Argentina salió de la mesa de negociación de acuerdos de libre comercio del bloque. Si los otros socios avanzan, se producirá el quiebre de hecho.

Un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y otra economía o espacio regional implica que ese nuevo origen vende sus mercaderías a los países del Mercosur sin pagar aranceles a la importación y viceversa. Asimismo, el producto puede circular libre de aranceles entre los países del Mercosur, ya que el comercio intrabloque, gracias a la unión aduanera, no paga aranceles. Hasta ahora, hay en vigencia acuerdos de libre comercio con Israel y Egipto, y de preferencia con India y Africa Meridional, además de los convenios con países de América latina. En un acuerdo de libre comercio hay potenciales ganancias dadas por aumento de las exportaciones y potenciales pérdidas por el mayor ingreso de importados que desplazan a la producción local.
La lógica de la diplomacia hace que las decisiones sean lentas, hipernegociadas y que prime la paciencia. La ruptura de todo eso quedó en evidencia la semana pasada, cuando la Argentina se levantó de la mesa de negociación ante la apurada de Uruguay y de Brasil por firmar un tratado de libre comercio con Corea del Sur. Es la primera vez que algo así pasa en el Mercosur y puede tener fuertes consecuencias sobre el bloque.
Hay al menos cinco factores bien nítidos que jugaron la salida de la Argentina de la mesa de negociación. El primero tiene que ver con los antecedentes, ya que como la nefasta administración de Miauricio Macri Blanco Villegas promovió los acuerdos de libre comercio, la negociación en la que entró el nuevo gobierno estaba relativamente avanzada, con ofertas sobre la mesa y lobby de todos los ángulos. En segundo lugar, Brasil, el otro puntal dominante del bloque, tiene un gobierno ultraliberal que pretende avanzar a toda velocidad con los acuerdos. Para peor, Jair Bolsonazi implicó un quiebre del diálogo histórico entre ambos países. En tercer lugar, la crisis en la que ya venía sumergida la economía argentina sumado a la pandemia ofrecen un contexto que difícilmente sea peor para encarar una apertura de la economía. Además, el gobierno está completamente abocado a la gestión de la crisis del coronavirus y considera que no están dadas las condiciones para presentar una oferta de liberalización de aranceles consultada previamente con el sector privado. En cuarto lugar, Uruguay, con la banca de Brasil y el apoyo más tímido de Paraguay, adoptó una posición muy ofensiva e impidió introducir nuevas instancias para dilatar un poco las conversaciones.
En enero, en la primera reunión del bloque en la que participó el gobierno de Alberto Fernández, los negociadores argentinos advirtieron que era difícil seguir avanzando en el acuerdo con Corea porque no había margen para permitir que rubros en donde Argentina produce y emplea gente, sean abiertos a la competencia con una potencia industrial. En el encuentro de marzo en Montevideo, Argentina dijo que si antes no estaba de acuerdo ahora encima no tenía posibilidad material de aportar su oferta a causa de la situación de la pandemia. En abril se repitió la posición, ante lo cual Uruguay junto con Brasil dijeron que el acuerdo debe salir antes de fin de año.
La posición ofensiva de Uruguay precede al gobierno de Luis Alberto Lacalle Pou, de hecho, la negociadora uruguaya es la misma que en la gestión de Tabaré. El país oriental espera poder mejorar sus ventas de carne y leche y no tiene demasiado para perder en términos industriales. El caso de Brasil es más complejo, de hecho, buena parte de los industriales no están de acuerdo con el ritmo de apertura que tiene el gobierno. A nivel local, el acuerdo tiene impacto directo en electrodomésticos, electrónica y en todo el bloque automotriz. Incluso impide la aplicación de políticas como las retenciones.
Fuente: nota de Javier Lewkowicz para Página/12
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