miércoles, 17 de octubre de 2018

17 de Octubre. Como siempre, más que siempre

Editorial - Por Carlos Tomada (*)

En este 17 de octubre, una nueva adversidad interpela al justicialismo y los lleva a levantar la bandera de la lealtad hacia los que menos tienen y más necesitan, los trabajadores y jubilados. 


La Justicia Social, como inspiración ideológica, como sentimiento de igualdad y como construcción del movimiento político más trascendente de la historia de nuestro país, tiene una trayectoria que supera ya los 70 años. 

Con una vigencia que se ha manifestado siempre -y únicamente- desde el mandato popular. Con propuestas y acciones transformadoras cuando ha sido Gobierno. 

Con convicción a la hora de defender derechos y conquistas cuando ha sido oposición. Y en la férrea resistencia cada vez que la Democracia fue agredida por dictaduras que le quitaron la vida a tantos compañeros torturados, asesinados o desaparecidos.

En todas estas instancias, la lealtad ha sido la característica central que nos hizo trascender. Una lealtad legada y aprendida de quienes nos marcaron el camino. Un camino que la gran mayoría de los Justicialistas recorremos sin olvidar nunca a quienes representamos. y quienes nos representan. Es cierto que hubieron flaquezas y quiebres. Y que algunos perdieron el rumbo. Pero no es menos cierto que la presencia militante enderezó la marcha. Con la potencia inclaudicable de lo que crece de abajo hacia arriba.

Hoy, una nueva adversidad nos interpela y nos convoca. Para defender los derechos básicos que están siendo vulnerados. De los trabajadores. Y de los jubilados. De los que más necesitan, menos tienen y menos reciben. De los que padecen tarifazos, precios inaccesibles, quitas a sus haberes, pérdida del poder adquisitivo, despidos y salud desatendida, igual que la educación o cualquier otro concepto que signifique un derecho social. Porque esto es lo que está haciendo el Gobierno de Mauricio Macri. Que llegó al poder con promesas que nunca cumplió. Diciendo una cosa y haciendo lo contrario. Generando un desempleo que habíamos dejado atrás y que hoy está cerca de 2 dígitos otra vez. Destrozando la producción y el consumo interno. Con tasas astronómicas, un dólar que atemoriza, un FMI y un enorme endeudamiento que imposibilitan la soberanía. Pero no nos equivoquemos. No es impericia. A esto vinieron. A exterminar conquistas para que los salarios sean cada vez más bajos. Con un desempleo que provoque trabajadores disciplinados. Con jubilados a los que les están saqueando el Fondo de Garantía Sustentable para que los privados hagan sus negocios. A dejarnos amañados al poder financiero internacional para que no volvamos a ninguna aventura que empodere a los de abajo. Moldeando una argentina para pocos. Para los dueños de las finanzas. De los bancos, las mineras, los exportadores de granos, la energía, los medicamentos y, los medios, claro. O sea un país sólo para ellos.

Esta realidad hace de la lealtad una necesidad vital de nuestro tiempo. Pero concreta, no abstracta. Contundente y definida. Lealtad a los que sufren, mes a mes, con ingresos insuficientes. Lealtad con los que trabajaron toda la vida y les arrebataron la movilidad jubilatoria. Lealtad con los que quieren trabajar y no tienen oportunidades. Lealtad con los que no pueden pagar el gas, la luz, el agua o los medicamentos. Lealtad con los que siguen pensando que la soberanía se construye desde la política. Y no con modelos económicos perversos. Lealtad a los militantes que día a día se esfuerzan por la unidad. Lealtad a las convicciones y a los principios. A lo que inició Perón. Y a las banderas de Evita. Al mensaje de Kirchner aquel 25 de Mayo de 2003. Y a la construcción de derechos y de igualdad que encabezó Cristina. Lealtad como siempre y más que siempre, para una Argentina para todas y todos.

(*) Ex ministro de Trabajo y actual jefe de Bloque de Unidad Ciudadana en la Legislatura porteña

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