Los invasores son seguidores del autonombrado "presidente en ejercicio" de Venezuela Juan Guaidó, que hace algunos meses fracasó rotundamente en su intento de deponer, por la vía de un golpe, al presidente Nicolás Maduro.

Los invasores eran seguidores del autonombrado "presidente en ejercicio" de Venezuela Juan Guaidó, que hace algunos meses fracasó rotundamente en su intento de deponer, por la vía de un golpe, al presidente Nicolás Maduro.
En febrero, Guaidó, cuyo cargo de "presidente en ejercicio" había sido reconocido por el ultraderechista Jair Bolsonazi tan pronto asumió la presidencia, nombró como "embajadora" de su supuesto gobierno a una diplomática venezolana apartada de la cancillería, María Tereza Belandria.
La referida señora también fue reconocida como "embajadora" del inexistente gobierno de Guaidó por Bolsonazi y su ministerio de Relaciones Exteriores. Ella, a su vez, nombró a Tomás Silva, igualmente alejado de la carrera, para el cargo de "ministro consejero" de la inexistente embajada.

De esa forma, al menos para el ultraderechista brasileño es como si existiesen dos embajadas: una real, la invadida; y otra, imaginaria.
Por la mañana, cuando se supo de la invasión María Tereza Belandria afirmó que en realidad el grupo encabezado por Tomás Silva había atendido a un llamado de los funcionarios de la embajada, decididos a sumarse al "gobierno" de Guaidó.
Negó que hubiesen invadido la representación, asegurando que los funcionarios les habían dado la llave de la puerta. Que los invasores hayan salido a toda prisa por los fondos echa tal afirmación por tierra.
También por la mañana ocurrieron, delante de la embajada, algunos incidentes entre simpatizantes de Guaidó y del gobierno de Nicolás Maduro, pero la intervención de la policía encargada de dar protección a representaciones diplomáticas en la capital brasileña intervino y todo terminó sin mayores consecuencias.
Consecuencias graves, sin embargo, estuvieron a punto de explotar a partir de la complaciente reacción inicial del régimen de Bolsonazi y de la actitud tomada por uno de sus hijos, el diputado nacional Eduardo.
Cuando supo de la invasión, el hijo presidencial corrió para prestar en las redes sociales su total respaldo al acto. Y lo justificó: si el gobierno de su padre había reconocido oficialmente tanto al gobierno inexistente de Juan Guaidó como a su "embajadora" en Brasil, nada más natural que hubiese una corrección de rumbo y se entregara la representación venezolana al grupo.

Una nota oficial del Gabinete de Seguridad Institucional negó con vehemencia cualquier participación en el acto cometido por seguidores de Guaidó. Al rato, y por las redes sociales, el mismo Bolsonazi repitió el texto del comunicado oficial, pero con un cambio explícito: omitió el nombre del autoproclamado presidente Guaidó.
La razón del cambio es fácilmente entendible: de admitir que los invasores eran lo que eran, o sea, seguidores de Guaidó, una vez que su gobierno reconoció oficialmente al "presidente en ejercicio", Brasil estaría admitiendo su vinculación a un acto que viola todas las convenciones internacionales y las reglas más básicas de las relaciones externas de un país.

Dos de ellos, a propósito, conforman la principal y más abierta fuente de respaldo al gobierno de Nicolás Maduro: Vladimir Putin, de Rusia, y Xi Jinping, de China.
La noticia de la invasión causó cierta tensión entre los integrantes de las respectivas comitivas reunidas, pero no provocó mayores preocupaciones de parte de los mandatarios: al fin y al cabo, no hubo respaldo del régimen de Bolsonazi.
Y además, la atmósfera ya estaba bastante cargada por la insistencia brasileña de incluir en la declaración final, que será negociada este jueves, temas y posiciones defendidos por los Estados Unidos pero que encuentran fuerte resistencia entre los demás integrantes del BRICS.
El alineamiento total y automático del gobierno Bolsonazi a Donald Trump, a propósito, ocupará papel central en las negociaciones que se llevan a cabo en Brasilia. Esa es la principal preocupación en la cumbre del Brics.
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