de presidir la sesiones cuando el jefe de Estado viaja al exterior y su vice debe firmar los decretos. Sería ocupado por algún soldado de Máximo Kirchner y la principal candidata es Anabel Fernández Sagasti, tal vez la senadora que más se haya ganado la confianza de Cristina en estos años.
Tras su derrota en la elección a gobernador de Mendoza, algunas usinas del PJ la promovían como parte de un gabinete nacional, pero en el kirchnerismo le bajan expectativas.
Es que si renuncia a su banca hasta 2021 la ocuparía el diputado Omar Félix, hermano de Emir, el intendente de San Rafael acusado junto a sus colegas de haberle restado apoyo a Sagasti al adelantar la elección municipal.
En el peronismo creen que ese lugar será reservado a Oscar Parrilli, secretario de Cristina desde sus últimos años como presidenta. Los K le bajan el precio y lo ven como una pieza de unidad en el recinto pero sin el protagonismo de las nuevas generaciones, que quieren pisar fuerte en uno de los organismos del Estado más conservadores.
Es que en el Senado persisten viejas tradiciones como impedir un cargo de relevancia para un recién llegado, que no le permitiría pisar fuerte a un camporista de renombre como Mariano Recalde.
El elegido de Cristina para controlar la casa era Jorge Capitanich y si bien sería senador electo en octubre, si este domingo también se consagra gobernador le dejará su banca a Antonio Rodas. Otros camporistas que aterrizan en diciembre son el rionegrino Martín Doñate, la entrerriana Stefanía Cora y los fueguinos Martín Rodríguez y María Eugenia Duré.
Pero la costumbre que la ex presidenta mantendrá es que cada vicepresidente elija al secretario administrativo del Senado, encargado de manejar los números de la casa, una potestad que ni siquiera le quitaron a Julio Cobos cuando rompió relaciones con la Casa Rosada.
En el Congreso agitan el fantasma del retorno de Carlos Zannini, a quien se lo empezó a ver más seguido en el Instituto Patria, pero también confirman a dos figuras cercanas como protagonistas: el neuquino Marcelo Fuentes, que abandona su banca en diciembre; y la santacruceña Virginia García, senadora hasta 2017 y asesora de Cristina desde su retorno a la vida parlamentaria.
Al menos de uno de ellos sería secretario parlamentario, el encargado de ordenar cada sesión. Reemplazaría al radical Juan Tunessi, promovido por algunos de sus correligionarios para la prosecretaría parlamentaria, puesto reservado a la oposición de turno.
No fue el caso de la prosecrearía administrativa, que hace años pertenece al fueguino Mario Daniele sin importar quien estuviera sentado en la Casa Rosada, porque pesó más su amistad con Miguel Pichotto y su buena relación con el resto de los senadores del PJ. No será fácil que pase el filtro de La Cámpora, que ya pidió por su lugar en 2012 y chocó con la resistencia de los conducidos por el sorete rionegrino.
La conformación y el funcionamiento del bloque oficialista del Senado si Alberto es presidente será el mejor termómetro de su relación con Cristina. Ya lo está siendo: en la última sesión, la bancada de la ex presidenta, el FpV-PJ, coordinó cada votación con Argentina Federal, el interbloque de los gobernadores.
Aun después de la aplastante victoria de agosto, los senadores más cercanos a los mandatarios provinciales insisten con su idea de hacer un interbloque con los K y no uno solo con un solo jefe.
Prefieren dos bancadas con sus propias autoridades y en sociedad permanente, como funcionó estos años Cambiemos, un esquema que además de una mejor convivencia garantizaría mayores lugares en las comisiones y hasta una vicepresidencia de la Cámara.
El jefe del PJ es y seguiría siendo el cordobés Carlos Caserio, pero en estas condiciones habría que definir si no asciende como autoridad del interbloque. Con los resultados de agosto, el kirchnerismo tendría 17 senadores puros y el peronismo podría superarlo si suma a los pampeanos, tucumanos y chubutenses, que ahora funcionan con sello propio. Además de adoctrinar a algunos que vienen sintiéndose más cómodos con los compañeros de Cristina, como los formoseños José Mayans y Teresa González.
"Si Cristina se queda con la presidencia provisional, Alberto le podrá pedir las autoridades del interbloque y no habrá problemas", confía uno de los referentes de la liga de los gobernadores en el Senado y anticipa que si Alberto interviene para evitar que La Cámpora maneje la botonera podría sumar a la cuenta a partidos provinciales como los misioneros (con 2 senadores) y santiagueños (con 3), cuyos gobernadores Oscar Alberto Herrera Ahuad y Gerardo Zamora lo visitan muy seguido en el bunker de San Telmo.
También a algún eslabón perdido del viejo peonismo federal como Carlos Reutemann o María Eugenia Catalfamo, cercana al gobernador de San Luis Alberto Rodríguez Saá. Con estos aliados ya alcanzaría quórum propio para manejar el recinto a gusto y dejar las discusiones más relevantes puertas adentro, pero con una certeza: no habrá leyes posibles si Cristina y sus discípulos se oponen, en un Senado que ya no será el mismo.
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