La Fundación Internacional para la Libertad es una usina de la derecha hispanoamericana. Para sus miembros la mayor preocupación por la pandemia es que "a ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo".
La humanidad recordó dos luminosos acontecimientos históricos el pasado mes de abril. El 19 se cumplieron 77 años del levantamiento del Gueto de Varsovia. Esa afrenta a la humanidad fue implantada por los nazis en la capital polaca entre octubre y noviembre de 1940. En el verano de 1942, alrededor de 300.000 judíos que (sobre)vivían en el Gueto fueron trasladados al campo de exterminio de Treblinka. Unos meses más tarde estallaría el levantamiento contra las tropas alemanas.
El 25 de abril, los italianos recordaron los 75 años del “Día de la Liberación”. La fecha conmemora la rendición de los últimos focos fascistas. Tres días más tarde, Mussolini y su mujer Clara Petacci fueron ejecutados. En tiempos de cuarentena, miles de ciudadanos cantaron “Bella Ciao” desde sus balcones. La canción de los partisanos, que muchos millennials y posmillenials conocieron gracias a la serie “La casa de papel”, fue un símbolo de lucha contra el régimen de Benito Mussolini.
El Levantamiento del Gueto de Varsovia y la lucha partisana son ejemplos de coraje y resistencia. La contracara de ese auténtico canto a la libertad es el reciente pronunciamiento de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL).
La FIL es una usina de la derecha hispanoamericana comandada por el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. El eje central del documento “Que la pandemia no sea un pretexto para el autoritarismo” es atacar las medidas preventivas adoptadas en el marco de la pandemia de coronavirus.
“A ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado, queremos manifestar enérgicamente que esta crisis no debe ser enfrentada sacrificando los derechos y libertades que ha costado mucho conseguir”, sentencia la proclama firmada por José María Aznar, Alvaro Uribe, Ernesto Zedillo, Luis Alberto Lacalle, Miauricio Macri Blanco Villegas, José María Sanguinetti y otras figuras de la derecha hispanoamericana.
El contenido del texto no es sorprendente. La malversación del concepto de libertad, utilizado como sinónimo de libertad de mercado, constituye un clásico de las visiones neoliberales.
En el texto “Como llenar palabras vacías: el caso de ‘Libertad’”, el filólogo español de la Universidad Complutense Juan Luis Conde sostiene que “ese uso contemporáneo del concepto de libertad forma parte de una ofensiva sin precedentes contra cualquier proyecto de igualdad entre los hombres. Pretende devolvernos a una etapa anterior a la existencia de la ley y el derecho, atravesando profundas capas de conocimiento adquirido y consolidado cuyo sumario haría un ilustrado francés, el religioso Henri Dominique Lacordaire, en un discurso pronunciado en la memorable fecha de 1848 en una Conferencia en Nôtre Dame: 'Entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, entre el amo y el siervo, es la libertad la que oprime y la ley la que redime'. En otras palabras, como cualquiera entendería para el caso de un combate entre un peso pesado y un peso pluma, en una situación de flagrante desigualdad, no hay nada más injusto y peligroso que la libertad. Sin equidad, sin árbitro, sin reglas, la libertad es pura barbarie”.
El libre mercado no hace otra cosa que reducir los grados de libertad de las mayorías populares. La regulación estatal es una condición necesaria para achicar las brechas sociales. Es eso o más barbarie.
Fuente: nota de Diego Rubinzal para Página/12
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