En la causa declararon Eduardo Eurnekián y el encargado del edificio de CFK. La fiscalía esperaba que Eurnekian sugiriera que hubo irregularidades en las licitaciones obtenidas por Lázaro Báez, pero el empresario dijo que no sabe nada de las obras. El otro testigo de la jornada fue el encargado del edificio de la calle Uruguay en el que vive Cristina Fernández de Kirchner. Tampoco aportó nada la hipótesis delictiva y confirmó que de 2003 a 2015 ni Néstor Kirchner ni CFK fueron al edificio.
Dos nuevas y breves declaraciones patentizaron el naufragio de la acusación en el juicio de los juicios, el referido a las obras viales en la Provincia de Santa Cruz.
Los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola esperaban, por ejemplo, que el empresario Eduardo Eurnekian sugiriera que hubo irregularidades en las licitaciones en el sur o que Lázaro Báez fue favorecido de alguna manera. Todo lo que dijo es que él conduce un conglomerado mundial, que no sabe nada de nada de cada una de las obras y que para eso tiene gerentes y directores. En una palabra, se mostró enojado por la citación y su testimonio no duró más de 15 minutos.
El otro delirio de la jornada fue la citación del encargado, desde hace 32 años, del edificio de la calle Uruguay en el que aún vive Cristina Fernández de Kirchner. La expectativa de los fiscales era que Julio César Silva dijera que hubo alguna visita de Lázaro Báez al departamento de CFK o un encuentro clandestino con bolsos de dinero de por medio. Silva repitió lo que ya dijo en la causa de las fotocopias de los cuadernos: que de 2003 a 2015, ni Néstor ni Cristina pisaron el edificio de la calle Uruguay. El único que iba a recoger la correspondencia y en algún caso le entregaban bolsos -algo que el encargado no contó esta vez- fue Daniel Muñoz, el fallecido ex secretario de los Kirchner, a quien se le encontraron cuentas y propiedades ocultas en Estados Unidos. En el juicio por las rutas santacruceñas se supone que ese relato no tiene impacto porque CFK no tenía la menor incidencia en licitaciones, adjudicaciones y el control de las obras, todo lo cual se hizo en la provincia sureña. El testimonio de Silva también fue muy breve.
El juicio por las rutas de Santa Cruz es clave porque todas las acusaciones contra Cristina parten de allí: que Báez fue favorecido por los Kirchner, ganó licitaciones de manera fraudulenta, hubo sobreprecios en las obras y coimas encubiertas que el empresario pagó a través de alquileres de los hoteles y oficinas de la familia Kirchner. Para colmo -insistía la acusación-, las rutas no se terminaron, fueron de mala calidad y se demoraron más de lo habitual. Todas esas acusaciones se cayeron a pedazos en lo que va del juicio. Báez presentó las ofertas más bajas, las obras se terminaron, hubo demoras como ocurre con todas las constructoras de todo el país y los alquileres de hoteles y departamentos se hicieron a precios de mercado y de manera bancarizada.
El objetivo del testimonio de Eurnekian era, precisamente, que declarara que la cancha estuvo inclinada a favor de Báez. Los cinco empresarios que hablaron hasta ahora coincidieron: Báez ganaba la mayoría de las licitaciones como sucede con las empresas locales en todas las provincias. Sucede que tienen el personal y las maquinarias localizadas en esa provincia, los que les permite ofertar más barato. Y eso era todavía más fuerte en Santa Cruz ya que es muy costoso trasladar maquinarias y personal desde la zona de Buenos Aires a 1800 kilómetros al sur, con las dificultades del clima como enorme complicación adicional. Así lo señalaron dos expresidentes de la Cámara de la Construcción, Carlos Wagner y Juan Chediak. Además dijeron que el atraso en las obras era lo habitual y lo mismo las redeterminaciones de precios, que se hacían en base a un decreto firmado en su momento por Eduardo Duhalde.
Eurnekian no agregó ni quitó: simplemente dijo que él no tenía la menor idea, que se ocupaba de la marcha de las acciones de Corporación América en la Bolsa de Nueva York y no del día a día de las construcciones. Por lo tanto, no conocía si las obras tenía problemas o no, ni cómo se elaboraban las ofertas. Todas las partes se quedaron con la idea de que Eurnekian se fue enojado y no entendía por qué le hicieron perder el tiempo.
Algo bastante similar pasó con el otro testigo convocado por los fiscales, el encargado del edificio de la calle Uruguay. Su testimonio también fue corto. Reiteró lo que ya se sabía: que entre los años 2003 y 2015, cuando estuvieron al frente del gobierno, Néstor y Cristina Kirchner nunca estuvieron en el edificio. El único que iba cada tanto era el ex secretario Muñoz, que retiraba unas 100 cartas diarias que llegaban, la mayoría pidiendo ayuda para conseguir un trabajo. El encargado Silva contó que iba haciendo paquetes con esas cartas y esta vez ni siquiera hizo referencia a que en algún momento Muñoz se llevó bolsos, cuyo contenido además el encargado desconocía. Todo indica que el fallecido exsecretario tuvo un circuito de coimas clandestino que usufructuó para él mismo, con cuentas y sociedades que aparecieron en Panamá Papers y ahora en Pandora Papers. Otra hipótesis relacionada con el ex secretario es que estaba asociado a una cueva de dinero en Mar del Plata y que las sociedades no tuvieron relación con coimas sino con esos negocios financieros, también clandestinos.
En cualquier caso, el encargado nada aportó a la causa de las rutas de Santa Cruz porque, justamente, la ex presidenta no tenía la menor influencia en las licitaciones, las adjudicaciones o el control de los trabajos. Las rutas las votaba el Congreso Nacional en la ley de presupuesto de cada año, las licitaciones y adjudicaciones las hacía Vialidad de Santa Cruz y un segundo control, por muestreo, se hacía en Vialidad Nacional. Ademas, quienes hacían las readjudicaciones de fondos eran los jefes de Gabinete, que son los que van a declarar en el juicio a la brevedad. Eso incluye al actual presidente Alberto Fernández o el actual titular de Diputados, Sergio Massa. Seguramente será después de las elecciones.
Por Raúl Kollmann para Página/12
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