El 30 de septiembre de 1976, un grupo de represores de la Dirección General de Investigaciones que comandaba Miguel Etchecolatz abrió fuego contra el militante. Su cuerpo quedó tendido en la calle. Un testigo relató que el efectivo que lo asesinó se acercó a observarlo, encendió un cigarrillo y se quedó ahí. 45 años después, el juez federal Ernesto Kreplak procesó al represor.
A Horacio Alejandro Benavides lo asesinaron a metros de la Plaza Moreno, donde se concentra todo el poder local de la ciudad de La Plata.
Estaba cayendo la tarde del 30 de septiembre de 1976, cuando un grupo de represores de la Dirección General de Investigaciones -que comandaba Miguel Osvaldo Etchecolatz- y de la división de Cuatrerismo de Arana se bajaron de sus autos de civil y abrieron fuego contra el militante de 22 años. Su cuerpo quedó tendido en la calle.
Un testigo relató que el efectivo que lo asesinó se acercó a observarlo, encendió un cigarrillo y se quedó ahí, como cuidando a la presa que acababa de cazar. Cuarenta cinco años después del asesinato de “Chupete” Benavides, compañero de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) de Néstor y Cristina Kirchner, el juez federal Ernesto Kreplak procesó a Etchecolatz por su homicidio.
“Chupete” empezó a militar en la facultad en 1972, según surge de la información que la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) almacenó. En ese año, fue candidato de la Lista Azul y Blanca, que tuvo a otros de sus integrantes entre las víctimas de la represión. Dos años después, “Chupete” se sumó a Montoneros, relató ante la justicia su hermano Marcelo. Para esos años, trabajaba en el Departamento de Transmisión Gratuita de Bienes del Ministerio de Economía, pero debió pedir licencia cuando la cosa se puso brava en La Plata y solo se podía escapar para sobrevivir.
A eso de las tres de la mañana del 21 de septiembre de 1976, una patota entró a la casa de los Benavides en La Plata. Como Horacio no estaba, se llevaron a Marcelo. Fue conducido al Pozo de Arana, donde fue torturado brutalmente y presenció las torturas de otros compañeros. Para ese día aún se sucedían los secuestros en el marco del operativo de lo que se conoció como la Noche de los Lápices. A Marcelo lo liberaron una semana después.
Ese mismo 21 de septiembre, la patota llegó al departamento de la calle 7 donde Horacio vivía con su compañera Estela Rossi. Estaban reunidos con otras tres parejas. Cuando tocaron el timbre y dijeron que era el Ejército, se las ingeniaron para huir. “Chupete” y Estela se escaparon por los fondos y fueron a la casa de unos amigos en busca de ayuda. A través de amigos o compañeros, “Chupete” se comunicaba con sus padres. Según la información que obtenían, todo parecía indicar que estaban preparando la salida del país.
Horacio Alejandro Benavídes |
El 30 de septiembre de 1976, “Chupete” debía encontrarse con su amigo Fernando Ireba, que iba a llevarle un bolso con ropa y unos documentos, pero nunca llegó a la cita. Lo acribillaron a metros de la Plaza Moreno.
Fue, según entendió el juez Kreplak, uno de los “operativos de rastrillaje” de militantes que hacían los grupos de tareas que estaban al mando de Etchecolatz.
Tres hombres que iban hacia un bar pudieron ver el despliegue de las fuerzas y que dos personas corrieron: una hacia Plaza Moreno y otra que fue asesinada, “Chupete”. Uno de los tiradores, que iba a bordo de un Fiat 128, se acercó a ver el cuerpo del muchacho, prendió un cigarrillo y se quedó a esperar. En el tiroteo, murió un sargento de la Bonaerense, Carlos Horacio Sánchez, quien fue ascendido post-mortem.
Un comunicado del comando de la Zona I informó que Benavides había sido “abatido” en el marco de un control y dijo que era “un cabecilla a nivel zonal” de Montoneros que era “intensamente buscado”. Kreplak desestimó que “Chupete” hubiera sido asesinado en un control, sino que dejó en claro que fue parte de un operativo de “rastrillaje” como los que hacían las fuerzas represivas “con el fin de dar con las personas buscadas y proceder a su secuestro y traslado a un centro clandestino de detención con alta posibilidad de terminar con la vida de aquellas”.
A los policías que participaron del operativo que terminó con la vida de “Chupete” los premiaron. “La jefatura lo felicita por la importante misión, haciendo gala de valentía y excelente disposición para con el cumplimiento del servicio, lograron erradicar del seno de la sociedad a individuos de extrema peligrosidad”, decía en el reconocimiento que quedó asentado en sus legajos, lo que permitió la identificación de quienes participaron del homicidio del militante.
La denuncia por el asesinato de “Chupete” fue presentada en julio de 2016 por los abogados Pablo Llonto y Aníbal Hnatiuk, que representan a su hermano Marcelo. En julio de este año, Kreplak elevó a juicio por este caso a los integrantes de la patota de la Dirección General de Investigaciones Walter Omar Ale y a Juan Nazareno Risso -una gloria futbolística de Gimnasia y Esgrima de La Plata que terminó sumándose a las patotas de Etchecolatz- y al ex ministro de Gobierno de la provincia Jaime Lamont Smart. A Smart la suerte no le sonríe últimamente: la semana pasada, el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de la capital bonaerense ordenó que se le hagan estudios en el Cuerpo Médico Forense después de que la Corte Suprema anulara un fallo que le había concedido la prisión domiciliaria.
Etchecolatz buscó demorar su indagatoria en este caso, intentó que lo declararan incapaz, pero finalmente Kreplak lo indagó el 13 de octubre pasado y lo procesó antes de las dos semanas. El genocida de 92 años -multicondenado, con sentencia en nueve causas- está detenido en la Unidad 34 de Campo de Mayo, desde donde reclama que lo dejen ir a su casa en el bosque Peralta Ramos de Mar del Plata.
Por Luciana Bertoia para Página/12
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