Uno de los artífices de la Copa del Mundo que conquistó Argentina de la mano de César Luis Menotti falleció a los 71 años luego de permanecer internado durante varias semanas.
Leopoldo Jacinto Luque, uno de los héroes del Mundial que Argentina conquistó en 1978, murió a los 71 años. La salud del ex futbolista que se consagró de la mano de César Luis Menotti había empeorado en los últimos días en el marco de su lucha contra el coronavirus. Producto de dicha afección, se encontraba internado en terapia intensiva en la Clínica de Cuyo, de la ciudad de Mendoza.
Para muchos, la foto de su vida es aquella del festejo del gol ante Perú en el recordado y polémico 6-0 de la Selección a Perú en aquel certamen, cuando abrió los brazos como el ex presidente Juan Domingo Perón en lo que significaba el pase a la final que ganaría días más tarde ante Holanda en el Monumental.
Para otros, aquel vendaje en el brazo, el ojo negro después de un codazo del brasileño Oscar en la semifinal de Rosario, la camiseta ensangrentada de la final luego de un golpe del “mellizo” Van de Kerkhof y el regreso a la concentración después de perderse los partidos ante Italia y Polonia para acompañar a su familia por la muerte de su hermano en un accidente de ruta en pleno Mundial.
Nacido en un humilde hogar de Santa Fe, el 3 de mayo de 1949, no fue sencillo el tránsito de Luque rumbo a la gloria mayor. Y acaso su recorrido por aquel Mundial de 1978 ayude a comprenderlo.
Hizo el gol del empate en el partido debut de la Argentina ante Hungría, la noche del 2 de junio de 1978, arremetiendo tras un tiro libre de Mario Kempes que el arquero Gujdar no había podido contener. Y ante Francia, destrabó un trámite complicado con un golazo que todavía hoy emociona de sólo recordarlo: recibió de Ardiles y a 25 metros del arco francés, despidió un derechazo extraordinario que se le coló a media altura al arquero Dominique Baratelli. Unos minutos más tarde, recibió un fuerte foul sobre un costado, cayó mal y se luxó el codo derecho. Pero como Menotti ya había hecho los dos cambios autorizados en aquella época, debió terminar el juego con el brazo recogido contra su cuerpo y con un hondo dolor dibujado en su rostro.
Pero eso no sería nada en comparación a lo que le vendría inmediatamente luego. Al llegar al vestuario del estadio Monumental, se enteró que su hermano Oscar había fallecido en un accidente automovilístico cuando viajaba desde Santa Fe para ver el partido. Menotti le ofreció desafectarlo de la Selección. Pero Luque quiso seguir igual en homenaje a su hermano. Viajó a su sepelio a Santa Fe y volvió al otro día a la concentración de la Fundación Natalio Salvatori de José C. Paz.
La lesión en el codo derecho lo dejó fuera del equipo en los partidos ante Italia (en River) y Polonia (en Rosario), Menotti lo incluyó ante Brasil y ahí volvió a sufrir: el recio zaguero brasileño Oscar le aplicó un codazo y le cerró el ojo derecho. Con ese ojo en compota hizo el cuarto y el sexto gol en el 6 a 0 de la Argentina ante Perú y jugó toda la final ante Holanda.
Con cuatro goles marcados en cinco partidos, fue el segundo goleador del equipo detrás de Kempes y uno de los protagonistas del Mundial.
Su pelo largo, sus largos bigotes a la mexicana y su grito de gol con el pecho inclinado hacia adelante y los brazos abiertos constituyen una gráfica imborrable de aquellos tiempos únicos del fútbol argentino.
Pero además, Luque tuvo antes otra cita con la historia. A los 20 minutos del segundo tiempo del amistoso que la Argentina le ganaba 5 a 1 a Hungría en la Bombonera el 27 de febrero de 1977, le dejó su lugar a un chiquilín de pelo enrulado, Diego Maradona, que esa misma tarde inició su fabuloso romance con la casaca celeste y blanca.
El Mundial '78 fue la cima de la carrera futbolística de Luque. Nada fue igual luego. Con la fulgurante aparición de Ramón Díaz en River y la Selección a partir de 1979, le costó sostener la titularidad en ambos equipos y Menotti ya no lo citó para el Mundial de España de 1982.
De todos modos, su campaña internacional fue notable: jugó 45 partidos y anotó 22 goles. Y con River también ganó mucho: cinco títulos entre 1975 y 1980. Tras volver a Unión en 1981 y pasar luego por Racing (1982), Santos (1983), Chacarita (1984) y varios equipos del interior cerró su carrera en 1986 con 109 goles en 292 partidos en primera división.
Últimamente, trabajaba para River detectando talentos en Mendoza. Allí lo sorprendieron el coronavirus y la muerte. La gloria lo había abrazado mucho antes. Y no lo soltó nunca más.
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