Ayer cortaron Acoyte y Rivadavia, para visibilizar el estado crítico de cientos de edificios escolares. Denuncian obras abandonadas, falta de mantenimiento en la instalación eléctrica y carencia de pizarrones en varias aulas: “Son cosas elementales”, reclaman.
A punto de cumplirse cuatro semanas desde el inicio de clases en escuelas porteñas, los reclamos se acrecientan con el correr de las horas. Durante la jornada de ayer, la comunidad educativa de varias escuelas porteñas volvió a salir a las calles para visibilizar la situación crítica por la que atraviesan desde hace muchos años.
Si bien la ola de calor dejó en evidencia las pésimas condiciones de infraestructura escolar en más de la mitad de los edificios, las altas temperaturas pasaron pero el deterioro edilicio persiste y en algunas escuelas hace más de siete años.
Obras paralizadas por falta de financiamiento, obradores abandonados en diferentes espacios dentro de las escuelas, baños clausurados para poblaciones estudiantiles que llegan hasta 900 alumnos, incluso obras que se realizan a las apuradas en medio de la campaña electoral, mientras los docentes y estudiantes están en clases. Además denuncian que, ante un siniestro, se hace imposible la evacuación del edificio porque tienen los patios clausurados.
Quienes se movilizaron son docentes y delegados enrolados en la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE-CTERA) que, por tercera semana consecutiva y ante la falta de respuestas de la cartera de Educación porteña, realizan acciones para poner en agenda el deterioro de los edificios escolares.
Clases entre martillazos
En el Colegio N °10 DE 8 José de San Martín, hay una obra que hace cinco años está paralizada porque el ministerio de Educación de la Ciudad suspendió el financiamiento. “Es increíble, recién reactivaron la obra a los pocos días de empezar las clases, que se suma a las obras de la secundaria de futuro. A último momento y en medio de la campaña quieren hacer todo junto pero mientras dictamos clases. Dos obras al mismo tiempo con máquinas, golpes, obreros y pintores que se mezclan entre los chicos. Un desastre”, detalla Miguel Giordano, profesor de ese establecimiento educativo.
La mugre que generan los materiales de la construcción, el polvo que provoca el corte de cerámicas en medio de las clases, que es aspirado por los chicos, y los ruidos, torna a la escuela en un lugar hostil. “Imaginate que estamos dictando clases y respirando el polvo de los materiales mientras hablamos. En la escuela no se puede respirar, los chicos no escuchan y tenemos que andar a los gritos. Todo eso deteriora notablemente la calidad educativa”, agrega.
“Al convivir con las dos obras, también nos clausuran ciertos espacios. Por ejemplo, el patio central impide que, ante una emergencia, no podemos evacuar correctamente el edificio. Este fue uno de los primeros reclamos que hicimos porque tenemos todo el patio clausurado y de esta manera, ante un siniestro, no podemos salir por el portón; los casi 500 estudiantes más los docentes y personal auxiliar, tenemos que salir por una puerta pequeña que se encuentra en el edificio central”, expresa Giordano.
Baños que se tapan
Los edificios en situaciones similares son muchos, y en cada uno de ellos, afirman, denotan la desidia y el abandono por parte del régimen porteño. “Nuestra escuela tiene varias problemáticas, hace años que estamos viviendo una situación de abandono edilicio, los baños están en muy mal estado y la mayor parte del tiempo se la pasan clausurados porque se tapan”, cuenta Gabriela Giacomelli, al mismo tiempo que sostiene un cartel bien en alto con la leyenda “Escuelas en Peligro”, en la esquina de Acoyte y Rivadavia en Caballito.
Giacomelli es docente de la Escuela Comercial 23 DE 7 Luis Agote, el comercial 23, como se lo conoce comúnmente, es una escuela grande que tiene tres pisos, cuenta con una comunidad estudiantil de alrededor de 500 alumnos, y muchas veces los baños de alguno de los pisos está clausurado y los estudiantes deben turnarse para hacer sus necesidades.
“Hay una obra de la Secundaria del Futuro en nuestra escuela que en vez de aprovechar el mes de enero que no hubo clases, recién comenzaron ahora en febrero. Empezamos las clases con escombros en el pasillo, con el mobiliario escolar en cualquier lugar, los chicos tuvieron que ir a cursar a la biblioteca, y las aulas que tenemos algunas con los pizarrones sin colgar; y para colmo se le cayó encima un pizarrón a una docente porque estaba mal colgado. El gobierno dio por terminada la obra pero no habían terminado de colgar los pizarrones. Son cosas elementales”, agrega Giacomelli.
“Otro de los problemas que ya nos quitó más de cinco días de clases, tiene que ver con la falta de luz, consecuencia de la misma obra y que nadie se hace cargo. Hemos reclamado a supervisión, hablamos con la rectora y a todas las autoridades, y nadie se hace cargo de esta situación. Repito, por este tema se perdieron cinco días de clases, si a la ministra de Educación Soledad Acuña tanto le importan la cantidad de días de clases, nosotros ya perdimos la mitad desde el inicio del ciclo lectivo”.
Los días que no salta la térmica
Otra de las escuelas que participó de la jornada de protesta fue la comunidad educativa del histórico Normal 4 de Caballito, cuya problemática principal se encuentra en el sistema eléctrico de todo el edificio.
“Hace años que las empresas tercerizadas del ministerio de Educación porteño, supuestamente trabajan en todo el cableado, pero lo cierto es que constantemente salta la térmica, no podemos utilizar ningún dispositivo eléctrico, se cae internet, y hace años que tenemos los obradores en el interior de la escuela. Es una obra eterna que no se termina más”, explica Lucía Ceballos, profesora de Filosofía del Normal 4.
Además, la carencia de pizarrones en varias aulas provoca muchos inconvenientes en el dictado normal de clases, y esto se suma a la falta de comedor que debió haber sido construido en 2016. “La primaria del Normal 4 hace siete años se transformó a doble turno y todavía no está ni siquiera licitada la construcción del comedor. Los chicos terminan comiendo arriba de los útiles, o en el patio, o en cualquier otro lugar, pero no en el espacio físico que requieren para almorzar”, agrega Ceballos.
En el mismo sentido, Gabriela Vivar, docente y delegada de la Unión de trabajadores de la Educación (UTE-CTERA) del Liceo N°2 “Amancio Alcorta” de Caballito, afirma que carecen de pizarrones en aulas del ciclo superior: “hicimos los reclamos y un relevamiento profundo de la situación edilicia y detectamos también falta de cables, desde el año pasado, en las pantallas digitales de las autodenominadas ‘secundarias del futuro’. Esto es muy grave porque, además de las pantallas digitales, no tenemos pizarrones, y en materias como matemática e idiomas se hace imposible la cursada”.
En el Liceo 2 las pantallas digitales se colocaron entre 2020 y 2021, muchas de ellas no tienen los cables de alimentación y otras necesitan de mantenimiento urgente. “Esto se suma al problema histórico que tenemos en las fases eléctricas, este martes en el laboratorio del primer piso se cayó una caja de luz y quedó colgando de un cable, avisamos a las autoridades sobre el riesgo que eso representa para estudiantes y docentes”, agrega Vivar.
La profesora hizo un paréntesis al referirse a la falta de baños dentro del edificio: “Nos habían prometido, desde antes de la pandemia, que iban a ampliar los baños de la planta baja, pero pasaron casi cuatro años y todavía ni empezaron con las obras. Necesitamos más baños o ampliar los que tenemos porque contamos con una población de 900 estudiantes, que se turnan para hacer sus necesidades, ya que tenemos apenas cuatro baños para los chicos”, termina.
Fuente: nota de Martín Suárez para Tiempo Argentino
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