El Tribunal Oral Federal 2 de San Martín condenó a tres integrantes del Batallón de Aviación 601: Luis del Valle Arce, Delsis Ángel Malacalza y Eduardo Lance, así como a Santiago Omar Riveros, ex comandante de Institutos Militares. El fallo marca un hito al dar por acreditada la existencia de los vuelos de la muerte en Campo de Mayo como mecanismo de exterminio instrumentado por el Ejército durante la dictadura.
Por primera vez, la Justicia argentina dio por acreditado lo que hace décadas se denuncia: que en Campo de Mayo se usaron aviones del Ejército para eliminar a personas que estaban secuestradas y que eran adormecidas antes de ser arrojadas a las aguas del Río de La Plata o del Mar Argentino.
El Tribunal Oral Federal (TOF) 2 de San Martín condenó a tres integrantes del Batallón de Aviación 601 –con sede en la principal guarnición militar del país– y a Santiago Omar Riveros, excomandante de Institutos Militares, a prisión perpetua y ordenó que vayan a cárcel común -todos menos Riveros- si los estudios médicos confirman que están en condiciones.
Los jueces Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Matías Mancini condenaron ayer por la tarde a Luis del Valle Arce, Delsis Ángel Malacalza y Eduardo Lance, quienes fueron los cuadros jerárquicos del Batallón de Aviación 601 entre 1976 y 1977. Además, Riveros recibió su décimosexta sentencia a prisión perpetua por haber tenido bajo su órbita de influencia todo lo que sucedía en Campo de Mayo.
La sentencia marca un hito al reconocer la existencia de los vuelos de la muerte en Campo de Mayo y, por ende, como mecanismo de exterminio ejecutado por el Ejército. En 2017, el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 de la ciudad de Buenos Aires condenó a dos pilotos que manejaron los vuelos de la muerte con los que la Armada se deshizo de sus detenidos-desaparecidos. Ese mecanismo se acreditó en el caso de las Madres de Plaza de Mayo, las monjas francesas y el resto de los secuestrados en el operativo de la Iglesia de Santa Cruz de diciembre de 1977.
En este caso, el TOF de San Martín analizó lo sucedido con cuatro víctimas que estuvieron secuestradas en el Campito, uno de los centros clandestinos que funcionó dentro de la guarnición del Ejército, y cuyos cuerpos aparecieron en las costas argentinas. Esos fueron los casos de los estudiantes secundarios Juan Carlos Rosace y Adrián Accrescinbeni -secuestrados el 5 de noviembre de 1976-, de Roberto Aracibia -el militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) raptado el 11 de mayo de 1977 mientras estaba en su casa con su compañera y con sus dos hijitos- y de Rosa Eugenia Novillo Corvalán, secuestrada entre octubre y noviembre de 1976.
La mecánica de los vuelos de la muerte en Campo de Mayo se reconstruyó, en el juicio que se inició en octubre de 2020, gracias a las declaraciones de decenas de ex conscriptos que relataron lo que vieron en Campo de Mayo entre 1976 y 1977. Ellos reconfirmaron la información que habían dado contados integrantes de los servicios de inteligencia en los primeros meses de la democracia, cuando se presentaron ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). También el tema de los vuelos de la muerte estuvo presente en la confesión pública del sargento Víctor Ibáñez a mitad de la década de 1990.
El sobreviviente Juan Carlos “Cacho” Scarpati pudo relatar cómo vivían los detenidos-desaparecidos los días en los que llegaban los camiones a la zona en la que estaba emplazado el Campito. Allí, escuchaban cómo nombraban a distintos secuestrados. Todo sucedía mientras los camiones tenían sus motores en marcha. Después, la ropa de los detenidos-desaparecidos era incinerada. En general, los “traslados” sucedían de una a tres veces por semana.
En algunos casos, los conscriptos encontraron pertenencias de hombres o mujeres cerca de la pista donde carreteaban los aviones que salían de noche de la guarnición de Campo de Mayo. Algunos relataron haber hallado ampollas de Ketalar, la droga que se usaba para adormecer a quienes serían arrojados a las aguas. De acuerdo con los recuerdos de los ex conscriptos, el destino común que tomaban las aeronaves era Punta Indio.
Durante el año 1976, el avión que se empleó para los vuelos de la muerte -según reconstruyeron la fiscalía y las querellas- fue un Twin Otter, que se encuentra aún operativo en Canadá. En 1977, el Ejército adquirió los Fiat G-222 -que fueron hallados durante una inspección que realizó el TOF en Campo de Mayo-. Esas aeronaves serán emplazadas en el sitio de memoria que el gobierno nacional prepara en la guarnición militar.
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