El tradicional semanario estadounidense publicó en su última edición un artículo titulado "Argentina le está mostrando al mundo cómo se ve una respuesta humana de Covid-19", en el que elogia el enfoque y las medidas del gobierno de Alberto Fernández. Afirma que con el caso argentino se observa “cuánto es posible cuando un gobierno pone a las personas antes que a las ganancias".
The Nation, una tradicional revista del progresismo estadounidense, destacó en un artículo la forma en la que el gobierno argentino enfrenta la pandemia de coronavirus y destaca que se trata de una “respuesta humana” ante la crisis sanitaria.
La nota habla sobre los cacerolazos contra los políticos, la herencia dejada por Miauricio Macri Blanco Villegas y el enfrentamiento de Alberto Fernández con algunos empresarios.
El artículo, firmado por el periodista Jacob Sugarman, señala que "al igual que los residentes de Nueva York, Madrid y otras innumerables ciudades" que cumplen con la cuarentena, los argentinos "salen a sus balcones y ventanas todas las noches para aplaudir" a quienes están en el frente de batalla contra la pandemia, como el personal sanitario.
Pero también se menciona que "media hora más tarde, comenzaron a resonar otros sonidos en los barrios más ricos de Buenos Aires", como Recoleta y Palermo, con "un aparente objetivo político de presionar a los funcionarios estatales para que aceptaran un recorte en sus salario".
La nota recuerda asimismo que el presidente Alberto Fernández "llegó al poder después de cuatro años de mala gestión neoliberal" del hijo bobo de Franco Macri. Resalta que al poco tiempo de comenzar la pandemia y la cuarentena, frente al despido inminente de trabajadores de la empresa Techint, el jefe de Estado emitió un decreto de necesidad y urgencia (DNU) que prohíbe los despidos por un período de dos meses, como parte de la política de protección a los trabajadores. "'Muchachos, les tocó la hora de ganar menos', dijo Fernández a los líderes empresariales del país en ese momento", cita el artículo.
Para el periodista Jacob Sugarman, en ese punto "radica el desafío no solo para Argentina sino también para innumerables democracias liberales en todo Occidente: si bien los contornos de nuestra crisis global apenas comienzan a surgir, está claro que Covid-19 exige que estas naciones vuelvan a imaginar el papel del Estado después de décadas de hegemonía de libre mercado".
En ese sentido, señala que "incluso la junta editorial del Financial Times admitió recientemente que habrá que poner sobre la mesa reformas más radicales como un impuesto sobre el patrimonio y un ingreso básico universal".
"Fernández, cuyo predecesor conservador, Mauricio Macri, redujo al ministro de Salud a una posición no perteneciente al gabinete, entiende esto intuitivamente, implementando una respuesta a la pandemia que, si no ofrece un ejemplo para América, es un contraste marcado con los regímenes autoritarios de la región", destaca el autor de The Nation.
En esa línea, considera que "mientras el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, han renunciado a la responsabilidad de las respuestas a la pandemia en sus países, y cada uno de ellos critica abiertamente a los epidemiólogos y a los gobernadores de sus respectivos estados y provincias, Fernández emitió una orden nacional de permanecer en sus lugares el 20 de marzo", cuando había pocos contagios.
"Al igual que con las decisiones previas del presidente argentino de cerrar las fronteras del país y colocar a los visitantes de los puntos críticos mundiales en una cuarentena de dos semanas, el objetivo era simple: aplanar la curva antes de que un aumento en los casos pudiera abrumar la red de clínicas sindicales del país, hospitales públicos y proveedores privados de atención médica", destaca la nota.
En ese marco, sostuvo que si bien "es demasiado pronto para considerar las medidas un éxito", los contagios "han estado muy por debajo de las proyecciones iniciales, y hasta el 12 de abril, la tasa de mortalidad de Argentina era de dos por 1 millón de habitantes", en tanto que "Chile, por el contrario, tenía cuatro años, y Brasil, cinco".
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