lunes, 1 de febrero de 2021

La suba de precios comienza a impactar en la interna peronista

La puja entre ingresos y costo de vida no solamente configura un problema económico para el Gobierno. También es un problema político para el futuro de Alberto Fernández.


Una verdad parcial: afinar la sintonía entre precios y salarios es el principal problema económico del gobierno de Alberto Fernández para este año. 

Premisa A: si el poder adquisitivo de los trabajadores, jubilados y beneficiarios de programas sociales no mejora, no hay reactivación posible. 

Premisa B: si la inflación se escapa más allá del 40 por ciento, la mayoría de las pymes, que son las principales empleadoras del país y llegan golpeadas después del macrifascismo y la pandemia, no estarán en condiciones de afrontar paritarias que se ajusten a la premisa A. Los relevamientos de diciembre y enero encendieron la alarma: el repunte del IPC da cuenta de la dificultad de alcanzar ese equilibrio.

La otra cara de la moneda es que allí mismo, en esa carrera desigual entre ingresos y costos de vida, Fernández también se juega este año su parada más importante desde el punto de vista político. No solamente la performance electoral del oficialismo en octubre depende, en buena medida, de que exista algún tipo de recuperación económica cuyos efectos se sientan en la calle para entonces. El futuro del Frente de Todos (y por añadidura, el de su gobierno) gravita alrededor de ese punto fijo. Este verano, por primera vez, las diferencias sobre políticas de fondo comenzaron a tensionar de manera notoria el andamiaje que el presidente y Cristina Fernández de Kirchner montaron en 2019.

Las dificultades que tiene la Casa Rosada para mostrar resultados concretos en esa materia pesan en las encuestas que ya circulan en los despachos de armadores de la coalición peronista, gobernadores, intendentes y jefes sindicales. La economía, y en particular la inflación y el desempleo, superan largamente a la pandemia en la lista de preocupaciones de los argentinos. El gabinete económico ofrece un trabajo dispar: buenas noticias en la macro (negociaciones con acreedores, final de la corrida cambiaria, fortalecimiento -aunque leve- de las reservas del Banco Central) y muy poco que celebrar en la que pesa día a día en los bolsillos. Lo primero condiciona lo segundo, pero con eso solo no alcanza.

Los acuerdos con sectores para ofrecer productos a precio especial en determinados días y horarios y ciertas bocas de expendio llegan tarde y abarcan muy poco. Ni el más optimista de los funcionarios cree que esto traiga una solución efectiva al problema. Muchos admiten, con el micrófono apagado, que como parche también deja mucho que desear. En el Gobierno aducen correlaciones de fuerza desfavorables y escasez de herramientas. Las correlaciones de fuerza no son inamovibles y las herramientas, si no existen, se pueden inventar. La política será el arte de lo posible pero también requiere coraje para correr el límite de lo que se puede y lo que no. “No hay otro camino”, era el latiguillo de Macri Blanco Villegas.

La actitud del Poder Ejecutivo ante la suba de precios ya genera cortocircuitos al interior del Frente de Todos. En un primer momento la división de tareas dejaba en manos del presidente la gestión del país en el día a día (y eso incluye a la economía, la agenda parlamentaria, la relación con el Poder Judicial, entre otras cuestiones) mientras la vicepresidenta conducía la estrategia política del espacio. El problema es que en el Instituto Patria temen que las deficiencias en la administración cotidiana comprometan los planes para el largo plazo. Un dato de los sondeos de opinión más recientes que no pasó desapercibido: por primera vez se advierte que CFK paga costo político por las decisiones de Alberto Fernández.

Con los mismos números en la mano, muchos gobernadores ya trabajan para desdoblar sus comicios de los nacionales. El fracaso del intento por eludir las primarias este año les sirve como excusa para separar las elecciones locales del destino de Fernández. Salta y Misiones, dos aliados del gobierno nacional, ya hicieron públicas las gestiones en ese sentido, al igual que Jujuy, el más cercano a la Casa Rosada de los distritos opositores. Por lo menos en media docena de provincias gobernadas por el Frente de Todos se está evaluando avanzar en el mismo sentido. Habrá definiciones a lo largo de febrero y a comienzos de marzo. Luces amarillas en el horizonte.

La frazada que heredó Fernández es tan corta que parece apenas un pañuelito de bolsillo pero el cargo no viene con beneficio de inventario. Si sigue con este rumbo, el argumento de la herencia difícilmente pueda convencer al electorado de que le ratifique la confianza. Al fin y al cabo, si con aquel formidable respaldo popular no quiso o no pudo avanzar contra los que pusieron obstáculos a la recuperación desde el primer día, ¿por qué renovarle el capital político en lugar de buscar la respuesta en otro lado? La oposición se esfuerza por ser un espanto, pero la historia reciente ha demostrado que no alcanza con tener enfrente al tren fantasma para ganar por espanto. Y que el precio a pagar por la derrota es altísimo.

Durante el 2020 circuló en ciertos círculos la hipótesis de que la pasividad del Gobierno tenía que ver con que, sin la posibilidad de cotejar fuerzas en el territorio, fue avasallado por el aparato mediático de la oposición. Hubo quienes llegaron a proponer, sin un ápice de ironía ni de pudor, que el peronismo había perdido la calle. Una seguidilla de caravanas de apoyo en el final del año despejó esa idea peregrina, pero Fernández no aprovechó el envión para tomar la iniciativa. Algunos sindicatos discuten una nueva manifestación, ya no en respaldo del presidente sino para marcarle la cancha hacia adelante. “Si al campo le funciona, lo haremos nosotros también”, reflexiona uno de los dirigentes que sopesa tal alternativa.

No es exagerado pensar que en los próximos nueve meses Fernández pone en juego su legado político. Si logra volver a convencer a quienes lo acompañaron en 2019 de que es la persona indicada para devolverle a los argentinos una parte al menos de todo lo que perdieron los últimos cinco años, el Frente de Todos podrá encarar la recuperación que siga a la pandemia con las espaldas necesarias para dar esa batalla. Si no puede proponer algo que sea diferente a pedir más sacrificios y paciencia, su futuro y el de su gobierno correrán riesgo, ante el asedio inescrupuloso de la oposición y los tironeos en la interna de un peronismo que siempre tiene un plan de contingencia, o varios.
Fuente: nota de Nicolás Lantos para El Destape web

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