sábado, 11 de abril de 2020

Científicos argentinos trabajan en "herramientas moleculares" para hacer vacunas contra el coronavirus

Por Soledad Vallejos para Página/12

Se trata de un consorcio de 27 investigadoras e investigadores de 5 institutos públicos. Son de la Facultad de Ciencias Exactas (UBA), de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA) y de la UTN Haedo. El proyecto comenzó con un "intercambio frenético de información" del primer fin de semana de aislamiento y ya comenzó su etapa de laboratorio.


Un grupo de científicas y científicos de cinco centros de investigación públicos argentinos está trabajando en la producción de herramientas moleculares que puedan servir para diagnóstico, tratamiento y vacuna contra el Covid-19. La meta es “generar proteínas del virus que sirvan para fabricar nanoanticuerpos y que puedan servir para hacer vacunas”, explica uno de los integrantes del proyecto que comenzó como un “intercambio frenético de información” durante el primer fin de semana del aislamiento por la pandemia y mutó, pocos días después, en una iniciativa que ya inició su etapa de laboratorio.

En el proyecto participan 27 expertas y expertos en biología, bioquímica y biotecnología del Instituto Milstein, el departamento de Quimica Biológica y el de Fisiología Biología Molecular y Celular de la Facultad de Ciencias Exactas (UBA), el Instituto de Química y Físicoquímica Biológicas de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA) y de la UTN Haedo, todos espacios asociados a Conicet. 

“El grupo núcleo somos gente que estudia proteínas. Empezamos a intercambiar sobre la secuencia de la proteína de la cobertura del virus, la estructura, las diferencias que hay reportadas entre variantes de coronavirus. Empezamos con una duda más académica o del tipo de cosas que solemos hacer en el laboratorio, pero eso enseguida se convirtió en preguntarnos cómo podemos aportar”, explica el biólogo Alejandro Nadra. 

“No queremos generar falsas expectativas, no tenemos la posta para hacer la vacuna ni la terapia, pero sí sabemos hacer una parte importante del primer eslabón de ese proceso, y creemos que vale la pena hacerlo ahora y acá. Aun cuando haya esfuerzos similares en otras partes del mundo, tenemos estrategias distintas que pueden dar resultados distintos”, detalla y advierte que “uno lo dice fácil, que se trata de producir la proteína, pero esa parte técnicamente es muy dificultosa”.

Cómo responder a la urgencia

En el principio, explica Nadra, la pregunta fue “¿qué podemos hacer que sirva?”. La respuesta llegó fogoneada por una circulación de información, fundamentalmente científica, a la que la pandemia imprimió un ritmo poco usual. Mediante chats y videollamadas, los grupos de investigación de los distintos institutos empezaron “a ver estructuras de proteínas, qué podíamos producir en laboratorio que sirvan de antígeno”

En el camino, en una declaración de principios, dejaron en claro que el “consorcio se forma en respuesta a la urgencia en torno del Covid-19” y para “acelerar la investigación y el desarrollo tendientes a obtener antígenos, anticuerpos neutralizantes y/o vacuna”, por lo que, entre otras cosas, publicará “en formato de acceso abierto” los resultados.

“Ante cosas que no son propias, el organismo produce anticuerpos, que reaccionan contra los antígenos. Cuando te infecta un virus, tu sistema inmune responde a partes de ese virus. Esos antígenos pueden ser partes de proteínas que, en general, están expuestas en la superficie de los patógenos”. Sobre esa base, “una estrategia tradicional para hacer vacunas es poner partes de proteínas que generen respuesta inmune de un patógeno. De ese modo, cuando en el organismo ingresa el virus entero, ya tenés protección contra el virus”. Sin embargo, “en este caso, la proteína candidata (para la investigación), el spike, es bastante grande y complicada de producir”

“Descartamos producir la proteína entera: nos enfocamos en un fragmento de esa proteína. El virus, cuando infecta una célula, no entra por cualquier lado, se une a esa célula por lugares particulares, que son los receptores, que normalmente sirven para otra cosa, pero el virus los usa, se pega y se mete adentro de la célula. Como el mecanismo de infección del virus depende de esta interacción, este fragmento es una buena región para intervenir”, explica el investigador. Por eso, agrega, “con nuestra formación de proteinólogos prensamos en qué proteínas o parte de proteínas eran buenas para hacer una vacuna”.

En paralelo, investigadores del Instituto Leloir y la UNSAM avanzaron en un proyecto de tests serológicos , para diagnóstico, también sobre la base del trabajo con spike, por lo que el grupo de proteinólogos los contactó “para ofrecerles lo que sabemos hacer”

“Sabemos de proteínas, de ingeniería de proteínas, pero no somos inmunólogos, epidemiólogos, ni empresarios biotecnólogos, otro aspecto que también hay que considerar porque si en algún momento esto funciona hay que producir kits diagnóstico, tratamientos, vacunas. Por eso nosotros decidimos, en lugar de querer aprender a hacer todo, juntarnos con los que saben hacerlo o pasar la pelota. Lo mejor es complementar”, añade Nadra.

Genes, laboratorios y desarrollo

A la etapa inicial, más bien teórica y de definición de estrategia, siguió el inicio de lo práctico: “mandamos a comprar genes para poder producir las proteínas recombinantes”

“No es que estamos trabajando con virus enteros, ni partículas infectivas, y lo aclaramos sobre todo para los que están alrededor nuestro”, aclara. Hace una semana, en simultáneo con el encargo de los genes, una integrante del equipo “empezó en el Milstein a hacer pruebas de producción, por ahora en pequeña escala, de las proteínas que van a funcionar como antígenos”

La semana próxima, otra parte del equipo comenzará otros trabajos de laboratorio en Exactas. El cronograma es todo menos preciso y ajustado porque para la ciencia también son tiempos excepcionales, tanto que, en circunstancias usuales, entre la idea y el inicio de la realización de un proyecto pasan tres años y en este caso, en cambio, todo el proceso se catalizó en -hasta ahora- menos de un mes.

“Claro, uno lo dice fácil: producir proteínas. Pero eso técnicamente es muy dificultoso”, aclara. Esas proteínas, luego, funcionarán como antígenos y “son aquellas con las cuales se puede, por ejemplo, inyectar una llama, que es un buen recurso para producir anticuerpos”.

La llama en cuestión, que es un ejemplar del INTA, será inoculada “con un poquito de proteína del virus”. Luego, se recuperarán “de la llama los anticuerpos que reconocen a esa proteína y se los puede producir en el laboratorio. Esos anticuerpos pueden neutralizar el virus si lo reconocen y lo inactivan. Se puede, por ejemplo, desarrollar una terapia que consista en inyectar a pacientes humanos esos anticuerpos neutralizantes: inyectarlo a la gente infectada con el virus, eso evita que el virus se reproduzca”, explica Nadra.

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