sábado, 18 de julio de 2020

Aislados, con psicólogo y marcados por patoteros: cómo viven en la cárcel los rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa

Se encuentran separados de los otros presos en la Alcaldía N°3 de La Plata, poblada por ladrones y dealers. La rutina del grupo en el patio, los psicólogos que los contienen y el estigma rejas adentro. "No son como nosotros, son logis", dice un ladrón detenido.


Cuando salen al patio de la Alcaldía Departamental N° 3 de La Plata, tres horas por día, lo hacen como si siguieran siendo parte de un equipo de rugby: los ocho juntos, hablando en voz baja o al oído, como si planearan una jugada estratégica.

Siguen aislados, porque los demás presos no le perdonan el delito que se les imputa. Podrían ser llamados “los ocho más odiados”, como el western de Quentin Tarantino. Es una paradoja, pero justamente cada equipo de rugby tiene ocho forwards. Hay equipos de rugby en varias cárceles de la provincia, pero los acusados de matar a Fernando Báez no tienen ánimos de dar pelea ni de jugar. Por estos días ya ni siquiera reciben insultos de los otros detenidos. El odio que generaron en un comienzo, cuando les gritaban “¡asesinos!” desde el otro lado de las rejas, pareciera haberse debilitado cuando irrumpió el Covid-19. La atención de los presos estuvo hacia el virus que dejó en cuarentena a todo el país.

Máximo Thomsen (20), Ciro Pertossi (20), Luciano Pertossi (18), Lucas Pertossi (21), Enzo Comelli (20), Matías Benicelli (20), Blas Cinalli (19) y Ayrton Viollaz (21), están alojados en el pabellón 6 de la N° 3 de La Plata 3, en Melchor Romero, a donde llegaron tras ser trasladados del penal de Dolores, con sus prisiones preventivas confirmadas por la Cámara de la jurisdicción.

En la causa investigada por la fiscal Verónica Zamboni bajo la firma del juez David Mancinelli hay otros dos acusados como partícipes necesarios: Juan Guarino (19) y Alejo Milanesi (19), que fueron excarcelados y están con sus familias en Zárate. Están imputados como coautores del delito de homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas. Zamboni se encuentra todavía en el plazo que establece la ley para que eleve su causa a juicio. La acusación contempla una pena de cadena perpetua.

Seis meses después, los acusados están aislados del resto de los detenidos. Se los mantiene distribuidos en cuatro celdas contiguas con capacidad de dos cada una. Todos los días, de lunes a viernes, como el resto de los detenidos, pueden salir tres horas del pabellón. Lo hacen solos, sin otros internos alrededor, una vida tumbera aparte.

“Según el día les puede tocar de mañana o de tarde. Salen al patio los ocho juntos. Durante ese momento suelen caminar, sentarse al sol y charlar. El establecimiento cuenta con una biblioteca, pero ellos leen las novelas que les acercaron sus familiares”, dijo una fuente que conoce su encierro de primera mano. 

“En las primeras salidas al patio del pabellón 6, detenidos de sectores cercanos los insultaban, pero a medida que pasaron los días y con el advenimiento de la crisis sanitaria por el Covid-19, cesó cualquier tipo de hostigamiento y ya son uno más. No han registrado incidente alguno”, contó otrafuente penitenciaria.

Como ocurre en todas las cárceles del país, los rugbiers tienen las visitas suspendidas, pero pueden recibir mercadería de sus familiares. La misma fuente aseguró que “no tienen ningún privilegio. Todos mantienen un perfil muy bajo. No han protagonizado ningún incidente ni evento indisciplinario. No han hecho peticiones a los agentes penitenciarios. No se advierte liderazgo de ninguno de ellos sobre los otros y se comportan con respeto hacia el personal”.

De parte de la defensa de los acusados de matar a Fernando, no hubo ningún pedido judicial a causa de las condiciones de detención en el contexto de la pandemia en el Juzgado N° 6 de Mancinelli, como ocurrió con otros internos que pidieron prisión domiciliaria o la libertad condicional después de que sus defensas adujeran que corrían riesgos de contraer la enfermedad. El 6 de julio, la Sala II del Tribunal de Casación Penal bonaerense rechazó por “inadmisible” un habeas corpus para que se ordene su salida de la cárcel. El pedido había sido formulado por el abogado defensor Horacio Henricot, quien consideró en su escrito que los detenidos sufrían una “arbitraria privación de libertad”.

Durante la pandemia, la Justicia permitió a los detenidos tener celulares registrados para comunicarse por WhatsApp, sin permiso para tener redes sociales. Sin embargo, para comunicarse con sus familiares usan el teléfono público del pabellón, hasta el momento no tienen teléfonos propios. Cuentan una hora diaria para comunicarse. Desde el área de psicología de la alcaidía, entrevistaron a los ocho al ingresar a la dependencia. Los profesionales han tenido otras entrevistas de contención con ellos, dijo una fuente. La lejanía de sus familias también implica que, en buena parte de los días, coman la comida del penal.

Alcaidía nº 3 de Melchor Romero
La alcaidía donde están los rugbiers es un lugar de detención transitorio. “Y, es áspero el lugar, están todos en leoneras, se pone a veces”, dice un preso veterano que dejó la alcaldía meses atrás. “Mirá que estuve preso en un montón de penales, pero ahí no vuelvo. Son más que nada pibes jóvenes, pendejos”, agrega.

Llegan de comisarías de La Plata y su periferia, la Alcaldía es su primer destino. Hay acusados por violencia de género, dealers, jóvenes ladrones de celulares o carteras. Las peleas son comunes, arrebatos, ataques en banda por un par de zapatillas. Los detenidos pasan el día engomados, como se dice en la jerga carcelaria a los presos que pasan la mayor parte del tiempo encerrados, allí en las celdas.

“Hay muchos rastreros ahí. Muchos están empastillados. Te tienen encerrado ahí y después te definen un traslado definitivo a un penal”, contó un joven que estuvo detenido en esa alcaidía.

En la cárcel hasta los más inescrupulosos y temibles enarbolan una especie de regla moral carcelaria según la cual los femicidas, los violadores y los narcos no son bienvenidos. Otros rechazados son los detenidos que pertenecen a fuerzas de seguridad. Por eso están en pabellones aislados o protegidos del resto de la población carcelaria.

“Pero ahora a los violines, los matamujeres o los transas se le sumó una nueva categoría despreciable: la de los patoteros”, dice Juan Manuel Zalloechevarría, desde la Unidad 23 de Florencio Varela, detenido por narcotráfico e hijo de uno de los integrantes de la banda del Robo del Siglo.

Mientras tanto el aislamiento se mantiene, aunque ahora en Melchor Romero. Es como si los rugbiers estuvieran detenidos en una especie de pequeña cárcel dentro de otra cárcel. La visión que cada uno de ellos tiene de la prisión es reducida. No fueron impregnados por la atmósfera que se forma en cualquier penal. No se han cruzado ni han visto a otro detenido.

Lo que sus abogados reclaman por vía judicial, que los imputados “sean oídos” ante sus acusadores, rejas adentro ocurre a la inversa. Hablan solo entre ellos. Nadie escucha lo que dicen.

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