El presidente recibió diagnósticos de un impacto prolongado. Quiénes son los que pidieron "armar a Ucrania". La charla de Fernández y Georgieva y los DEGs "imposibles".
Fuera de los lujos, la camaradería y las proclamas ocasionales en público de los líderes mundiales en la Cumbre del G7 en Munich, las reuniones reservadas que mantuvo Alberto Fernández con los países potencia y en vías de desarrollo, muestran un panorama sombrío: un conflicto entre Rusia y Ucrania que se prolongará y que ya, a esta altura, va camino a transformarse en una especie de guerra fría que expande una fuerte crisis económica. Además, y quizás el dato más importante, esa casi segura prolongación de las hostilidades empezó a redundar en mayor cuidado de los recursos sobrantes de las potencias, lo que impacta en el interés de financiamiento y ayuda que pretenden los emergentes y, dentro de ellos, Argentina.
"Los líderes no le ven la salida", dijo un alto funcionario que acompañó al presidente en su visita a Alemania. Un rato antes, Fernández había que hecho en llamamiento al cese de hostilidades y a una mayor responsabilidad de las potencias en los efectos económicos colaterales de la guerra. Pero una cosa es el mensaje y otra las ganas del receptor de asimilarlo. Cuando el presidente charló con el premier británico, Boris Johnson, no sólo hubo pimienta entre ambos cuando el inglés se negó a discutir Malvinas, sino que ya antes había tenido una posición muy dura respecto a la guerra en Europa: le admitió que escuchó su mensaje de cese de hostilidades, pero que el único camino para resolver la guerra en el corto plazo era "armar a Ucrania". Esa misma línea dura es la que siguieron otros, como Estados Unidos.
Pero las privadas en el Palacio Elmau, ubicado a los pies de los Alpes, tuvieron otras posiciones. Según supo este diario, Fernández mantuvo una reunión extensa con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y varias formales e informales con el anfitrión, el primer ministro alemán Olaf Scholtz. Un hecho particular fue interesante: en la cena que compartieron el lunes, Fernández mantuvo una charla larga con Macro, a la que se sumaron más tarde Scholtz y Antony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos. Allí Macron y Scholtz plantearon una posición alternativa: el líder francés contó que por primera vez después de 40 años están en una guerra a 1500 kilómetros, y que es un pasado al que no quieren volver. Macron propone una salida sin humillación para Rusia. Y Scholtz se mostró más pragmático, asegurando que hay que sostener sistemas de crecimiento económico que no dejen aisladas a las economías en desarrollo. Ambas posiciones están más en línea con la de Argentina, que repudió los ataques rusos pero que no será parte de una demonización de Vladimir Putin, que es lo que algunos líderes buscan a cambio de destrabar negocios y financiamiento. Esa línea se comentó además entre funcionarios nacionales que acompañaron al presidente al G7.
Alemania, que es el motor económico de Europa y que ya desde Merkel venía marcando algunas diferencias con el resto de las potencias Occidentales en materia de geopolítica, juega cartas razonables en medio de los cruces de la OTAN y Rusia. En la otra esquina, todo lo que pasó en las reuniones de Gran Bretaña con Argentina reflejan una preocupación de los que no producen alimentos ante una guerra extensa. De allí surgió el pedido de Johnson de entablar negocios bilaterales con granos con Argentina.
El domingo por la noche, cuando salió del Hotel Bayerischer Hof de Munich, camino a la cena con los cinco países invitados, el Presidente Fernández se cruzó con la titular del Fondo Monetario (FMI), Kristalina Georgieva. Hablaron poco pero quedaron en charlar cuestiones pendientes, como el pedido de Argentina de redistribuir DEGs que les sobran a las potencias y replantear penalidades para los que renegocian deudas. Allí Argentina tiene problemas: muchos de los países que antes de la guerra no descartaban cederlos, hoy están conservadores y expectantes y son menos dispendiosos con los recursos. Esos países son, además, las sillas calientes en el directorio del FMI.
En el Gobierno apuestan, de todos modos, a sostener la agenda. En un cruce en el Palacio Elmau, Fernández habló con Jake Sullivan, asesor en seguridad de Joe Biden, quien le agradeció la presencia de hace un mes en la cumbre de Los Ángeles y además elogió el discurso anti Trump del presidente argentino. En ese contacto, le adelantó además que ya estaba todo listo para la bileteral con Joe Biden, que se celebrará el 25 de julio en Washington. Y le adelantó además, según contaron a este diario fuentes que participaron de esa charla, que está la voluntad de Estados Unidos en avanzar con "pedidos concretos" que hizo Argentina. En ese pelotón está el tema FMI, DEGs y penalizaciones, temas centrales para una Argentina que padece un serio problema por la falta de dólares.
En la comitiva oficial se entusiasmaron con algunos cambios en la mirada de líderes europeos, como Macron y Scholtz. Sobre todo el francés viró de la histórica mirada de la región África como potencial desarrollo a un polo sur-sur. Fernández, que centro su gira en la cuestión internacional y gambeteó fuerte el debate sobre temas nacionales, hizo un viaje relámpago a Alemania para estar cuanto antes en Argentina. Ayer pasó todo el día en Olivos: el presidente sabe que hay un mundo al que estar atentos, pero que el problema central es equilibrar las variables internas.
Por Leandro Renou para Página/12
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