“El estudio de seroprevalencia nos pareció importante porque es un insumo para la toma de decisiones”, dijo Walter Wallach, vicerrector a cargo de la Universidad de Hurlingham. El estudio fue dirigido por Ezequiel Consiglio, director del Instituto de Salud Comunitaria de la UNAHUR.
Una investigación de la Universidad de Hurlingham sobre la presencia de la covid entre la población mostró que la seroprevalencia en ese municipio del conurbano es tres veces más alta que lo que registran las estadísticas del sistema de salud.
El estudio mostró, por otra parte, que el virus avanzó mucho más sobre los barrios con necesidades básicas insatisfechas que sobre las zonas urbanizadas.
Finalmente, en un dato que tiene especial relevancia ante la suba de los contagios de diciembre y la falta de cuidados de los jóvenes, los análisis detectaron que la franja etaria con más casos positivos es la de quienes tiene entre 18 y 20 años.
El estudio de seroprevalencia permite conocer qué porcentaje de la población tiene anticuerpos, es decir quienes cursaron la enfermedad, más allá de si acudieron o no al sistema de salud o si tuvieron síntomas.
La investigación testeó a 1182 personas en 130 zonas del municipio. Las muestras fueron tomadas por estudiantes de enfermería que recorrieron casa por casa una serie de domicilios seleccionados de manera aleatoria, estratificada para respetar la composición sociodemográfica de Hurlingham.
Los resultados mostraron que el 12,1 de los testeados habían desarrollado anticuerpos. El número contrasta con las estadísticas para el distrito del el sistema de salud, que registra una tasa de incidencia acumulada de sólo el 3,8 por ciento. Obviamente, esta estadística se arma con los casos de personas que se contactan con la red de salud por presentar síntomas o tener sospechas de haber contraído covid.
Pero los datos más impactantes son los relacionados con los jóvenes y con la incidencia del virus en los barrios que carecen de servicios de agua potable o sufren hacinamiento. En la zona mejor urbanizada, la del centro de Hurlingham, donde prácticamente no hay villas, la prevalencia de casos fue del 8,6 por ciento, mientras que en las zonas con mayores necesidades básicas insatisfechas, como Villa Tesei o Williams Morris la prevalencia fue cinco puntos más alta. En cuanto a las edades, el mayor índice de prevalencia se verificó en el rango de entre 18 y 20 años, al que pertenecen el 25,8 por ciento de quienes dieron positivo.
Dividida la población en tercios de acuerdo a su situación socioeconómica, los testeos revelaron que entre las personas del primer tercil, con mejores condiciones de vida, los que dieron positivo en el test de anticuerpos fueron un 8 por ciento. En contraste, entre los del tercer tercil, es decir con mayores necesidades básicas insatisfechas, los positivos treparon casi a un 15 por ciento.
“Desde el inicio de la pandemia la universidad decidió ponerse a disposición de lo que se necesitara para enfrentarla”, dijo Walter Wallach, vicerrector de la Universidad, actualmente en ejercicio de su rectoría. “El estudio de seroprevalencia nos pareció importante porque es un insumo para la toma de decisiones en políticas públicas”, agregó.
“De sus resultados, nos impactó mucho la diferencia de prevalencia por nivel socioeconómico. Se ve claramente cómo en los barrios donde faltan servicios públicos y hay hacinamiento el virus tiene una incidencia mayor. En el barrio de Hurlingham prácticamente no hay villas ni asentamientos, allí los vecinos que tuvieron covid son un 8,6 por ciento; en cambio, en la zona de Williams Morris es de más del 13 por ciento: es donde vive el sector más deprimido en lo económico, el que tiene mayor hacinamiento, donde falta más el agua potable. La epidemia reproduce la desigualdad y expone al conjunto de la sociedad; es evidente que hay que trabajar fuertemente en reducir las desigualdades”, sostuvo Wallach.
La universidad está procesando una segunda parte de su investigación, que es un cuestionario que debió llenar cada uno de los testeados sobre si acudió al sistema de salud, si presentó síntomas, si salió o no trabajar.
El estudio fue dirigido por Ezequiel Consiglio, director del del Instituto de Salud Comunitaria de la UNAHUR. Para detectar anticuerpos se utilizaron kits COVIDAR, desarrollados por el equipo de la investigadora Andrea Gamarnik, que fueron cedidos de manera gratuita por el laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir. Las muestras fueron procesadas por el laboratorio de diagnóstico de la Universidad de Hurlingham.
Por Laura Vales para Página/12
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