El análisis de los ingresos a la quinta presidencial de Olivos, exhibe de forma descarnada la trastienda del uso de la justicia para la persecución de opositores.
Las escandalosas visitas a la Casa Rosada y a Olivos de jueces y fiscales anticipa una tormenta de recusaciones contra los camaristas de Casación, Mariano Borinsky y Gustavo Hornos, y también pueden acarrear recursos de revisión de determinados fallos (algo previsto en el nuevo Código Procesal) porque ambos magistrados debieron inhibirse de intervenir por registrar amistad con una de las partes, en este caso el Poder Ejecutivo. Tanto el abogado Maximiliano Rusconi como su colega Graciana Peñafort estudian presentaciones.
Peñafort vivió de cerca las escandalosas decisiones de Borinsky y Hornos en el caso del Memorándum con Irán, en el que ambos magistrados resolvieron los pasos claves, interviniendo como integrantes de la Sala I de Casación primero y como integrantes de la Sala IV después. Borinsky y Hornos le abrieron la puerta a la causa en que Claudio Bonadio procesó a Cristina Fernández de Kirchner y a Héctor Timerman por el delito de traición a la Patria. Ese procesamiento derivó en que Estados Unidos le canceló la visa al fallecido canciller y eso retardó su tratamiento contra el cáncer terminal que padecía.
El análisis de los ingresos a la quinta presidencial de Olivos, revelado por nuestros amigos de El Destape, exhibe de forma descarnada la trastienda del uso de la justicia para la persecución de opositores. Hornos admitió que fue a Casa Rosada porque tenía una relación “social” con Macri Blanco Villegas, mientras que Borinsky dice que fue a jugar al paddle. En síntesis, ni siquiera fueron a una reunión oficial en la oficina del presidente, sino que se trató de encuentros extraoficiales. Lo que se evidencia es una alianza natural, normal, contra opositores no alineados con el neoliberalismo. A nivel mundial debe haber muy pocos antecedentes de semejante escándalo.
Para colmo, el macrifascismo impulsó una grotesca causa judicial con la noticia falsa de que el juez Sebastián Casanello estuvo en Olivos una vez. La mentira la armó la propia Agencia Federal de Inteligencia (AFI) a través de un ex fiscal, contratado por la AFI, Eduardo Miragaya, quien a su vez recurrió a dos testigos falsos que ya reconocieron la mentira y fueron condenados por falso testimonio.
“Incumplieron el Código Procesal. Cuando a cualquier juez le preguntan si tiene amistad o enemistad con alguna de las partes, ellos no revelaron su amistad con quien jugaba un papel importante en cada causa, el gobierno, que actuó a través de distintos organismos como la Oficina Anticorrupción o la Unidad de Información Financiera o cualquier otro”, dijo Rusconi.
“Tengo una enorme indignación pensando en Héctor Timerman. Borinsky y Hornos cerraron la causa del Memorándum que instruyó el juez Daniel Rafecas y que dictaminó que no existía delito. Ahí fueron integrantes de la Sala I. Pero después, mediante una burda maniobra de una llamada grabada de forma clandestina, reabrieron la misma causa como integrantes de la Sala IV. Y no reconocieron la conexidad, no dijeron que era la misma causa que la de Rafecas, por lo que debieron darle la instrucción judicial otra vez a Rafecas. Sin explicar nada, permitieron que el expediente lo instruya Bonadio quien, por supuesto, se salió de sus cabales y procesó por traición a la Patria, delito que no se usaba desde 1955. Todavía más grave es que se usó ese expediente grotesco para encarcelar a opositores”, señaló Peñafort.
Rusconi insistió: “Nosotros ya estábamos preparando un recurso de revisión por la causa de Once, en que intervino Hornos. Ahora, con lo que publicó El Destape haremos un análisis más completo. El Código dice que un juez puede ser recusado cuando hay sospechas de parcialidad. Y esas visitas exhiben un vínculo clarísimo con una de las partes, el gobierno de Macri. Hay incluso una acordada de la Corte que dice que cuando un juez recibe a una de las partes tiene que notificar a la otra. Acá, la relación la mantuvieron en secreto, escondida”.
Fuente: nota de Raúl Kollmann para Página/12
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