Martín Guzmán y Daniel Scioli se pusieron al frente del plan para evitar una crisis energética. El viernes el ministro de Economìa viaja a Brasil. Un día antes, el presidente de Bolivia, Luis Arce, visitará en Buenos Aires a Alberto Fernández.
La perspectiva de un invierno con poco gas, cortes del fluido a la industria, pedidos de ahorro a los hogares, racionamiento al parque automotor a GNC y hasta posibles cortes de suministro eléctrico (el gas es la fuente primaria de más del 60% de la electricidad que genera la Argentina) puso en quinta velocidad la diplomacia energética del ministro de Economía, Martín Guzmán y el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli.
En su reciente viaje a Francia, donde logró prorrogar el pago de vencimientos con el Club de París, Guzmán asistió también a una reunión de la Asociación Internacional de Energía (organización creada a fines de los '70 por iniciativa del entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, para responder a las presiones de la OPEP), donde tuvo varios encuentros bilaterales y uno de particular importancia, el jueves, con el ministro de Energía y Minas de Brasil, Bento Albuquerque, con quien conversó sobre la posibilidad de que Brasil libere hasta dos millones de metros cúbicos diarios del gas que le compra a Bolivia, para que el país del Altiplano aumente sus ventas a la Argentina. Las gestiones se habían iniciado en enero, cuando el Gobierno boliviano, a instancias del argentino, consultó al organismo brasileño que fiscaliza la provisión de gas si el gigante del Mercosur podía resignar los dos millones de metros cúbicos que Bolivia redirigiría a la Argentina
Eso, a su vez, permitiría disminuir las compras argentinas de Gas Natural Licuado (GNL) por barco, mucho más caras. Por cuestiones de infraestructura, además, el gas que llega de Bolivia asegura un mejor abastecimiento de las provincias del noroeste, adonde no llega por gasoductos ni el gas de Vaca Muerta ni el que, arribado como GNL por barco, se regasifica e inyecta al sistema desde los puertos de Bahía Blanca y Escobar.
Por cierto, la jugada mejoraría también las relaciones entre el presidente de Brasil, Jair Bolsonazi, y Alberto Fernández, que nunca dejó de manifestar su preferencia por el rival de Bolsonazi en las elecciones presidenciales del próximo octubre, el ex presidente Luiz Inàcio “Lula” da Silva.
Guzmán, además, mantuvo una conversación telefónica con su par brasileño, Paulo Guedes, y el viernes próximo viajará a San Pablo y Brasilia, para intentar abrochar la solución energética que diseñó con la ayuda clave de Scioli. El jueves, un día antes, Guzmán acompañará al presidente Alberto Fernández cuando el mandatario reciba la visita de su par de Bolivia, Luis Arce. Si todo sale de acuerdo a lo planeado, el aumento de la provisión de gas boliviano a la Argentina aventará buena parte de los temores sobre la provisión de gas y de suministro eléctrico durante los meses de invierno. Pero para eso es clave algún tipo de permiso formal brasileño. de modo que Bolivia no aparezca incumpliendo sus obligaciones. Es lo que buscan asegurar el viaje de Guzmán y las gestiones de Scioli en Brasil.
Profundizar la relación
“El presidente me dio la instrucción de profundizar la relación con Brasil y es lo que estamos haciendo. Sucedió con el arancel común y ahora vamos a profundizar la integración energética”, dijo Scioli.
Se trata, claro está de un quid-pro-quo. “Nosotros fuimos muy solidarios con Brasil, el año pasado, con su sequía y la caída de producción hidroeléctrica. Ahora lo que buscamos es que ellos nos ayuden con la provisión de gas, sin que eso implique una merma del gas que ellos usan para su propio consumo”, explicó el embajador argentino.
Faltan algunos pasos para concretar el diseño en el que trabajan Guzmán y Scioli. En primer lugar, Brasil debe liberar formalmente a Bolivia de la obligación de proveerle la parte por la que aumentaría sus ventas a la Argentina. El gas boliviano abastece a San Pablo y en Brasil son tiempos electorales, por lo que el régimen de Bolsonazi no puede arriesgar a quedarse corto.
Sin embargo, la importancia del gas boliviano para Brasil es cada vez menor. La capacidad de generación hidroeléctrica del socio mayor del Mercosur aumentó mucho con las últimas lluvias y Brasil ya venía achicando sus compras a Bolivia, gracias al aumento de su producción de gas en plataformas offshore, explicó Gustavo Perego, director de la consultora Abeceb, lo cual facilita las negociaciones con la Argentina. Brasil incluso está construyendo un nuevo gasoducto, Rota 3, para hacer llegar a Río de Janeiro la producción de gas offshore, con la que piensa duplicar la extracción propia en los próximos diez años, agregó Perego.
“Nosotros tenemos un déficit comercial de U$S 52.000 millones en los últimos 15 años. La integración regional bilateral nos va a servir mucho a reducir ese déficit”, señaló Scioli. Guzmán parece coincidir con ese diagnóstico y quiere reducir tanto la multimillonaria montaña de subsidios a la energía, que consume centenares de miles de millones de pesos del presupuesto y decenas de miles de millones de dólares en importaciones.
Restan varios detalles por ajustar. Por caso, el precio al que Bolivia venderá a la Argentina el gas que no le vende a Brasil. El contrato tiene cláusulas de delivery or pay, que impone multas en caso de incumplimiento. A Bolivia hasta podría convenirle pagar la multa, pero vender el gas más caro. En cualquier caso a la Argentina le convendría: el precio promedio de la última compra de 8 barcos de GNL fue de 42 dólares el millón de BTU (unidad térmica británica, suerte de medidor de la calidad del gas), cerca de cuatro veces lo que Argentina paga por el gas de Bolivia.
El precio del gas en el mercado internacional y el de las compras de GNL fue aumentando desde fines de 2021 (el gráfico adjunto muestra los precios que pagò IEASA en las sucesivas licitaciones) y se empinó a partir de la invasión de Rusia a Ucrania, cuando los países europeos, para reducir su dependencia del gas que les llega de Rusia por gasoductos, salieron a contratar más barcos).
Bolivia, en tanto, es un proveedor declinante y las sucesivas adendas al contrato original de provisión original, negociado por Néstor Kirchner en 2006, jibarizaron lo que a esta altura debería ser una provisión diaria de 27,7 millones de metros cúbicos diarios, como especifica la cuarta cláusula del acuerdo original firmado en el primer gobierno kirchnerista, cuando Alberto Fernández era jefe de Gabinete.
“A Bolivia le estábamos demandando 14 millones de metros cúbicos por día y ellos ofrecían 8 para el invierno, por eso no se cerraba la adenda. Imagino que van a cerrar un acuerdo por alguna cifra superior a esos 8 que ofrecían antes: 10,12, 13, claro que ese excedente lo van a cobrar al precio que se lo iban a vender a Brasil. Brasil necesita menos porque cierra su ecuación con algunas fuentes propias. Va de suyo que 2 millones de metros cúbicos adicionales por día no solucionan el problema de escasez de invierno. Puede reducir la compra de 4 o 5 barcos de GNL en los meses picos”, dijo Daniel Montamat, titular de la consultora energética Montamat & Asociados.
En cualquier caso, la diplomacía y triangulación gasífera de Guzmán y Scioli serviría para achicar la incertidumbre de un invierno desafiante.
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