El gobierno espera que el FMI refleje ese panorama en el informe que elaborará la misión una vez que concluya su estadía en Buenos Aires, a mediados de esta semana, y que dé cuenta de la situación de insolvencia del país y reconozca la responsabilidad compartida para haber llegado a este punto.
La Argentina enfrenta una crisis autoinflingida. Uno de los técnicos que participa de la misión del Fondo Monetario Internacional que arribó a Buenos Aires la semana pasada, le confesó a su interlocutor, un funcionario del gobierno, que encontraba evidente que la deuda, en las condiciones en las que se contrajo, nunca podría ser pagada. El presidente Alberto Fernández pretende que el organismo repita esa idea en un comunicado oficial. Ese es el objetivo de máxima de la estrategia trazada, en coordinación con el ministro de Economía, Martín Guzmán, y la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
La crisis de crédito era parte del plan, estiman en la Casa Rosada. Para condicionar al sucesor de Miauricio Macri Blanco Villegas si el oficialismo perdía las elecciones a pesar de los miles de millones que aportó el FMI a la campaña. Pero también como excusa para llevar adelante las reformas que la alianza de derecha Cambiemos quiso implementar desde el día uno pero no pudo hacer por una correlación de fuerzas insuficiente: convertir el slogan “Hay un único camino” en una realidad de tanto tomar deuda en condiciones impagables. Ese plan tuvo dos autores intelectuales: la nefasta administración del hijo bobo de Franco Macri en la Argentina y la gestión Christine Lagarde en el Fondo.
Una pieza clave de la estrategia era permitir la fuga de capitales: por eso el régimen fascista y neoliberal de Cambiemos levantó todas las barreras a la salida de divisas del país y el FMI no le exigió que hiciera nada al respecto antes de desembolsar el dinero, contradiciendo al artículo VI de su estatuto, como remarcó días atrás Cristina Fernández de Kirchner. En tanto que los Fondos de Inversión que aprovecharon esas circunstancias para embolsar ganancias que cuadruplican, o más, los valores del mercado internacional, deberán pagar el costo de ese riesgo, porque no solo conocen el modus operandi si no que forman parte de una estafa global.
El viernes renunció al Banco Mundial su economista en jefe Penelopi Goldberg luego de que el organismo se negara a publicar un informe que elaboró, donde comprueba que cuando un país recibe asistencia financiera del exterior, los desembolsos coinciden con picos en los depósitos de ese origen en bancos de Suiza. “Las fugas representan en promedio un cinco por ciento de la ayuda entregada a ese país”, estima el informe, según reporta The Economist, que por cierto, está lejos de ser un pasquín filokirchnerista. Una de las supervisoras del trabajo de Goldberg durante su paso por el BM fue la actual titular del Fondo, Kristalina Georgieva.
El gobierno argentino espera que el FMI refleje ese panorama en el informe que elaborará la misión una vez que concluya su estadía en Buenos Aires, a mediados de esta semana. Que dé cuenta de la situación de insolvencia del país y reconozca la responsabilidad compartida para haber llegado a este punto. Y que recomiende a los acreedores privados iniciar las charlas formales para una reestructuración que incluya un plazo de gracia, un recorte de los intereses y una quita significativa del capital. Para discutir la deuda con el propio organismo hay tiempo: el primer vencimiento llegará solamente para el 2021.
A partir de esa declaración del Fondo, comenzaría una nueva etapa, más agresiva, de la negociación con los acreedores privados. Se profundizará el camino iniciado este miércoles por Guzmán en su mensaje ante la Asamblea Legislativa, cuando dejó claro que hay un horizonte de al menos cuatro años en los que el país no estará en condiciones de pagar. “Va a haber frustración de los bonistas”, advirtió. Al día siguiente, el riesgo país pegó un salto y cayeron los bonos y las acciones argentinas. Era exactamente el efecto que el ministro esperaba; lo que fue a buscar al Congreso.
En términos boxísticos, el gobierno empezó a soltar las manos. Los primeros rounds, con algunos pasos en falso, como la resolución del problema de la deuda bonaerense o el reperfilamiento del bono dual, tuvieron cierto costo pero, al mismo tiempo, sirvieron para medir mejor a quienes están del otro lado. Recién ahora el equipo económico empieza a entender quiénes son, cuántos son, cuánto tienen y cómo piensan sus acreedores. Para llevar a un extremo la analogía deportiva: el cuadrilátero está a oscuras. Se perdieron, por puntos, los primeros rounds, pero los ojos ya están acostumbrándose a la penumbra.
Con el anuncio del aumento a las jubilaciones, acompañado por la entrega de medicamentos gratuitos para los afiliados al PAMI y el envío al Congreso de la ley que reformule los regímenes previsionales llamados de privilegio el presidente buscó, sobre el final de la semana, volver a tomar la iniciativa de la agenda y dejar atrás los debates bizantinos sobre la nomenclatura de los “presos que no deberían estar presos”, tal como los definió el ex ministro de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, al mismo tiempo que inyectaba un nuevo torrente de recursos al mercado interno, a la espera de ver los primeros signos de recuperación.
La baja fuerte de la inflación de enero, anclada a la decisión de mantener pisados todos los precios regulados, tuvo como contrapartida un número altísimo en lo que respecta a alimentos y bebidas, el rubro que más pesa en el bolsillo de los que menos tienen. En el gobierno aseguran que en febrero, sin el salto provocado por la restitución del 21 por ciento de IVA, caerá fuertemente ese rubro y eso arrastrará el número final aún más a la baja. Con sesenta días de inflación menos a dos puntos y medio, cambiarán las expectativas a la hora de negociar salarios, tarifas y contratos, se ilusionan.
Fernández dio otro paso hacia la desindexación de la economía en los almuerzos que tuvo esta semana con representantes de los distintos sectores del Movimiento Obrero Organizado, encabezados por Héctor Daer, titular de la CGT, y por el dirigente de Camioneros Hugo Moyano. Con ellos acordó habilitar revisiones periódicas de los acuerdos paritarios a cambio de dejar de lado el mecanismo de la cláusula gatillo. Esta semana seguirán desfilando referentes por la Casa Rosada: en la lista de invitados figuran el bancario Sergio Palazzo y el Titular de la CTA, Hugo Yasky, entre otros.
El regreso a la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner después de otra estadía en Cuba junto a su hija Florencia marcó, también, el final de los escarceos inconducentes con exagerada cobertura mediática. De los otros, que no se publican, siempre hay, aunque el estilo de conducción del Presidente, que no se obsesiona por evitarlos, les baja un poco el precio. A veces suceden simplemente porque sobra el tiempo ocioso. Es hora de empezar a repartir más tareas. Sergio Massa tendrá a cargo, desde esta semana, el equipo que va a elaborar la nueva fórmula que regirá el aumento a las jubilaciones a partir de septiembre.
Fuente: nota de Nicolás Lantos para El Destape web
No hay comentarios.:
Publicar un comentario