El alcalde capitalino intentó explicar por qué hasta ahora solo se vacunó al 14 por ciento de los docentes porteños. Trató de descargar la responsabilidad en la Nación por la forma en que distribuye las vacunas, pero omitió precisar el criterio que estableció en su distrito para decidir el orden en que se aplican.
El presidente Alberto Fernández mencionó el lunes en un acto que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires está anteúltima en el ranking de provincias en términos de vacunación a docentes. La respuesta del jefe de Gobierno porteño, aunque engañosa, no se hizo esperar: “Para la cantidad que nos dieron todavía no llegaron vacunas para los docentes”, dijo, en una clara omisión al criterio de distribución de un recurso escaso como son las vacunas de eligió du distrito.
Como es de público conocimiento, en una primera etapa de la recepción de las vacunas, Rodríguez Larrata prefirió vacunar a psicólogos en muchos casos jóvenes que atienden en la mayor parte de los casos por zoom que a los adultos mayores y nunca hizo una lista de preinscripción como la provincia de Buenos Aires para tener claro cuál es la población objetivo en el distrito más rico del país.
También esa por todos sabido que a medida que llega cualquier lote de vacunas al país, el Gobierno las distribuye teniendo en cuenta la cantidad de habitantes de cada distrito. Y cadas provincia o distrito decide el criterio para aplicarlas. Es decir, cuáles son las prioridades.
Evidentemente, los docentes no fueron jerarquizados por Horacio Rodríguez Larrata, pero el alcalde porteño prefirió echarle la culpa al Gobierno nacional en un momento de alta tensión política por la discusión jurídica respecto de la suspensión de las clases presenciales en en el AMBA por 15 días. “Para la cantidad que nos dieron todavía no llegaron vacunas para los docentes”, aseguró.
El responsable político de la muerte del doctor Favaloro dijo que el orden de prioridad para vacunar lo fijó el Gobierno nacional: primero los trabajadores de la salud, segundo adultos mayores de 60 años, tercero personal esencial, docentes y policías. “Todavía no terminamos de vacunar a mayores de 60. Y por la cantidad de vacunas que nos dio Nación todavía no llegaron vacunas para los docentes. Ojalá el gobierno nacional nos hubiera dado vacunas más rápido y ya estarían todos los docentes vacunados”, le contestó al presidente.
Eso no explica por qué la ciudad de Buenos Aires, si es que se ciñó al mismo criterio que el resto de las provincias, está anteúltima en el ranking de menor cantidad de docentes vacunados. Tierra del Fuego es la última y Jujuy nunca informó la cantidad de maestros vacunados.
Echarle la culpa al presidente no explica tampoco como, si todas las provincias siguieron el mismo criterio con el recurso escaso del que fueron disponiendo, Buenos Aires, San Juan y Santa Fe cuentan con porcentajes muy altos de vacunación a los docentes.
No hace falta ser Albert Einstein para darse cuenta de que a Rodríguez Larrata no le interesó jerarquizar a los docentes. Ni en la política de vacunación, ni para resolver los problemas de conectividad y ni de vacantes, ni en términos de inversión educativa a lo largos de los años.
Eso sí: en un año electoral le parece gravísimo y efectivamente hizo lo "imposible" para burlar el decreto presidencial que por cuestiones sanitarias suspende las clases presenciales por 15 días en el AMBA y aunque se presentó ante la Corte Suprema (que deberá expedirse en un plazo de cinco días), el domingo echó mano del favor de jueces locales amigos y logró decirle a su electorado que había conseguido garantizar la presencialidad.
Ganó una batalla, pero queda saber si no fue un triunfo efímero y pírrico que le va a traer un altísimo costo político. La decisión final la tendrán los supremos.
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