El dólar bajó su cotización, pero los precios de la comida no bajaron tras el impacto de la primera devaluación. ¿Por qué?
Las multinacionales Unilever y Procter & Gamble se reparten en partes iguales la manufactura y la venta de los productos de limpieza, belleza, salud, cuidado del hogar y para bebés. Estas son dueñas de casi la totalidad de las primeras marcas. Las gaseosas, que tanto aumentaron, las fabrican Coca Cola y Pepsi, que también produce comida chatarra envasada. El resto de los productos de este segmento son segundas marcas.
Existen muchas empresas que producen alimentos, pero las que poseen posición dominante son muy pocas, entre las que se encuentran Arcor y Nestlé. Las aceiteras importantes son seis en el país, entre locales y trasnacionales, que tienen muy buen vínculo entre ellas. Están también acá Molinos Río de la Plata y Molinos Cañuelas, y completan la lista AGD, Bunge, Cargill y Vicentín. Las lácteas las dominan La Serenísima y Sancor. Las cerveceras son dos en el país: CCU y AB Inbev, pero la segunda es la dueña de Quilmes, Brahma y casi todas las marcas.
Pero estos productos son vendidos, a su vez, en un puñado de minoristas que controlan el mercado y, por lo tanto, las remarcaciones de precios. Esto no es una novedad, ni que el ex secretario de Comercio Miguel Braun es familiar del dueño de La Anónima. El resto que controla la mayoría del mercado son Coto, Cencosud, Carrefour y Día.
Gracias a esta concentración, que el régimen macrifascista no quiere cambiar, es que te podés quedar tranquilo de que los precios no van a bajar.
Por qué no bajan los precios de los alimentos, pese a la baja del dólar
En la última corrida cambiaria, el dólar llegó a cotizar a $ 42 en bancos privados. Tras el segundo acuerdo con el FMI y la disparada de las tasas de interés, el tipo de cambio se calmó y descendió cerca de los $ 35, una baja del 17%. Pero, los precios internos que acompañaron la escalada, ¿también descendieron?
De acuerdo al ministro de Producción, Dante Sicca, deberían haberlo hecho, pero la realidad lo desmintió. De acuerdo al propio INDEC, los fideos en octubre aumentaron 9% desde septiembre, tras haber ascendido 20% en el período previo. Además, la harina, la yerba y la gaseosa subieron 8%, el pan 7%, el arroz 6% y el aceite 5%, sin mencionar los productos estacionales, como la lechuga, cuyo precio voló 76%, o las hortalizas, que ascendieron más del 35%. Todo de un mes a otro. Los sueldos, en contraste, no sufrieron mejoras en esa etapa.
Los relevamientos privados también ven la misma tendencia, como por ejemplo el del Centro Scalabrini Ortiz. El precio de los pescados escaló 8% de septiembre a octubre, los lácteos 5,7%, las frutas y verduras 2,5% y las pastas 2,4%. Además, los fiambres subieron 1,9%, los alimentos congelados 1,8% y las carnes, 1,3%.
Incluso los productos de Precios Cuidados, que el régimen controla directamente, sufrieron incrementos de hast el 70%. Esa fue la variación de la gaseosa. El aceite se disparó 50% y la lata de arvejas 48%. La leche, que se mantiene en el listado desde 2015, tuvo un aumento acumulado del 141%.
¿Por qué pasa esto? El problema es más complejo de la visión corta de los economistas del régimen. La inflación se da por un problema de oferta, no de demanda. En muchos sectores las empresas son oligopólicas, por lo que deciden los precios de forma unilateral o cartelizada.
Por lo tanto, cuando aumenta el dólar suben los precios de los productos exportables y de todos sus derivados porque, justamente, Macri Blanco Villegas liberó la barrera que había entre los precios internacionales y los locales. En cambio, cuando baja el tipo de cambio, las compañías no tienen ninguna obligación para reducir el precio.
Para evitar la colusión de las grandes empresas existe la Secretaría de Comercio, hasta hace meses ocupada por el primo del dueño de La Anónima, uno de los supermercados más importantes del país.
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